Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.381
Nº 3.381

El catequista instituido ‘misionero’

La exigencia de la conversión misionera de toda la pastoral, también de la catequesis, sin duda alguna pasa por la institución de los ministerios laicales. Por este motivo retomo, una vez más, el tema del ‘ministerio instituido de catequista’; y, más concretamente, uno de sus posibles tipos o perfiles, el ‘misionero’. Una figura ministerial muy rica y versátil, y que podemos considerar un “todoterreno” de la catequesis y un “gigante” de la pastoral evangelizadora.



Lo es, en primer lugar, porque este catequista constituye una pieza clave para la catequesis, una de las tareas evangelizadoras más antiguas y, consecuentemente, que mayormente ha contribuido a la misión de la Iglesia. Pero no solo, también lo es por su relevante papel en las nuevas estructuras eclesiales llamadas unidades pastorales (UPAs) o unidades de atención o acción pastoral (UAPs), cada vez más presentes en las diócesis, y las cuales constituyen un claro exponente de medidas de conversión misionera.

Una gran esperanza

Por ello, el catequista instituido ‘misionero’ supone una gran esperanza, que ciertamente no defraudará las expectativas evangelizadoras de nuestra Iglesia española. Pero lo será, sobre todo, para aquellas iglesias que caminan en regiones pertenecientes a la así llamada España “vaciada” y “despoblada”, donde existe una gran cantidad de pequeñas comunidades diseminadas por el territorio, y que hoy constituyen auténticas periferias y lugares de misión.

Grupo De Catequesis

Desde hace años venimos viviendo y padeciendo, en su doble significado de “sufrir” y “apasionar”, una nueva situación pastoral para la catequesis en nuestra Iglesia española. Una realidad catequística de la que se puede realizar una doble y contrapuesta valoración. En primer lugar, podemos calificarla de “cuaresmal” y “penitencial”. Pero, a la vez y, desde una perspectiva creyente, es también un momento más que propicio para el “advenimiento” de un nuevo tiempo, para el “renacimiento” y el “resurgimiento” pascual de la catequesis.

Estéril pesimismo

En efecto, de manera particular se constata en la pastoral catequística, una y otra vez, y año tras otro, una realidad crítica que puede llevar a la desesperanza, o a mermar, o, por lo mismo, a frenar nuestro impulso evangelizador. Algunos de los componentes que la caracterizan, sin pretender ser exhaustivos y caer en un estéril pesimismo, podrían ser:

La falta de continuidad en los procesos de fe y vida cristiana con niños, adolescentes e incluso adultos tras largos años de catequesis.

El descenso de la natalidad y/o la dispersión territorial de la población, que dificultan en muchos lugares la organización de la catequesis, sobre todo con niños, adolescentes y jóvenes.

El envejecimiento y disminución numérica de los catequistas, que está generando serias dificultades en el relevo generacional.

Finalmente, la desesperanza y el desgaste que estos experimentan tras muchos años de ministerio.

Abandonar o cambiar

Sin duda, todo ello está afectando negativamente a la actividad catequizadora de nuestras parroquias y comunidades. En algunas de ellas ya se ha instalado un cierto halo de pesimismo y desencantamiento. O, incluso, surge fuertemente la tentación de abandonar la catequesis, o de cambiarla por otras “supuestas” pastorales más exitosas. Pero hay que concluir que, tampoco esta, como cualquier otra tentación, puede provenir de Dios.

Desde la publicación del ‘Directorio General para la Catequesis’ (1997), la Iglesia ha considerado la catequesis como un momento “esencial” en el proceso de evangelización, por ser “un servicio eclesial fundamental para la realización del mandato misionero de Jesús” (DGC 59, 49). Quedaba de este modo patente que, sin la catequesis, no hay evangelización ni transmisión de la fe. Y sin fe, tampoco hay vida cristiana, ni comunidades cristianas; y, en último término, no hay Iglesia.

