El pasado mes de febrero en Abu Dhabi, el papa Francisco junto al Gran Imán de Al-Azhar, el doctor Ahmed Al-Tayyeb, firmaron el ‘Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común’, un texto que ha sido considerado por muchos como “histórico”. Creo que, sin ninguna retórica, podemos decir que la firma de dicho Documento fue un hito en el camino del diálogo interreligioso.
Ante todo, doy las gracias al papa Francisco por el impulso que está dando al diálogo interreligioso. El diálogo entre personas de diferentes religiones está realmente en el centro de sus reflexiones y acciones. Sabemos todos que, desde el comienzo de su pontificado, el Santo Padre dio importancia a las relaciones entre los miembros de las diversas religiones, subrayando la importancia de la amistad y del respeto.
Insisto: el ‘Documento sobre la Fraternidad Humana’ representa un hito en el camino del diálogo interreligioso. El hito marca un punto en el viaje que no coincide ni con la salida ni con la llegada. En este sentido, resuena lo que dijo el Santo Padre durante la conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Abu Dhabi: “Desde el punto de vista católico, el Documento no se ha separado ni un milímetro del Vaticano II. El Documento se elaboró en el espíritu del Vaticano II”.
Mencionaré brevemente algunos elementos significativos del mismo.
No se puede comprender el Documento si no se inserta en el largo camino de las relaciones interreligiosas de la Iglesia católica, que encontró expresión oficial en el Concilio Vaticano II, inclusive a partir del discurso de apertura del 11 de octubre de 1962, cuando san Juan XXIII (el papa Roncalli) invitó a promover la unidad en la familia cristiana y humana: la unidad de los católicos, la unidad con los cristianos que aún no están en plena comunión y, finalmente, algo que nos concierne más en este contexto: “La unidad en la estima y respeto hacia la Iglesia católica por parte de quienes siguen religiones todavía no cristianas” (‘Gaudet Mater Ecclesia’, § 8.2).
San Pablo VI, en la encíclica ‘Ecclesiam suam’ (6 de agosto de 1964) –que fue como el programa de su pontificado–, escribió que hoy la misión de la Iglesia se llama diálogo. Abrirse a los demás, descubrir los valores en los que viven, caminar juntos y cooperar por la justicia y la paz significa dar testimonio de la plenitud de la verdad y de la vida que, como cristianos, contemplamos y recibimos de Jesús.
Con el Concilio, el dique progresivamente se agrietó y luego se rompió: el río del diálogo se propagó con las declaraciones conciliares ‘Nostra aetate’ (28 de octubre de 1965), sobre la relaciones entre la Iglesia y los creyentes de otras religiones, y ‘Dignitatis humanae’ (7 de diciembre de 1965), sobre la libertad religiosa; temas y documentos estrechamente vinculados entre sí, y que permitieron a san Juan Pablo II dar vida a encuentros como la Jornada Mundial de Oración por la Paz en Asís, el 27 de octubre de 1986, y a Benedicto XVI –veinticinco años después– hacernos vivir en la ciudad de san Francisco la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.
Por lo tanto, el compromiso de la Iglesia católica en el diálogo interreligioso que abre los caminos de la paz es parte de su misión original y está arraigado en el evento conciliar, al cual se han referido también los pontífices en el proprio magisterio sobre el diálogo interreligioso.
Podemos decir, de hecho, que, a través del diálogo con el mundo de Pablo VI, el diálogo de paz de Juan Pablo II y el diálogo de la caridad en la verdad de Benedicto XVI, hemos llegado en cincuenta años al desafío del “diálogo de la amistad” anunciado por Francisco.
Vivir la propia identidad en la “valentía de la alteridad” es el umbral que hoy la Iglesia del papa Francisco nos pide que atravesemos. Solo así la fidelidad a Dios, en Jesús, se convierte en historia nueva, construcción de una civilización de la alianza que abraza en la paz y en el intercambio de los dones la riqueza de las diferencias.
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Índice del Pliego
1. Las raíces del Concilio
2. En la óptica del diálogo interreligioso
3. La dimensión profética del Documento sobre la fraternidad
- Los problemas actuales son llamados por su nombre
- De la tolerancia a la convivencia
- “Conócete a ti mismo”, pero también “conoce a tu hermano”
- En el nombre de la paz, se construyó un puente y se derrumbó un muro
Una comisión para descubrir un “océano escondido”
La histórica declaración de Abu Dhabi en doce puntos