Durante muchos años, muchas décadas, los sociólogos que hemos trabajado la dimensión religiosa en la sociedad, en el poder eclesial y en el secular, así como en los individuos, lo hemos hecho bajo el paraguas de la distinción entre “practicantes” y “no practicantes”. Aunque conformando una distinción habitual, los “no practicantes” –en oposición a los “practicantes”– no han sido objeto de análisis entre sociólogos y –me atrevo a decir– tampoco entre los teólogos.
- Pliego completo solo para suscriptores
- PODCAST: La Iglesia del arte
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En sociología, en los estudios evolutivos de la práctica religiosa, la binariedad “practicante/no practicante” eran cómodo comodín para cuantificar la impronta de la secularidad, mediante la cuantificación de la pérdida incesante de “fieles” en la Iglesia católica (pues de ella hablamos, muy prioritariamente), en el sentido de fidelidad a una causa, medida aquí por su práctica a lo regulado y estipulado (al menos, en los textos canónicos). Digamos, de entrada, que la asociación que hemos estado realizando, ya desde los informes de FOESSA en los años 60 del siglo pasado, está radicalmente viciada.
Los fieles dominicales, los ‘mesalizantes’ –en añeja expresión del sociólogo pionero Rogelio Duocastella–, conforman en la actualidad un colectivo minoritario: 10% en España, y cada vez más limitado a las personas mayores de 70 años, mujeres en su gran mayoría.
Práctica residual
Cabría asimilarlos a lo que en alguna literatura (aunque con un significado no necesariamente similar) conformarían el “pequeño resto”, que, para no pocos, aparece como el punto de resistencia, o de arranque, núcleo en todo caso, de “otra” cristiandad, de la “nueva” cristiandad. Mientras que no pocos piensan que son los últimos de un modo de práctica religiosa que ya es residual en amplias zonas de la población española, y no solamente española, conformada, en su gran mayoría –repetimos–, por personas de edad muy avanzada, mujeres principalmente.
Pero, entretanto, ¿qué hacemos con los que se dicen católicos, aunque no practiquen nunca o casi nunca, entendiendo básicamente por práctica acudir los domingos a misa (al menos una vez al mes, para algunos sociólogos de Europa Occidental), salvo en eventos como primeras comuniones, bodas y funerales, aunque en caída libre las dos primeras y ya en neto descenso los funerales?
Pérdida incontenible
¿Nos limitamos a decir que son rescoldos del catolicismo sociológico o catolicismo histórico del estado de cristiandad, de antaño, y que, con su definitiva y previsible desaparición, desaparecerán también por el sumidero de la historia? Máxime si sostenemos –y yo creo que con razón–, como afirma Gauchet, que el cristianismo es la religión que ha permitido la salida de la religión en la organización autónoma de la sociedad y del Estado. De ahí, en gran parte, esta sensación de pérdida incontenible.
Creo que este tema exige más de una pensada. Aquí también, las cosas son más complejas. Para empezar, dejemos a un lado la tesis de Gauchet y centrémonos en los “no practicantes” y en cómo relacionarlos con los practicantes, máxime cuando estos últimos son vistos (o se ven) como una de las manifestaciones del “pequeño resto”.
Católicos no practicantes
Los practicantes católicos de misa semanal no conforman, en la gran mayoría de países europeos de tradición católica, sino la punta del iceberg de quienes se reclaman de esa confesión. El grueso del iceberg del mundo católico está mayoritariamente sumergido, no es visible. Pero existe. Está ahí y, aunque de forma en nada llamativa, más bien habitualmente silenciosa, incluso timorata, en este o aquel momento, en tal o cual circunstancia, no dejan de manifestar que se sienten católicos, como hijos pródigos de la familia católica, pues no quieren romper todas sus amarras, relaciones, ligaduras, recuerdos, etc. con ella, y que así lo quieren mostrar, tímidamente, casi vergonzantemente, también en sus relaciones más próximas, empezando por la educación de sus hijas e hijos. Son los “católicos no practicantes”.
Valerie Le Chevalier –laica, madre de familia, secretaria de redacción de la revista ‘Recherches de Science Religieuse’, directora en el Centro Sèvres de París y con una amplia experiencia en cuestiones religiosas– se pregunta en un remarcable libro por qué tipo de relación mantiene el creyente practicante con el no practicante, si se reconocen participantes de la misma fe, miembros de la misma Iglesia o “si estamos condenados a entrevernos exclusivamente en función de nuestra tasa de práctica religiosa”. Y Valerie Le Chevalier va más allá, mucho más allá, en sus reflexiones. (…)
Pliego completo solo para suscriptores
Índice del Pliego
1. SOBRE EL OLVIDO Y NINGUNEO DE LOS CATÓLICOS “NO PRACTICANTES”
2. DE FIELES A PRACTICANTES
3. LA EMERGENCIA DE LOS “NONES” EN LA SOCIOLOGÍA DE LA RELIGIÓN
4. DISTINTAS MODALIDADES DE “NONES” (SIN AFILIACIÓN RELIGIOSA)
- “Seculares”
- “Liminales” o “transitorios”
- “Religiosos” o “espirituales”