Nos encontrarnos, pues, ante una realidad que es vital y transcendental para la vida y misión de la Iglesia del siglo XXI y en la que se juega todo. Entonces, ¿qué hacer para revitalizar y renovar la catequesis?

Un ‘kairós’

Como siempre ha hecho la Iglesia ante las circunstancias adversas, es preciso renovar primeramente nuestra mirada de fe y esperanza, fundada en la Pascua de Cristo. Con ella, la situación descrita y su dramatismo dejan de ser solo un problema, y pasan a convertirse en una verdadera oportunidad o ‘kairós’. Un tiempo que nos brinda una verdadera oportunidad para una renovación evangélica y evangelizadora de la Iglesia y su pastor8al; y la cual, bajo ningún concepto, pues es una oportunidad, hay que dejarla escapar, sino atraparla al vuelo.

El papa Francisco, en su primer documento y carta programática de su pontificado, la exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’ (2013), habla de que la humanidad está asistiendo a un verdadero “cambio de época” (EG 52). En este contexto, la Iglesia asume una “nueva etapa evangelizadora” (EG 1, 17 y 287), la cual implica una “nueva ‘salida’ misionera” y un “anuncio renovado” del Evangelio, sobre todo en aquellos territorios tradicionalmente cristianos (EG 20, 11).

Catequista1 Scaled

En efecto, la entera Iglesia universal es consciente de encontrarse al inicio de un nuevo episodio de la bimilenaria historia de la evangelización. Su extensa experiencia, por otro lado, muestra claramente que la “solución” a la situación dramática que vive la catequesis no pasará por sucumbir a la aludida tentación de retirar del circuito pastoral esta actividad tan antigua como la Iglesia misma, tal como afirman la ‘Catechesi tradendae’ y ‘Antiquum ministerium’ (CT 1; AM 1). Como tampoco consistirá en sustituirla por cualquier otra iniciativa pastoral.

Una conversión profunda

Lo conveniente evangélicamente hablando, en cambio, es aprovechar la oportunidad que se nos brinda para realizar una conversión profunda, y renovar la pastoral entera: ¡también la catequística! Cambiar, revitalizar, transformar “las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial”; las instituciones, pero también sus responsables, los agentes de pastoral… (EG 27-28). Porque, como reconoce el ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, “los períodos de renovación de la Iglesia son también tiempos fuertes de la catequesis” (CCE 8).

Estamos, pues, ante lo que en apariencia sería un “tiempo débil” para la catequesis. Sin embargo, en realidad es un “tiempo fuerte”, porque la catequesis tiene su oportunidad de oro para renovarse. Ya sabemos que todo ‘tiempo fuerte’ implica siempre espíritu de conversión. La clave estará, pues, en atinar con el tipo de conversión que precisa la catequesis. (…)

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Índice del Pliego

INTRODUCCIÓN

1. LA NECESARIA CONVERSIÓN MISIONERA DE TODA LA PASTORAL

  • Una realidad que nos tienta, pero que a la vez nos reta y nos remueve
  • Ahora es tiempo de gracia, es tiempo de conversión
  • La conversión misionera de la pastoral

2. EL ANUNCIO Y EL KERIGMA PARA LA CONVERSIÓN MISIONERA DE LA CATEQUESIS Y SU PASTORAL

  • El anuncio kerigmático como revulsivo misionero de la pastoral
  • Nuevas estructuras para una pastoral misionera: las UPAs/UAPs
  • La catequesis misionera y kerigmática

3. EL CATEQUISTA INSTITUIDO ‘MISIONERO’ EN LAS UPAs

  • Su identidad: un intento de definición
  • Su misión dentro de las UPAs: responsabilidades, tareas y funciones

a. En el campo específico de la pastoral catequística

b. En las diversas formas de apostolado de los ministros ordenados

c. En el campo de la innovación catequística

  • Rasgos de su perfil

CONCLUSIÓN

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