Un hermano con el que viví hace años tenía pegado en la puerta de su habitación un breve poema de Blas de Otero que hoy, tiempo después, vuelve fresco a mi memoria: “Antes fui –dicen– existencialista. / Digo que soy coexistencialista”.
De estos versos del poeta vasco (a quien tanto preocupó la profundidad de la relación entre fe y vida) aprendemos que creer no consiste en comprender y aceptar una serie de verdades, sino en vincular la vida con otras vidas, sintiendo –en esta aventura de coexistir– la presencia de un vínculo con Dios.
Por eso, porque huye de lo abstracto, la fe tiene un carácter narrativo: creer es vivir y narrar una historia.
La Biblia, manantial de nuestra fe, es un conjunto entrelazado de historias en las que, si nos acercamos a ellas con audacia y profundidad, descubrimos el latido de nuestra propia vida: los miedos, esperanzas, fracturas e ilusiones que nuestro corazón alberga. Leer es vivir. Y vivir es el arte de ir leyendo a la luz de la Palabra todo cuanto nos sucede, por dentro y por fuera.
En el rostro de los personajes bíblicos –sean estos históricos o no– tenemos siempre un espejo en donde descubrir quiénes somos. Aquí, y de un modo sencillo, sugiero que nos miremos en el rostro de Job, aquel que, perdiéndolo todo, logró la gran victoria de descubrir su pequeñez. Quizás él, un ser de ficción, nos ayude a trazar una senda para recorrer nuestra vida.
Deconstruir no es lo mismo que destruir. Destruir es acabar con algo que existe, poner fin a algo, reduciendo su forma y su contenido a la nada. Deconstruir, en cambio, tiene que ver con el intento de aislar las partes de un conjunto a fin de comprenderlo mejor.
Valga un ejemplo: mientras que, para destruir un reloj, basta coger un martillo y golpearlo varias veces con fuerza hasta quebrarlo, deconstruir ese mismo aparato es algo más complejo: hay que abrirlo con cuidado, desmontar sus piezas, estudiar el funcionamiento autónomo de las mismas y su articulación. Siendo acciones distintas, sucede, sin embargo, que a veces una lleva a la otra, que destruir es la ocasión para deconstruir. Es lo que vemos en el protagonista del libro de Job: un hombre destruido que deconstruye su vida. (…)
Índice del Pliego
EL ESPEJO DE LA FICCIÓN
UN HOMBRE DECONSTRUIDO
EL ÚLTIMO POEMA
- Conciencia de sí y silencio temporal
- Hacia un lenguaje más profundo
- La identidad de Dios: poder y deseo
- Nueva toma de conciencia
- Hacia un encuentro diferente
- El consuelo de ser
LA RECREACIÓN DEL SER HUMANO
EL ARTE DE VOLAR POSTRADOS