“¡Queremos una Iglesia del sentido común!”. Casi un grito que, aunque pronunciado por la teóloga Cristina Inogés, sonaba coral en la tarde del 23 de octubre en el VIII Encuentro Vida Nueva. En esta ocasión, celebrado en la Embajada de España ante la Santa Sede con el título ‘Ellas, con voz y voto en el Sínodo’.
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- EDITORIAL: Ellas, con voz, voto y dignidad
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En la recta final de esta I Asamblea General del Sínodo de la Sinodalidad, conversaron las cuatro españolas que participan del 4 al 28 de octubre en los trabajos en el Aula Pablo VI del Vaticano. Con la colaboración de PPC Editorial y el segmento de Instituciones Religiosas y Tercer Sector de Banco Sabadell, José Beltrán, director de Vida Nueva, moderó la mesa redonda en la que ellas mismas analizaron el foro que por primera vez permite el voto femenino.
A Inogés, madre sinodal por designación papal, le acompañaba Xiskya Valladares, RPM, misionera digital y también madre sinodal por designación papal. Ambas podrán ejercer su derecho al voto. Por su parte, Eva Fernández, coordinadora del Foro Internacional de Acción Católica e invitada especial al Sínodo, y María Luisa Berzosa, FI, consultora de la Secretaría General del Sínodo y facilitadora en la Asamblea Sinodal, actúan como expertas, con voz, pero sin voto.
La embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, como anfitriona, fue la encargada de introducir el acto:
Una novedad nunca antes transitada
Vivimos tiempos muy duros, con una nueva guerra muy cruel en Oriente Medio. Vivimos en sociedades de productos evanescentes, más de la necesidad de aportar respuestas inmediatas que fruto de un pensamiento lógico, capaz de discernir entre el mayor o menor valor de las cosas. Toda esta cultura gira en términos antropológicos como transformación de la naturaleza. Pero no todas las manifestaciones culturales tienen el mismo valor.
Por eso hoy quiero recordar, junto al concepto antropológico de cultura, el concepto clásico de civilización como permanencia y continuidad de las actitudes críticas, revisión permanente del pasado y elaboración ininterrumpida del futuro. Es precisamente esa capacidad para instalarnos conscientemente en el espacio y en el tiempo lo que nos caracteriza como género, a diferencia de otras especies con las compartimos espacio y tiempo.
La hermana de Shakespeare
Ya en 1929, una mujer, Virginia Woolf, escribía: “Imaginemos que Shakespeare hubiera tenido una hermana –que la tuvo–, imaginemos que hubiera tenido el mismo talento que su hermano William. Él fue a la escuela, ella no. Él estudió lógica y gramática, ella no. Así que no la busquéis ni en las antologías ni en los libros de historia, porque no la vais a encontrar allí. Pero no ha muerto. Vive en nosotras”.
En este momento, quizás, esté dando de comer a un abuelo en casa, o lavando los platos, o trayendo a sus hijos del colegio, o practicando una cirugía en un quirófano, o en la oficina… o en el Sínodo. Avanzando, pero tan lentamente… Solo un dato: 244 millones de niñas y niños aún no van a la escuela en el mundo y nueve millones de niñas jamás pisarán un aula de Primaria.
Las mujeres tenemos “el don de aportar una sabiduría que sabe restañar las heridas, perdonar, reinventar y renovar”, decía el papa Francisco. Pero él no solo dice, él hace: incorporando a las mujeres a la Comisión Teológica Internacional, a las comisiones económicas del Vaticano, a la Pontificia Comisión para la Protección del Menor… y no como invitadas, sino como participantes de pleno derecho.
Importa el camino
En 2014, el papa Francisco decía: “Celebro la mayor presencia de mujeres, que todavía no es tanta. Hacen falta más”. Y para ello, o yo al menos así lo interpreto desde fuera, es este Sínodo. Ese caminar juntos, en compañía. Por primera vez, el Sínodo de la Sinodalidad. Un proceso de escucha y diálogo que empezó en 2021 con una consulta mundial. La sinodalidad como método, proceso, viaje… pues es el camino lo que importa.
