Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.371
Nº 3.371

¿Cristianos de segunda categoría? Pastoral LGTB en la Iglesia

Nuestra reflexión parte en su inicio de la contemplación de una paradoja que da el sentido al título: ¿cómo es posible que hombres y mujeres creyentes, bautizados en Cristo y miembros de la Iglesia (LG 11), sufran en algunos ambientes comunitarios cristianos algún tipo de exclusión real debido a su identidad?



El objeto de nuestro estudio son hombres y mujeres bautizados que, con unas características propias y sin mediar pecado alguno o falta grave, ‘de facto’ están al margen de la comunidad cristiana. El carácter de marginalidad no es una elección que las personas LGTB hayan hecho en un discernimiento maduro de conciencia en el contexto de la comunidad. Se trata, en la mayoría de los casos, de una interpretación estrecha de las indicaciones dadas por la Iglesia o, simplemente, un no hacer motivado por el miedo de algunos pastores o agentes de pastoral.

Exclusión real

Esta exclusión, además, es real. Basta con acercarnos a los sitios web de algunas asociaciones, como la alemana LSVD o la estadounidense ‘New Ways Ministry’ para encontrar pruebas de ello. En la primera podemos seguir la amplia denuncia y consiguiente reelaboración de la legislación laboral de la Iglesia en Alemania. En la segunda, podemos encontrar un amplio listado de personas que han perdido su puesto de trabajo por hacer pública su condición.

Desde esta paradoja, surge la segunda parte del título: ‘Presencia de los creyentes LGTB en la Iglesia: acompañamiento e itinerarios de vida cristiana’. Nuestro trabajo no nace de presupuestos teóricos o de un simple deseo de inclusión. Estos cristianos a los que nos referimos están presentes en la Iglesia ya de maneras diversas.

Desafíos

El primero de los desafíos a la hora de plantear una forma de acompañamiento específico es demostrar que la experiencia de transformación espiritual de una persona LGTB no difiere de la de otro bautizado. Simplemente, tiene una serie de características que la hacen propia, y que se deben tener en cuenta a la hora de discernir y establecer un proceso de crecimiento espiritual.

Por otro lado, en el acercamiento desde la teología espiritual al fenómeno de las personas LGTB, uno de los primeros desafíos es el de legitimar el estatuto de la experiencia espiritual de estos cristianos, con unas características y configuración que les son propias.

Identidad

Para entender en qué consiste este fenómeno, tendremos que adentrarnos primeramente en el concepto de identidad, y esta con un componente sexuado que define, dimensiona y orienta todo el mundo interior de la persona. Si el ser humano no puede relacionarse de una manera que no sea sexual, en cuanto marcado por la impronta de su identidad, esta tendrá un peso fundamental en su configuración psíquico-emotiva.

Considerar la homosexualidad como un simple rasgo modificable de la personalidad, o como un dato dado a la persona, definirá nuestra manera de entender y acercarnos a esta realidad.

Evolución histórica

Además, se hace necesaria una mirada a la evolución histórica del concepto de homosexualidad. Lo que conocemos como identidad homosexual, variante minoritaria de la sexualidad humana, tiene aproximadamente un siglo y medio de existencia como paradigma. Si aceptamos el elemento identitario como constitutivo de la persona, esta nunca podrá ser responsable del dato dado. El principal aporte de las ciencias humanas ha sido ayudarnos a reflexionar sobre lo dado y lo adquirido en el desarrollo de la vida de la persona.

La originalidad de nuestra reflexión radica en esta atención puesta sobre la experiencia creyente de las personas LGTB, para contemplar cómo es su desarrollo y cómo se articulan los procesos de crecimiento espiritual dentro del ámbito del acompañamiento personal y comunitario.

Diversidad sexual

Resulta importante, además, poner en valor lo que la pastoral de la diversidad sexual está ya realizando en distintos lugares del mundo.

Así y todo, sigue siendo para tantos cristianos una pastoral invisible. Pensamos que esto se debe a la necesidad de garantizar espacios protegidos a nivel pastoral para su desarrollo, lo que nos indicaría que nos estamos moviendo en una pastoral de frontera.

De periferia a ordinaria

El reto está en el paso de una pastoral de periferias a una pastoral ordinaria. Deseamos que llegue un día en que ya no sean necesarios los grupos específicos de atención pastoral para personas LGTB porque las comunidades cristianas se hayan convertido en un espacio fraterno de acogida del otro, donde todos, sin importar la diferencia, contribuyan a la comunión y la extensión del Reino de Dios, en la acogida y anuncio de la Buena Nueva de Jesús. Pero, mientras llegue ese horizonte, el acompañamiento de esta realidad se convierte en algo necesario.

La propuesta que planteamos tiene su inspiración, conveniencia y novedad en el capítulo VIII de la exhortación apostólica postsinodal ‘Amoris laetitia’ (2016) sobre el amor en la familia.

En el número 303 de la exhortación, el papa Francisco hace alusión a la ‘Gaudium et spes’ (GS), que en su número 16 nos recuerda la dignidad de la conciencia moral. Se habla, en primer lugar, de “una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor” (AL 303). Aquí se pone de relieve una relación pastoral entre el fiel y el pastor que camina a su lado.

Serio y responsable

Los verbos iluminar, formar y acompañar no solo hacen referencia al marco de lo formativo-teórico, sino al contexto donde el fiel laico comienza a hacer experiencia de vida cristiana. Cuando se refiere al discernimiento del pastor, sus dos adjetivos son: serio y responsable. Deja clara, por tanto, la importancia de la formación del pastor para este cometido, que no puede acoger de cualquier manera, por las consecuencias que tiene para la persona acompañada y para la comunidad entera.

Nos recuerda el Papa la actuación desde la misericordia por parte del pastor responsable, al hacerse cargo de la situación del otro. La llamada a la misericordia es una constante en el magisterio del papa Francisco.

En segundo lugar, se pone de relieve aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el objetivo ideal. Reclama, pues, un dinamismo de progresión en la vida moral, en el que la persona, paso a paso, va configurando más su vida con el ideal propuesto, integrado y descubierto.

Bien posible

De aquí que de esta progresión surja otro principio, el del bien posible, que es la respuesta que la persona en su circunstancia particular y concreta puede dar a Dios en el momento histórico que está viviendo. Estos criterios de discernir y buscar el bien posible nos abren a una lógica de la esperanza en el acompañamiento espiritual que parte del convencimiento de que “nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio” (AL 297). La búsqueda de ese bien posible nos habla de gradualidad dentro de un itinerario espiritual.

Individuar estos principios básicos para el discernimiento“humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta” (AL 300)– no solo será fundamental para atender en nuestra pastoral ordinaria las situaciones complejas a nivel familiar que nos llegan, sino para cualquier otra situación pastoral que conlleve una mirada más atenta y una mayor dedicación.

Su aportación en el conjunto de nuestra reflexión, que podemos concretar en buscar el bien posible en situaciones imperfectas (AL 308), con la conciencia clara de que la realidad es más importante que la idea (EG 231-233), nos permite articular desde la espiritualidad ignaciana un discernimiento para acompañar e integrar la experiencia espiritual de todos los creyentes. Por eso del capítulo VIII de la exhortación nos servimos de los tres verbos, como hilo conductor: discernir, acompañar e integrar, con un orden alterado según el fin de nuestra reflexión. (…)

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Índice del Pliego

¿Cómo nace el título?

1. ¿Por dónde empezar?

2. Vivencia cristiana y homosexualidad (discernir)

3. Acompañando procesos, no imponiendo trayectos (acompañar)

4. Se hace camino al andar (integrar)

Conclusión

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