(José Eduardo Muñoz Negro– Asociación Cultural Karl Rahner) Plantearse el tema de la inmigración no es una forma de arreglar el mundo en una tarde, ni una bella manera más de convertirse en un ‘progre’ de salón, sino más bien de hacer un análisis crítico de dónde estamos cada uno y dónde estamos como sociedad. Es un fenómeno al que no se puede ser ajeno si se quiere vivir con un sentido ético, que nos sitúa de lleno en las grandes preguntas por lo humano. Una buena piedra de toque, desde la que evaluar lo que verdaderamente pensamos, sentimos y hacemos con el mundo y con las cosas. Desde una perspectiva evangélica, no nos van a preguntar si anduvimos todo el día hablando de Dios, o haciendo propaganda en contra del preservativo, el divorcio o el laicismo, sino si le dimos de comer al hambriento y de beber el sediento.
Pliego íntegro, en el nº 2.623 de Vida Nueva (del 26 de julio al 1 de agosto de 2008).