“Son tus huellas el camino, y nada más. Porque al andar se hace camino y, al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”, como decía Antonio Machado. Y eso es lo que buscamos: que no se vuelva atrás, que sea verdad lo que decía la filosofía de Heráclito de Éfeso de no volver a bañarse en el mismo río, que solo haya un camino y que sea hacia adelante. Respetar la diversidad es respetar la dignidad humana, es aceptarla.
No es una cuestión teórica
Y las mujeres conformamos la mitad de la humanidad, y aquí nos queremos hacer eco de las palabras del papa Francisco cuando busca la igualdad no por una cuestión teórica, sino para que las puertas del campo de juego se abran a todos los jugadores. Nuestra conversación de esta tarde es con cuatro madres sinodales, dos de ellas con voz y voto en el Sínodo. Una novedad nunca antes vivida, nunca antes transitada.
Tras el discurso de bienvenida de la embajadora de España ante la Santa Sede, el director de Vida Nueva introdujo el coloquio no sin antes agradecer a todos aquellos que hacen posible estos encuentros, como la propia Celaá y todo el personal de la Embajada, además de todos los participantes, tanto los presenciales –un centenar de personas– como los más de 500 inscritos ‘online’.
Seis décadas de preparación
La I Asamblea General del Sínodo de la Sinodalidad ha supuesto dos años de preparación, o quizá, seis décadas (si atendemos a la fecha del inicio del Concilio Vaticano II, sueño del papa Pablo VI para la Iglesia). En la fiesta de san Francisco de Asís, el papa Francisco presidía la apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Desde el 4 de octubre, han pasado tres semanas volando de lo que no es una convocatoria eclesial más, y son muchas las pistas que nos hablan de ello, aunque me centraré en cinco.
En primer lugar, nace de una consulta al Pueblo de Dios sin precedentes en toda la historia de la Iglesia. En segundo lugar, el propio formato: no es una asamblea única, sino dos, con un año de discernimiento y feedback. En tercer lugar, el protagonista, con permiso de los padres y las madres sinodales: el Espíritu Santo. Sí, porque ese empeño del Papa en que esto no se vea como un parlamento se ha traducido en un retiro previo para ejercitar la escucha antes, durante y después.
Sacerdotes y laicos votan
En cuarto lugar, los antagonistas, pues el grado de relevancia de este Sínodo viene marcado de alguna manera por la importancia dada por quienes han querido orillarlo y cuestionarlo. Y, por último, por la propia constitución de la Asamblea: el Sínodo es de los Obispos, y así lo refleja el 75% de los participantes. Pero, por primera vez, los sacerdotes ‘rasos’ y los laicos tienen voz y voto. Y si los laicos tienen voz y voto, ellas también. No es un gesto, ni postureo, ni siquiera una concesión papal, sino un aterrizaje del ser Pueblo de Dios del Vaticano II.
‘Vida Nueva’ siempre se ha presentado como “una voz en la Iglesia” y no “la voz de la Iglesia”, de la misma manera que la voz de quienes hoy nos acompañan no es la única de las mujeres en la Iglesia ni la única de los españoles en el Sínodo.
Y como voz de Iglesia, en el marco del Sínodo, podíamos haber optado desde ‘Vida Nueva’ por distintas perspectivas: una mesa con un obispo, un sacerdote, un religioso y un laico; una mesa de misioneros sinodales, en el marco del Domund (con Kike Figaredo y José Vicente Nácher, presentes hoy entre el público); o una mesa de cardenales sinodales, que ya hicimos en su momento con Juan José Omella, Cristóbal López y Pedro Barreto. Pero hemos optado por ellas, precisamente por la novedad que supone que, entre los 464 participantes, haya 85 mujeres y, de ellas, 54 con derecho a voto. Y de las 85, cuatro españolas.
Durante el diálogo, se alternaron las preguntas generales para todas las ponentes, con alguna intervención específica para cada una de ellas. (…)