Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.367
Nº 3.367

Corpus Christi: Pan partido, esperanza para los más pobres

Con motivo del Corpus Christi –Día de la Caridad, Día de Cáritas–, nuestros obispos nos invitan a hacernos pan que se parte, reparte y comparte entre nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más pobres y vulnerables, hambrientos de pan, justicia y dignidad. “En verdad, la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo” (SC 88).



En el horizonte del Jubileo de la Esperanza de 2025, nos dice el papa Francisco: “Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente (…). Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al Jubileo”.

Misterio de amor y comunión

El día antes de culminar su entrega a Dios y a los hermanos, muriendo en la cruz, Jesús, durante la última cena con sus discípulos, quiso dejar un memorial de su obra de salvación instituyendo la Eucaristía. Durante la celebración, pide a los discípulos que renueven aquel gesto y aquellas palabras en memoria de su vida entregada por amor. Con las palabras “haced esto en memoria mía”, confía a la comunidad cristiana el encargo de reunirse con asiduidad para celebrar este misterio de amor y comunión.

La Eucaristía es para el cristiano el memorial del amor de Dios hacia cada ser humano, que se manifiesta en la entrega de su hijo Jesucristo. Al participar con fe en la celebración eucarística, nos unimos profundamente a Cristo y recibimos de Él la fuerza y el amor necesarios para vivir nuestra entrega generosa y servicial a los hermanos. En cada Eucaristía, actualizamos sacramentalmente este misterio de amor.

Opción por los pobres

Debemos ser conscientes de que hemos sido redimidos por la vida entregada de Jesús. Él pronuncia “este es mi cuerpo que será entregado, esta es mi sangre que será derramada” como expresión de una entrega radical a lo largo de toda su vida. Por eso, la Eucaristía nos interpela y urge a continuar en nuestras vidas esa entrega de Jesús a los hermanos, sobre todo a los más desfavorecidos. En consecuencia, la Eucaristía es la fuerza del ejercicio de la caridad y fuente para la opción por los pobres.

La solemnidad del Corpus Christi recuerda que la Eucaristía nos introduce en la dinámica del amor y la unidad. La unión con Cristo es, al mismo tiempo, unión con todos los demás a los que Él mismo se entrega, especialmente a los más pobres. Así, la Eucaristía nos ofrece el don de poder amasar la caridad y la vida de los pobres. ¿Cómo vivir la Eucaristía sin estar cerca de aquellos con quienes Jesús se identifica?

En la Eucaristía, “sacramento de la caridad”, profundizamos y experimentamos la relación existente e inseparable entre el sacramento, la Iglesia y la acción caritativa y social. No existe Iglesia sin Eucaristía y caridad, ni verdadera Eucaristía en la Iglesia sin caridad; ni verdadera caridad cristiana sin Eucaristía. Eucaristía, Iglesia y caridad se funden y unen en Cristo, “pan de vida” (Jn 6, 35).

Comunión, misión y servicio

Tres dinamismos, por tanto, están presentes en el sacramento: la comunión, la misión y el servicio.

a) La Eucaristía es sacramento del amor, de la comunión y la fraternidad. “En la comunión sacramental yo quedo unido al Señor con todos los demás que comulgan. (…) La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que Él se entrega” (DCE 14). El “sacramento de la Alianza” nos introduce, pues, en el dinamismo propio de la comunión y la fraternidad, lo que supone aprender a vivir del don de Dios para ser un don para los demás (cf. SC 88).

Quien se acerca con fe a la Eucaristía se deja incorporar a Cristo para formar en Él una comunidad fraterna de vida: en Cristo recibimos a los demás como hermanos, anticipando, de esa manera, la fiesta de la fraternidad universal de los hijos de Dios en torno al Padre. “Una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” (FT 1).

Salir a los caminos

b) Si la Eucaristía es “fuente y culmen” de la vida cristiana y de la acción evangelizadora de la Iglesia, lo es porque en ella culminó la misión y la vida del propio Jesús. No se puede aislar la Eucaristía del resto de la actividad misionera de Cristo. Lucas en su evangelio presenta a Jesús como enviado y ungido por Dios para actualizar el anuncio profético: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia” (Lc 4, 18-19). Jesús aparece como el siervo que sale a los caminos para convocar a los excluidos al banquete de fiesta.

El amor de Dios que se celebra en la Eucaristía exige ser comunicado, así “el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana. (…) Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera” (SC 84). La Eucaristía comporta salir a las calles de las ciudades y los pueblos, a las encrucijadas de los caminos, para llevar la buena noticia a los excluidos e invitarlos a la mesa del Señor. “Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer” (EG 48).

Eucaristía y caridad

c) La mística de la Eucaristía tiene un carácter social, que se expresa tanto en la misión como en la diaconía, en la acción caritativa y social. En ella se actualiza sacramentalmente el don de la vida que Jesús ha hecho en la cruz y, al mismo tiempo, nos hace testigos de la compasión de Dios. De esta manera, en torno al Misterio eucarístico nace el servicio caritativo (cf. SC 88). No se pueden separar, por tanto, Eucaristía y caridad: el “haced esto en memoria mía” (la cena) y el “¿veis lo que he hecho? Haced vosotros lo mismo” (el servicio) son complementarios en el seguimiento de Jesús.

La cena del Señor se celebra compartiendo el mismo pan y sirviendo a los necesitados; más aún, “una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma” (DCE 14). No se puede recibir el cuerpo de Cristo, si se recibe bien, y sentirse alejado de quien pasa hambre y sed, de los enfermos, de los que sufren, de los que están excluidos de la mesa del bienestar social. Esa será siempre una tentación: pretender comulgar con Cristo en la misa sin preocuparnos luego de comulgar con los hermanos, sin compartir con los más pobres; creer que podemos celebrar el sacramento del amor sin revisar nuestros egoísmos individuales o colectivos, nuestra indiferencia ante el dolor del otro.

Compromiso por la justicia

El servicio caritativo y social implica el compromiso por la justicia: “No podemos permanecer pasivos ante ciertos procesos de globalización que con frecuencia hacen crecer desmesuradamente la diferencia entre ricos y pobres. Debemos denunciar a quien derrocha las riquezas de la tierra provocando desigualdades que claman al cielo” (SC 90). Justicia no solo social, también ambiental, que reclama el cuidado de los más vulnerables y de la casa común (cf. LS 49, 56). “Por eso, la Eucaristía es también fuente de luz y motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado” (LS 236). En consecuencia, necesitamos de la Eucaristía para ir configurando un mundo más justo, más sano y más humano. (…)

Pliego completo solo para suscriptores


Índice del Pliego

INTRODUCCIÓN

I. LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA CARIDAD Y LA FRATERNIDAD

II. LA DIGNIDAD HUMANA, EN CRISIS

III. DONDE NOS NECESITAN LOS ÚLTIMOS DE LA SOCIEDAD

IV. SEMBRAR SEMILLAS DEL BIEN

V. ABRIR CAMINOS A LA ESPERANZA

  1. Ir al encuentro de los más pobres
  2. Comprometerse con el bien común
  3. Fortalecer el sentido de lo comunitario

CONCLUSIÓN: “La esperanza de los pobres nunca se frustrará”

Lea más: