Con la elección del papa san Juan XXIII en octubre de 1958, todo el mundo esperaba un pontificado breve. Sin embargo, menos de tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, comunicó por sorpresa su intención de convocar un concilio. La convocatoria sorprendió a muchos, pero el motivo preciso era algo vago: “aire fresco para la Iglesia”, un cierto ‘aggiornamento’; un abrir las ventanas para que entre el aire renovador del Espíritu. Todo un proyecto de renovación para la Iglesia.
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El 11 de octubre de 1962 se inauguraba el Concilio Vaticano II. Los avatares y los cambios producidos en la Iglesia y en el mundo desde entonces son múltiples y diversos. Pero si algo nos aporta el Concilio es la perenne voluntad de la Iglesia, que tiene una vocación de anunciar una palabra de vida y esperanza a los hombres y mujeres de este mundo, en cada momento y situación.
Estamos viviendo unos tiempos sinodales, de comunión, de escucha y de participación del Pueblo de Dios. Como el Concilio en su momento, hoy la sinodalidad viene a abrir las puertas de la historia de la humanidad, que, iluminada por la razón y la fe, busca una respuesta a los problemas de “nuestro tiempo”.
Caminar juntos
Es a partir de la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, ‘Gaudium et spes’ (GS), cuando la Iglesia conciliar propone a los hombres y mujeres encontrar las orientaciones para caminar juntos. Es la propuesta para hacer en todo momento que la Iglesia sea de verdad un Pueblo de Dios; en diálogo con las realidades de nuestra sociedad, y abiertos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Una ardua tarea, ciertamente, pero siempre nos hemos de dejar guiar por el Espíritu Santo y, con discernimiento, interpretar entre todos “los signos de los tiempos” para dar una respuesta a las inquietudes de las personas. No tenemos la respuesta para todo, pero sí la voluntad de hacer camino juntos para encontrar un sentido a la vida, que dé esperanza, confianza y presencia de Dios en nuestro tiempo.
Iglesia sinodal
No es fácil ser cristiano en esta nuestra sociedad, tan secularizada plural y diversa. No es fácil ser Iglesia, esa Iglesia sinodal que queremos ser. Pero, precisamente porque no es fácil, lo primero que debemos hacer es plantearnos la pregunta básica: ¿cuáles son los signos de la presencia y acción de Dios en esta humanidad?
“Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza” (GS 4).
Tiempos de bisagra
Los signos de los tiempos que nos recuerda el Concilio son el eje central de vivir estos tiempos de bisagra, donde un mundo desaparece y otro está por venir. Estamos en una sociedad y una Iglesia en un cambio de época, más que en un tiempo de cambios. En las orientaciones que san Juan XXIII dio para el Concilio se encuentra la respuesta.
No quiere un Concilio para salir al paso de una herejía o evitar un cisma en la Iglesia, sino para entender cómo la Iglesia debe aportar una palabra de vida al mundo. Dada la rapidez de los cambios que se han producido en estos últimos tiempos, seguramente no hemos sido del todo conscientes de que estamos inmersos en una vorágine de transformaciones que socavan los mismos fundamentos de la vida social y, en ella, de la eclesial.
Más dudas que certezas
Nuestra historia la escribimos nosotros, con la ayuda de aquellos que nos acompañan en este andar, haciendo camino juntos, en sinodalidad. Dios –con su Espíritu– es quien hace que nuestras palabras y acciones tengan un significado nuevo para el mundo.
Nuestra historia es la vida que ha sido engendrada a lo largo de los tiempos. Seguramente, no lo comprendemos todo. En ocasiones, no tenemos las respuestas; incluso, ¡tenemos más preguntas y dudas que certezas y afirmaciones! Por eso, necesitamos el Espíritu de discernimiento. En nuestra vida existe siempre el miedo a las palabras, a que el lenguaje nos obligue a entender algo que no queremos. Es el miedo a cambiar, a no ser lo que hemos sido o queremos ser.
El Espíritu nos guía
Por eso, necesitamos el Espíritu. Él es quien nos hace dar la vuelta a las cosas y verlas de manera diferente. Es quien nos apoya y está a nuestro lado en todos los momentos de la vida. A veces, quizás, sin darnos cuenta, pero tenemos el Espíritu de Dios que nos guía, que nos cuida, que nos muestra el camino.
Y estas palabras que nos brinda el Espíritu siempre nos trastornan, porque nos empujan a acercarnos a la vida de cada persona. A través de la boca, del cuerpo, de la voz, de la manera de estar en el mundo, sentimos el Espíritu con nosotros. Se trata de abrir puertas cerradas. Silencio e historia se hacen presentes, también la conciencia de nuestra propia fragilidad, pero la fuerza del Espíritu nos empuja siempre hacia delante para ofrecer una palabra de vida y de sentido a todos.
Palabra con sentido
No debemos dejarnos arrastrar por el miedo, la pereza o los propios conflictos personales, abandonando la posibilidad de cumplir nuestro propio proyecto de vida. Sería el principio de la manipulación, y Jesús nos advierte de ello. Ir por el mundo es decir una palabra con sentido y sensibilidad, con coraje y realidad, con esperanza y memoria, sobre dónde venimos; con espíritu crítico y confianza en Dios.
Estamos convencidos de que la vivencia de fe no se reduce a “transmitir” unas ideas o a crear una burbuja para congregar a los convencidos. La fe es compartir la vida con todos aquellos que hacemos camino en estos tiempos especialmente difíciles, para mostrar el Evangelio de Jesús. No debemos imponer nada. Todo lo contrario, lo que debemos hacer es proponer una manera de vivir y de ver el mundo y a las personas, tal y como hacía el propio Jesús en su tiempo. (…)
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Índice del Pliego
A MODO DE PRESENTACIÓN
SER CRISTIANO EN “ESTOS TIEMPOS”
PRESENCIA EN EL MUNDO
- Confiar en la fraternidad humana
PERSONAS DE ESPERANZA
- Iglesia inclusiva
OPORTUNIDADES Y RETOS PARA “ESTOS TIEMPOS”
- Confianza ante el desencanto de un mundo en crisis
- Preocupación por el mundo: por la paz, el cambio climático…
- Iglesia sinodal
- Conversión personal y comunitaria
- Buscar caminos nuevos en el lenguaje y las formas
- Compromiso social y solidario
- Participación en las responsabilidades de los servicios de la comunidad
- Redes sociales e inteligencia artificial
- Una Iglesia que acoge a todos, con diálogo
- ‘Ecclesia semper reformanda’
APUNTE FINAL