ANTONIO PELAYO, corresponsal de Vida Nueva en ROMA | La visita de enero de 1998 fue un calculado desafío entre Juan Pablo II y Fidel Castro, un pulso entre la Iglesia católica y el Estado cubano, del que ambos se proclamaron vencedores. Casi quince años después, en marzo de 2012, Benedicto XVI y Raúl Castro repiten la jugada y el resultado es un amistoso empate que consolida y amplía las aperturas conseguidas. Ahora le toca el turno a Francisco, que llega a la Isla (del 19 al 22 de septiembre) tras su histórico apoyo al acercamiento entre La Habana y Washington, enemigos durante más de medio siglo y, desde hace unos meses, vecinos cada vez más cercanos. La siembra de esperanza que produjo Wojtyla ha dado sus frutos; aunque la mies no haya sido tan abundante como hubiéramos deseado, nadie puede negar que la situación es más esperanzadora que hace veinte años. Estas páginas pretenden ofrecer al lector algunas claves de interpretación de este proceso.
Juan Pablo II, Benedicto VI y Francisco: siembra de esperanza en Cuba [extracto]
Pliego íntegro publicado en el nº 2.955 de Vida Nueva. Del 12 al 18 de septiembre de 2015