Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.378
Nº 3.378

La comunidad apostólica, casa de comunión

En el mundo grecorromano, el asociacionismo no era un hecho excepcional. Los artesanos se reunían en cofradías de artes y de oficios bajo la protección de alguna divinidad. En los gimnasios, los adultos varones formaban sociedades culturales, deportivas y políticas. Eran también numerosas las congregaciones estrictamente religiosas, caracterizadas ordinariamente por su participación en un banquete ritual común. Entre ellas, destacaban las de los adeptos a las religiones mistéricas (por ejemplo, culto a Dionisio, a Mitra…). En estas sociedades era restringido el número de los participantes.



Más estructuradas se presentaban las comunidades judías, tanto en Judea como en la diáspora: dirigidas por un consejo de ancianos. El factor primario de cohesión era la fe en el Dios del éxodo y la fidelidad a la Torá como norma suprema de vida. Su actividad principal era el estudio de la Escritura, la oración sabática y la asistencia a los necesitados, así como la hospitalidad.

Las comunidades cristianas, con respecto a las judías y las paganas, revelan un acentuado carácter compuesto y heterogéneo. De algunas indicaciones dispersas de Hechos y del epistolario paulino vemos que ricos y pobres, esclavos y libres, personas cultas e incultas, varones y mujeres, célibes y casados… formaban parte por igual de la misma comunidad, unos al lado de los otros.

Minoría cualificada

Los creyentes del grupo social medio y medio-alto eran una minoría, pero una minoría cualificada: era el grupo que arrastraba a los demás miembros de la comunidad; eran estos, además, los interlocutores privilegiados de Pablo en las comunidades. Estos cristianos con mayores posibilidades económicas y mayor cultura albergaban en su “casa” las reuniones comunitarias. Las comunidades contaban también con una presencia importante de esclavos, tal como se atestigua en 1 Cor 7. No resulta por ello extraño que surgieran tensiones, divisiones y hasta rupturas. No era fácil hacer convivir pacíficamente a personas social, cultural y económicamente tan diversas.

Parroquia San Ramon Nonato_reunion

No eran comunidades numerosas, dada las dificultades y, a veces, la oposición que entrañaba el hecho de ser cristiano. Por ello, todos se conocían entre sí.

Pluralidad de modelos

¿Cómo era la vida en el interior de las comunidades cristianas? No es una cuestión fácil de responder, dada la pluralidad de modelos comunitarios existentes. Podemos aventurarnos a través del examen de seis textos significativos del Nuevo Testamento.

Unos nos presentan algunas coordenadas a tener presentes en la vida de cualquier comunidad cristiana; otro nos presenta el caso de la resolución de un serio conflicto en el seno de la Iglesia apostólica. Otros nos remarcan algunas actitudes a tener en cuenta en las relaciones entre los miembros de una misma comunidad. Y por fin, Pablo nos presenta a la comunidad de Tesalónica como modelo para el resto de comunidades, veremos el porqué.

‘Discurso de la comunidad’

Mateo 18 constituye el denominado ‘Discurso de la comunidad’. En él, Mateo pone en boca de Jesús algunas consideraciones importantes a tener en cuenta en la vida de las comunidades cristianas.

Frente a la cuestión que puede surgir en todo grupo humano sobre quién es el más importante y por qué, Jesús responde tomando como ejemplo a un niño: el más importante entre los discípulos es el que se hace pequeño como él. El niño es esencialmente dependiente de sus padres, y de los adultos en general, para sobrevivir y educarse; el adulto, en cambio, es autónomo, y por ello fácilmente autosuficiente.

Con los desamparados

Jesús lo tiene claro: no son los autosuficientes los que pueden acoger el Reino, sino solo aquellos que se saben dependientes y, por lo tanto, en manos de Dios. En la comunidad cristiana, la importancia no la da el ‘estatus’ social o eclesial, sino la capacidad de acoger o no la presencia de Dios en la propia vida, y de saberse en sus manos.

Reunión del movimiento Profesionales Cristianos

El evangelista añade otras sentencias referentes a los ‘niños’ y los ‘pequeños’ (18,5-7.10-11) que se refieren a los cristianos de reciente incorporación, poco formados en su conciencia cristiana, que todavía no han personalizado los núcleos de la fe y de la praxis cristiana. La gran tentación, en la vida comunitaria, consiste en no tenerlos en cuenta, o bien despreciarlos.

Jesús se identifica con los miembros más desamparados de la comunidad; por ello, cada cristiano es responsable del impacto de su vida sobre esos miembros más débiles: escandalizarles, es decir, darles motivos para no creer, o para desanimarlos, es una grave responsabilidad de cada miembro de la comunidad. Cuidado, pues, en despreciarlos o no tenerlos en cuenta. (…)

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Índice del Pliego

1. Las primeras comunidades cristianas

  • Carácter heterogéneo de las comunidades cristianas
  • Fe y culto en las comunidades
  • Comunidades minoritarias

2. La vida de la comunidad cristiana (Mt 18)

3. Las coordenadas de una comunidad (Hch 2,42-47 y 4,32-35)

4. El conflicto y el diálogo en la comunidad (Hch 15)

5. Un proyecto comunitario de vida (Rom 12,9-21)

6. La conducta en el seno de la comunidad (Heb 12,14–13,19)

7. Una comunidad modelo (1 Tes 1,1-10)

8. Radiografía de la comunidad apostólica

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