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1. La verdad liberadora ha de imponerse frente a la ideología falaz y mentirosa.
2. La guerra contradice la condición humana: ya no hay guerra justa.
3. Se impone la necesidad empoderar (dar poder) a las instituciones mundiales de arbitraje y de decisión a fin de que aseguren la paz en el mundo.
4. Es necesario reordenar la geopolítica desde la ética cosmopolita:
- No a la “Guerra Fría” o a la política de dos bloques armados.
- No a un mundo bipolar.
- Necesidad de construir un mundo multipolar desde la justicia, la solidaridad y la fraternidad (‘Populorum Progressio’, ‘Centesimus Annus’, ‘Fratelli tutti’).
5. Precisamos asumir e implementar el significado de Occidente aceptando la complementariedad de Oriente.
6. Necesitamos redefinir Europa incorporando a Rusia (una Europa desde Lisboa hasta Vladivostok).
Desmilitarizar y desnazificar
En el citado comunicado oficial, el presidente Vladímir Putin dijo: “He decidido lanzar una operación militar especial. La finalidad es proteger a la población que desde hace ocho años afronta la humillación y el genocidio perpetrado por el régimen de Kiev. Buscaremos desmilitarizar y desnazificar Ucrania y llevar delante de la justicia a los responsables de los crímenes perpetrados contra los civiles”.
Retengamos los dos verbos: desmilitarizar y desnazificar. Ese fue el momento en que acaeció lo que tantas veces se ha señalado: la primera víctima de la guerra es (fue el 24 de febrero de 2022) la verdad.
El verdadero motivo –que no razón– lo dio Putin días antes de la invasión militar (el 21 de febrero de 2022). Tras escuchar al Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, el presidente dijo: “En 1990, cuando se discutió la unificación alemana, Estados Unidos prometió a los líderes soviéticos que la jurisdicción o la presencia militar de la OTAN no se expandiría ni una pulgada hacia el Este y que la unificación de Alemania no conduciría a la expansión de la organización militar de la OTAN hacia el Este. Esto es una cita”.
Cercanía a la OTAN
Es en estas palabras de Putin donde se halla el verdadero motivo de la intervención militar rusa en Ucrania: la cercanía de la OTAN a Ucrania.
Quien cultiva la Ética, sobre todo la Ética teológica, no puede por menos de tener que atenerse a la verdad.
Afán imperialista
La verdad sobre la que descansa la desgracia de la guerra en Ucrania es el afán imperialista de V. Putin y el miedo a no ser tenido en alta consideración. Ese “afán de imperio” puede ser explicado psicológicamente como una reacción del complejo de superioridad “herida” o del complejo de inferioridad “no asumida”. De ahí que haya de ser tenida en cuenta la trayectoria política tanto de la Federación Rusa como la del propio V. Putin.
Al actual presidente de la Federación Rusa “le duele”: la caída del muro de Berlín (1989), la implosión de la URSS (entre el 11 de marzo y el 26 de diciembre de 1991), la disolución del Pacto de Varsovia (31 de marzo de 1991) y la “Gran Depresión” de la época B. Yeltsin (1991-1999). A V. Putin también “le pesa” su trayectoria política en el/la KGB.
En consecuencia, V. Putin no ha optado por el “sueño” (que habría podido haber sido realidad) de M. Gorbachov (1931-2022) iniciado en su mandato presidencial (15 de marzo de 1990-25 de diciembre de 1991), sino que ha dado marcha atrás y ha pretendido hacer nuevamente realidad el “sueño imperialista ruso-soviético”.
Al conectar el afán imperialista de V. Putin con la guerra de Ucrania, me vienen a la mente las palabras que –tomadas del poeta Horacio (‘Epístolas’, I, 2, v. 14)– pronunció F. de Vitoria en su ‘Relección sobre la guerra’ en la Universidad de Salamanca (19 de junio de 1539): “Pagan los aqueos el delirio de sus reyes” (‘Quidquid delirant Reges plectuntur Achivi’). Del delirio de Putin provienen los males que padecen tanto los ucranianos como (también) los rusos.
