Me dispongo a reflexionar sobre “el silencio de Dios” y, en un principio, puede parecer que se trata de la experiencia de no sentir a Dios porque Él se calle o porque el hombre no perciba su Palabra. Pero también cabe plantearse que sea el hombre, por su parte, quien intente silenciar a Dios, huir de Él, y apueste por una cultura en la que Dios esté ausente o en la que se viva como si Él no existiera.
Para algunos, el momento presente se define moderno si se ven liberados de toda confesionalidad. De alguna forma, según los sociólogos, la cultura actual se expresa sin referencias trascendentes o, si las hay, son meramente testimoniales. Dios no cuenta en los programas políticos, los discursos que se imponen en diferentes medios de comunicación han expulsado la referencia teologal. Se ha llegado a escribir sobre la muerte de Dios y sobre el apagamiento de lo religioso. Y si acaso se admite la dimensión religiosa, se deja para los círculos privados y familiares. Hoy, en algunos ámbitos, está mal visto confesarse creyente o se ridiculiza a quien aparece como tal.
Hace años que la Fundación SM publica estudios muy documentados sobre la religiosidad en España. Los analistas demuestran el descenso general de la práctica religiosa; además, entre los que se confiesan creyentes, aumentan los que manifiestan su alejamiento de los actos litúrgicos. Décadas atrás, Andrés Tornos señalaba que la confesionalidad de las personas depende del ámbito en el que viven. Mientras que en el lugar de trabajo cabe que algunos, aun siendo creyentes, oculten su identidad o se manifiesten indiferentes o agnósticos, sin embargo, en casa pueden confesarse creyentes (cf. ‘¿Quién es creyente en España hoy?’ [PPC, 1995]).
¿Será verdad que nos encaminamos hacia una época atea? ¿Se impondrá el relato de la neurociencia de que el hombre puede crearse a sí mismo? ¿Estará superada la ley natural? ¿Estará el ser humano arrojado al nihilismo? ¿Será de antiguallas creer en Dios? Juan Antonio Estrada ha escrito sobre ‘Las muertes de Dios. Ateísmo y espiritualidad’ (Trotta, 2018). Es posible que, al igual que Enrique Rojas habla de ‘El hombre light’ (Temas de Hoy, 2012), según Estrada estemos en un momento de una “religión débil”.
En esta encrucijada, destaca la confesión del laico Francesc Torralba: “Simplemente deseo expresar, en primera persona del singular, las razones que me inducen a creer en Dios o, mejor dicho, a vivir confiado en él. Se puede vivir legítimamente sin Dios en este mundo, pero también es legítimo enfrentarse a las grandes experiencias de la vida desde la fe en Dios” (‘Y, a pesar de todo, creer’, PPC, 2018). El papa Benedicto XVI ha dicho en varias ocasiones que “un mundo sin Dios es un mundo sin futuro”. El papa Francisco afirma: “Junto con las estrategias del falso culto a la juventud y a la apariencia, hoy se promueve una espiritualidad sin Dios” (‘Christus vivit’, 184). El silencio de Dios puede interpretarse como el silencio sobre Dios.
Al reflexionar acerca del silencio de Dios, ¿tendremos que entender que es el hombre quien no escucha la voz de su Creador, más que sea el Creador quien se oculta al ser humano? Más aún, cuando dice el salmista: “La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica” (Sal 28, 4).
Paradójicamente, en la actualidad cunde la oferta de cursos de meditación; los pedagogos están preocupados con la educación de la interioridad; diversas editoriales publican trabajos sobre el mundo interior, con el fin de despertar la consciencia y la atención y abrirse al propio conocimiento, e intentan ofrecer herramientas para el proceso de maduración en la afectividad así como en todo el campo emocional. Sorprendentemente, cristianos formados abandonan la práctica religiosa oficial mientras asisten a cursos donde se practica el silencio, la meditación, la relajación y la interioridad.
Sin duda, cuanto ayuda a que la persona se haga más consciente es bueno. Sin embargo, en muchos métodos se observa exclusivamente la dimensión horizontal y, sobre todo, la invitación a la introspección, en la que el propio yo es el objetivo central y casi único. Sin estigmatizar la bondad de quienes trabajan con los jóvenes para iniciarlos en la interioridad, es posible que muchas de las actuales enseñanzas se queden atrapadas en lo psicológico, en lo afectivo y autorreferencial, que diría el papa Francisco, sin superar el nivel egocéntrico, con el riesgo de anclar a la persona en cierto narcisismo. El Papa advierte reiteradamente sobre dos desviaciones: el nuevo gnosticismo y el nuevo pelagianismo (‘Evangelii gaudium’, 94).
Las ciencias positivas están muy interesadas en el rendimiento saludable que se deriva de la práctica de algún método espiritual, pero no dan el paso a la trascendencia por planteamientos positivistas de evaluar únicamente lo tangible. Se quedan en lo fenomenológico, en los resultados más o menos positivos, pero se abstienen de preguntarse por la posible causa teológica.
Son múltiples las llamadas de alerta de autores acreditados sobre los caminos que en principio parecen buenos, para que no queden estancados en el ensimismamiento. En su libro ‘La mística de Jesús’ (Sal Terrae, 2017), Gabino Uríbarri alerta sobre el sincretismo espiritual un tanto orientalista, que se extiende incluso entre los cristianos en sus prácticas espirituales. Y Francisco advierte: “Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero” (‘Evangelii gaudium’, 8). (…)
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Índice del Pliego
INTRODUCCIÓN
ESPIRITUALIDAD SIN RELIGIÓN
EL DIOS REVELADO ES DIÁLOGO
DIOS NO RESISTIÓ EL SILENCIO DEL HOMBRE
EXPERIENCIA LÍMITE
ORACIÓN EXISTENCIAL
POSIBLE SENTIDO DEL SILENCIO DE DIOS
PEDAGOGÍA DEL SILENCIO DE DIOS
ITINERARIO ESPIRITUAL