La lectura que la carta encíclica ‘Fratelli tutti’ (FT) presenta de la realidad actual no puede separarse del discernimiento que Francisco hizo antes de la pandemia junto al Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, durante su viaje a Abu Dabi en febrero de 2019 (FT 5). En el ‘Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común’, firmado por ambas autoridades religiosas, el Papa explica que “desde este valor trascendente, en distintos encuentros presididos por una atmósfera de fraternidad y amistad, hemos compartido las alegrías, las tristezas y los problemas del mundo contemporáneo, en el campo del progreso científico y técnico, de las conquistas terapéuticas, de la era digital, de los medios de comunicación de masas, de las comunicaciones; en el ámbito de la pobreza, de las guerras y de los padecimientos de muchos hermanos y hermanas de distintas partes del mundo, a causa de la carrera de armamento, de las injusticias sociales, de la corrupción, de las desigualdades, de la degradación moral, del terrorismo, de la discriminación, del extremismo y de otros muchos motivos. De estos diálogos fraternos y sinceros que hemos tenido, y del encuentro lleno de esperanza en un futuro luminoso para todos los seres humanos, ha nacido la idea de este ‘Documento sobre la Fraternidad Humana’”.
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Con la irrupción de la pandemia, el año 2020 exigía discernir nuevamente los “gozos y esperanzas, tristezas y angustias” del mundo (FT 56; GS 1). Las palabras del Papa durante el acto extraordinario de oración en la Basílica de San Pedro, el 27 marzo de 2020, describían a un mundo cuya unidad aparente había sido erosionada por la fragmentación y el olvido del bien común (FT 7). Se abría una nueva época de la humanidad marcada por el flagelo de la inequidad, no solo entre las personas (FT 21), sino también entre las naciones (FT 126). La inequidad afecta las condiciones de vida de todos y todas desde lo económico, pasando por el favorecimiento de relaciones de exclusión –sea por género, raza o cultura– y generando nuevas formas de violencia social y política que brotan del malestar de las poblaciones ante la impotencia de no lograr una vida digna.
Como explica Francisco en su nueva encíclica, “quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz. En efecto, “sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos” (FT 235).
Habría que agregar el estado de indefensión en el que ya se encontraban millones de personas antes de la pandemia. Esto hace que la vulnerabilidad sea otro de los signos de nuestro tiempo globalizado. Muchas personas y familias enteras se ven forzadas a emigrar por guerras o situaciones precarias de vida. Otros padecen la amenaza de grupos de poder, sean del narcotráfico o de ideologías de control político de las poblaciones. Esto sin contar a quienes son captados a la fuerza para el tráfico de órganos y de personas. La pandemia derrumbó la falsa idea de una mayoría de la humanidad que vivía bien, o bastante bien. Se han caído las pequeñas burbujas (FT 191) y nos hemos encontrado con otro mundo que no era el que esperábamos (FT 32). Ahora nos damos cuenta que la mayoría del mundo es pobre, carente de bienes básicos, sin oportunidad de tener posibilidades para una vida digna.
Asimismo, el rechazo a los más pobres ha quedado patente cuando, “tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes” (FT 37), favoreciendo la xenofobia y la exclusión, y olvidando “que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona” (FT 39). Todas estas situaciones no pueden verse de forma aislada. Es un problema sistémico a nivel global, que exige “luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales” (FT 116). En este contexto tan complejo, la encíclica hace un llamamiento a recuperar la fraternidad y construir la amistad social.
Es la hora de recuperar la dolencia humana, la compasión que brota de una auténtica fraternidad que no se basa en la simpatía o empatía con unos o algunos y algunas, como tampoco se limita a la solidaridad, sino que apuesta por la humanización de todos y todas por igual, desgastando en ello la propia vida. Padecemos profundos síntomas de un mundo deshumanizado y vaciado de solidaridad global. En este cambio de época, se pone en juego, una vez más, nuestra capacidad de repensar y discernir lo verdaderamente humano, aquello que nos da razón de ser y existir en este mundo, más allá de lo inmediato y coyuntural de nuestros quehaceres, que parecen no tener claro un proyecto común (FT 17). La actual pandemia solo puede ser discernida desde el interior de esta realidad global quebrada con innumerables y diversas fracturas locales.
Preguntarnos en este contexto por lo humano, lo que humaniza, lleva, pues, a discernir la reconstrucción del tejido sociocultural de nuestros pueblos, los vínculos sociales. La encíclica propone hacerlo a la luz de una fraternidad abierta, porque “el amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos amistad social en cada ciudad o en cada país” (FT 99). Una visión así no se identifica con el asistencialismo o la filantropía, pero también pretende ir más allá de la mera solidaridad. (…)
Índice del Pliego
1. LA PARADOJA DE UNA FRATERNIDAD QUEBRADA PERO ABIERTA
- El inicio de una nueva época
- La vía de la fraternidad abierta
2. IGLESIA PUEBLO DE DIOS ‘EN SALIDA DE SÍ HACIA EL HERMANO’
- Tres ejes del magisterio de Francisco
- La dinámica del ‘nosotros’ eclesial
3. IGLESIA PUEBLO DE DIOS ‘EN MEDIO DE LOS PUEBLOS Y SUS CULTURAS’
- Los pueblos como identidades culturales
- La Iglesia subsiste y se realiza en los pueblos
4. SANAR LA FRAGILIDAD DEL PUEBLO HERIDO
- Redimir la política desde los últimos
- La instrumentalización ideológica de los pueblos
CONCLUSIÓN ABIERTA