“¿Qué mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (LS 160). Con esta pregunta, que es eje diamantino de su encíclica ‘Laudato si’’, nos interpela hoy el papa Francisco y, desde su exhortación apostólica ‘Amoris laetitia’, alienta a todas las familias a que no falte en su seno el amor y la alegría.
En verano, pero también en primavera, en otoño y en invierno, ¿cómo cuidamos nuestra familia y la casa común, este mundo en el que habitamos?
Sucedió hace tres meses en el pueblo manchego donde nací, época de plantar y sembrar en la huerta. Acompañé a mi padre, Cándido, un anciano agricultor de 90 años, a mi hermano Cándido y a mi sobrino Martín al campo, a ese lugar donde se había preparado la tierra para acoger diferentes productos, que en unos meses alegrarían nuestra mesa y sostendrán nuestro cuerpo. Al llegar al terreno, lo primero que hizo mi padre fue sentarse, luego nos invitó a tomar asiento con él y, sin prisas, nos animó a mirar, con una mirada diferente; nos habló del Dios Creador y de la belleza de la Creación, de las fincas colindantes y de los viñedos, del trigo y la cebada ya bastante crecida y de la sierra en el horizonte, ahora con esos nuevos molinos de viento que aprovechan la energía eólica. Me decía que respirase con profundidad del aire limpio de nuestra tierra: “Disfruta, hermoso, que este aire no lo tenéis en Madrid”.
Una vez sosegados, mi padre, mi hermano y mi sobrino, fueron sacando, con la delicadeza de quien ama y cuida lo creado, las plantas de los tomates, de los pimientos, de los pepinos…; días antes, ya habían sembrado los melones y las patatas. Allí estaba Dios, allí estaba su presencia, ¡cómo se cavaba la tierra para albergar las plantas! ¡Con cuánto esmero! Después llegó la hora de plantar, y mi padre nos decía: “Cuando se siembra, hay que hacerlo con amor, con mucho amor a la tierra, que es la que nos da de comer”.
Allí estuvimos toda la mañana. El esfuerzo, el trabajo, el sudor estaban plenos de bendición. Al finalizar la faena, ya avanzada la mañana, mi hermano nos recordó a nuestra madre, Jorja, y cómo ella, mujer curtida en las labores del campo, siempre que terminaba rezaba a la Virgen. Así lo hicimos. Vino a mi memoria la pintura de ‘El Ángelus’, de Millet. “Para rezar en familia, se requiere sencillez. Cuando la familia reza unida, el vínculo se hace fuerte”, nos alienta el Papa. Hermosa lección para el cuidado y sostenimiento de nuestra casa común en familia. (…)
“¡Gloria al Señor por siempre.
Y goce el Señor con sus obras!…
Cantaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
¡Que le sea grato mi poema!” (Sal 31).
¡Feliz verano. Que descanséis y disfrutéis de la familia y de la Creación!
Índice del Pliego
INTRODUCCIÓN
I. ALABADO SEAS, MI SEÑOR, MI CREADOR
Un cántico a la Creación y a la familia
II. MIRAR COMO DIOS MIRA A SUS CRIATURAS
Purificar, contemplar, admirar y exhortar
III. VIVIR COMO CRISTIANOS UNA CONVERSIÓN ECOLÓGICA
Qué estamos haciendo con la familia y la naturaleza
IV. CUSTODIAR LA BELLEZA DE TODO LO CREADO
Proteger a la familia (niños, ancianos, discapacitados…) y el entorno
V. AYUDAR A DIOS EN EL CUIDADO DE SU OBRA
Crisis familiar y socio-ecológica
VI. VERANO, TIEMPO DEL ENCUENTRO CON DIOS EN LA BELLEZA Y HERMOSURA DE NUESTRO MUNDO
La brisa suave del día y el silencio habitado de la noche
VII. DIOS, MI MAYORAL, CUENTA CONMIGO
Dios me sana en la belleza de la familia y de la Creación y me hace su testigo