Inmoralidad de la invasión
Según la reflexión teológico-moral más clásica y más coherente, no puede haber duda alguna sobre la inmoralidad de la invasión militar de Ucrania por parte de la Federación Rusa. Ni siquiera es una guerra defensiva. Es, claramente, una guerra de agresión. Además, con invasión militar incluida.
Esta guerra también está en contra del Derecho Internacional, que reconoce la identidad de los pueblos y los límites de los Estados y obliga a los Estados a abstenerse de todo uso o amenaza armada en las relaciones internacionales (‘Carta de las Naciones Unidas’, art. 2. 4).
Ni siquiera tiene el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU, el único organismo internacional con capacidad de hacer legal una determinada guerra en la actualidad. Claro está, no hace falta subrayar que Rusia es uno de los Estados que goza de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
De acuerdo con el citado Derecho Internacional, no se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la agresión bélica de Rusia contra Ucrania (‘Resolución 3314/1974 sobre la definición de agresión’).
Contraria a Derecho y a Moral
Dejando aparte los motivos, han de prevalecer las razones, concretamente las razones de carácter jurídico y moral. Y estas no pueden por menos de declarar la invasión bélica de Ucrania por parte de Rusia como una acción contraria a Derecho y a Moral.
Al hilo de la valoración totalmente negativa de la invasión bélica de la Federación Rusa contra Ucrania, el teólogo moralista se siente impelido a remachar –si es que fuera todavía preciso– el cambio de paradigma en la valoración moral de la guerra por parte de la Teología moral católica. Ese cambio se traduce en la afirmación tajante de que ya no puede aceptarse el constructo moral de guerra justa.
No a la ‘guerra justa’
En un artículo reciente, dentro de una revista académica de ámbito internacional, he señalado la desaparición del paradigma de la guerra justa en el horizonte teológico-moral católico actual: desde la encíclica ‘Pacem in terris’ (n. 127: “Es un absurdo”). pasando por el Concilio Vaticano II (GS, 80: “Hay que examinar la guerra con una mentalidad totalmente nueva”), hasta la afirmación definitiva del papa Francisco en la encíclica ‘Fratelli tutti’ (nota 242: “idea [la de la “guerra justa”] que hoy ya no sostenemos”), se halla suficientemente justificada la falta de coherencia ética de toda guerra.
Obviamente, la afirmación precedente no niega el derecho de defensa de los Estados en caso de agresión bélica por otro(s) Estado(s), tal como señaló el Concilio Vaticano II (GS, 78) y ha recogido el ‘Catecismo de la Iglesia Católica’ (n. 2308); tal es el caso de Ucrania. (…)
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Índice del Pliego
1. LA VERDAD LIBERADORA HA DE IMPONERSE FRENTE A LA IDEOLOGÍA FALAZ Y MENTIROSA
2. LA GUERRA CONTRADICE LA CONDICIÓN HUMANA: YA NO HAY “GUERRA JUSTA”
3. NECESIDAD DE “CAMBIAR LOS CORAZONES” MEDIANTE VALORES Y DE “EMPODERAR” (DAR PODER) A LAS INSTITUCIONES MUNDIALES DE ARBITRAJE Y DE DECISIÓN
- “Cambiar los corazones” mediante valores
- “Empoderar” a las instituciones mundiales
4. REORDENAR LA GEOPOLÍTICA DESDE LA ÉTICA COSMOPOLITA
- No a una repetición de la “Guerra Fría” mediante la confrontación política de dos bloques en continuo ascenso armamentístico
- No a un mundo bipolar
- Sí al ideal ético de un mundo multipolar orientado por la justicia, la solidaridad y la fraternidad
5. ASUMIR E IMPLEMENTAR EL SIGNIFICADO (Y EL VALOR) DE “OCCIDENTE” ACEPTANDO LA COMPLEMENTARIEDAD DE “ORIENTE”
6. REDEFINICIÓN DE EUROPA Y AUMENTO DE VALOR EN SU AUTOPERCEPCIÓN
BALANCE PARA PROPICIAR EL OPTIMISMO