Tres imágenes podrán situarnos, de partida, para entender el rostro que nuestro Dios nos regala desde la experiencia que nos traen los migrantes. Ellos son quienes hacen hablar al Evangelio en medio de esta nueva época, para desvelarnos nuevos trazos de ese rostro.
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Chika y su hija en la patera
Llegué a una casa de acogida, donde las hermanas atendían a quienes llegaban. Cena sencilla y rica en cariño, historias y vida entregada. Apurando la espléndida tortilla, llaman a la puerta. Llega al proyecto Chika, una nigeriana de apenas 25 años con una preciosa niña de casi 2 años.
Las religiosas, con la hospitalidad en el alma, le hacen hueco en la mesa para acogerla antes de llevarla a su alojamiento de acogida. En un difícil pero hondo español, nos cuenta su historia y su éxodo a pie desde su país, hasta la angustia del tránsito en patera. Es de las pocas afortunadas que ha conseguido llegar a las costas españolas, a pesar de que, cuando casi se veía la playa, sufrió el hundimiento de la pobre patera. Lágrimas y nervios aún a flor de piel. La niña duerme.
Al final nos cuenta, a modo de evangelio: “Cuando se estaba hundiendo la barquilla, al poco vemos un barco de rescate. Entonces, se vuelca violentamente la patera. Creía que todo se acababa. Todo era noche y gritos. Yo estaba en el agua y solo conseguía apoyar a mi hija, que no dejaba de llorar, sobre las tablas de la barca a punto de hundirse. Tragando agua, me preparaba a morir, y solo me salió un pensamiento: ‘Dios, coge a mi hija. A mí no’. Entonces, unas manos desde el barco de rescate la tomaron, eran las manos de Dios. Me hundí y, en un segundo, me rescataron también a mí”.
Chika entregó a su hija al Señor y fue escuchada. Ahora descansa y es acogida por otras manos que siguen siendo las de Dios.
Marcos y Dori desde Colombia
Sucedió en la parroquia donde estaba como sacerdote, en el madrileño barrio de Aluche. Marcos y su esposa, Dori, son colombianos. Llevan varios años aquí. Se incorporaron a la parroquia, primero, desde Cáritas y participando de las celebraciones; luego, se integraron plenamente como miembros activos de la comunidad. Cuando a los dos años de su incorporación contaron su experiencia durante un encuentro parroquial, nos pusieron en crisis.
El relato de su llegada a España con un bebé, el vivir en centros de acogida, el vivir en una chabola, el ser robados, vejados y maltratados, el ser detenidos y tener que pasar por el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), el pasar hambre y enfermedades… Pero en su relato no había pena. “ Dios nos ha guiado”, decían, hasta hacernos llegar a casa de nuevo. Veíamos el relato de un intenso éxodo en su vida y en ningún momento había desesperanza. “La fe nos ha guiado y Dios ha sido nuestra casa siempre”.
Emocionados, desarmados y abrumados, les abrazamos y aprendimos de su relato, que desmontó muchas de nuestras quejas y problemas y nos ayudó a resituarnos ante la realidad. Ellos son consejeros y guías en medio de las dificultades para muchos de los feligreses de la parroquia.
Asamblea en Villaverde con hiyab
Una visita a una parroquia en un barrio vivo y pleno de migración al sur de Madrid, en Villaverde. En una sencilla y honda asamblea, los grupos comparten con esperanza sus retos y sus dificultades para ser la comunidad que el Espíritu quiere. La comunidad se ha recompuesto en estos años con las vidas de los migrantes que se han ido incorporando. Pero, además, es un barrio con una inmensa presencia de población musulmana.
Dábamos gracias, admirados, por ver cómo la realidad se ha impuesto y ha ido iluminando a la comunidad para ir aprendiendo a forjarse entre la diversidad y la acogida. De repente, veo cómo, al fondo de la sala, hay un grupo amplio de unas 15 o 20 mujeres silenciosas, con el hiyab, el inconfundible velo sobre sus cabezas. Al final de la asamblea, el sacerdote me comenta que las mujeres querían decir algo. Todos esperábamos curiosos su presentación.
Una de ellas, la de más edad, se acerca tímida y con voz emocionada; toma la palabra para agradecer con sinceridad a la parroquia, en nombre de las mujeres del barrio, la acogida que desde el principio les ha dispensado en estos años complicados: “Cuando llegamos al barrio, la gente de la parroquia nos ha acogido, nos habéis enseñado la lengua en los talleres, habéis cuidado a nuestros hijos y nos habéis enseñado a ser, a vivir, a cocinar y a ser vecinas. Siempre la Iglesia ha sido nuestra familia en momentos de dificultad. Por eso, queremos daros lo mejor que sabemos. Quisiéramos, si nos dejáis, rezar por vosotros para que Alá os bendiga y proteja. Dejadnos elevar unas oraciones en nuestra lengua para dar gracias por quienes son nuestros hermanos”.
Unidos en oración
Y todos, puestos en pie, nos unimos de forma misteriosa a la oración que, con las manos abiertas de aquellas mujeres, se elevaba en aquella sala. Era un canto de los pobres al amor de Dios, entre las lágrimas de los migrantes y la gracia de encontrar rostros amigos. Emocionados, nos sentimos parte de aquel canto que seguro llegó al cielo trenzado con nuestra oración y sellado con nuestros abrazos. “Seguiremos orando por vosotros”, nos decían al despedirse.
Con estos tres relatos, como podían ser miles los que aportemos, acertaremos al afrontar el reto de intentar descubrir rastros del rostro de Dios para poder transmitirlo y presentarlo a nuestros hermanos hoy. Un rostro nuevo y antiguo al mismo tiempo. (…)
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Índice del Pliego
I. TRES IMÁGENES DE PARTIDA
- “ Entregué mi hija a Dios cuando se hundía la patera”
- “Dios ha sido nuestra tierra”
- “Rezaremos por vosotros”
II. BUSCAD MI ROSTRO
III. CON LOS OJOS DE JESUCRISTO MIGRANTE
IV. ¿ DESDE DÓNDE HABLAR DE DIOS A NUESTRA GENTE?
- La diversidad, tierra de tránsito y espacio sagrado
- El prójimo, viga de fuerza del Evangelio para poder hablar de Dios
- La frontera, lugar de escucha y denuncia
V. TRAZOS DE ESTE ROSTRO DE DIOS DESDE LOS MIGRANTES
- Dios dibuja su rostro como historia y la hace “historia de la salvación”
- Dios abraza: la mística del abandono
- Dios transfigura las dificultades y el horror… sin maquillajes
- Dios camina entre los últimos
- Dios sigue dibujando su proyecto: los migrantes son sus profetas
- Dios respira en cada comunidad fraterna
- Dios es Padre que acoge a los hijos bajo un mismo techo