Con ocasión de la celebración del 25º aniversario del Concilio Provincial Tarraconense (CPT), que en 1995 congregó a las diócesis con sede en Cataluña, he querido compartir estas reflexiones en ‘Vida Nueva’ porque participé activamente en el mismo como miembro de la comisión preparatoria, como integrante de la propia asamblea conciliar y como relator del primer documento: ‘Anunciar el Evangelio a nuestra sociedad’.
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Formulo la tesis de fondo para que el lector tenga una idea clara de aquella experiencia eclesial, del análisis de la misma, de la aplicación de las resoluciones y de la prospectiva de futuro. La tesis de fondo –tal y como sugiere el propio título de este ‘Pliego’– es la siguiente: el Concilio Provincial Tarraconense, celebrado en 1995 en Sant Cugat del Vallés (Barcelona) y en Tarragona, fue una recepción agradecida del Concilio Ecuménico Vaticano II treinta años después de su conclusión (1965), por parte de las diócesis con sede en Cataluña y, también, una intuición premonitoria del mensaje de la exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’ (2013), del papa Francisco, y, en concreto, de su propuesta de renovación de la Iglesia.
La necesidad de renovar la Iglesia mediante un concilio ecuménico, iniciado por Juan XXIII (1962) y conducido con éxito por Pablo VI (1963-1965), fue un acontecimiento eclesial de gran magnitud, que generó un ambiente de esperanza traducido en los diversos documentos del Concilio. Entre ellos, cabe destacar, especialmente, la constitución sobre la Palabra de Dios (‘Dei Verbum’); la dedicada a la reforma y fomento de la liturgia para impulsar la necesaria renovación (‘Sacrosanctum Concilium’); la constitución dogmática sobre la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu (‘Lumen gentium’); la constitución pastoral acerca de la misión de la Iglesia en el mundo secular (‘Gaudium et spes’); y el decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (‘Ad gentes divinitus’), pero en un diálogo abierto con todas las culturas y religiones del mundo.
Esta doctrina del Concilio Ecuménico Vaticano II, que sigue siendo la entraña de la renovación de la Iglesia contemporánea, fue el alma y el clima de las resoluciones aprobadas por el Concilio Provincial Tarraconense y una premonición del gozo de evangelizar del papa Francisco.
La conmemoración del 25º aniversario de la celebración del CPT nos ofrece la oportunidad de recordar con agradecimiento el pasado, hacer un balance objetivo del presente y proyectar el compromiso hacia el futuro.
Esta pretensión no es fácil, porque en las últimas décadas se han producido grandes cambios, tanto en la sociedad como en la Iglesia. En un primer apartado, sin detalles, presentaré una visión de conjunto de la experiencia conciliar, que he titulado “El Concilio Provincial Tarraconense, un concilio humanista, teológico-pastoral y espiritual”. En un segundo apartado, ofreceré lo que a mi parecer es la columna vertebral de las 170 resoluciones conciliares, que he titulado “La resolución primera, eje vertebrador y música de fondo de todas las resoluciones”. En un tercer apartado, que he titulado “Presente y prospectiva de las resoluciones conciliares”, valoraré la aplicación de esas resoluciones conciliares. En un cuarto apartado, ofreceré una nueva visión del rol de la teología pastoral en la Iglesia contemporánea, que he titulado “Urgencia de un nuevo modelo de teología al servicio de la Iglesia y la sociedad”. Ya en la conclusión, recapitularé la tesis de fondo de este ‘Pliego’.
El objetivo teológico-pastoral del Concilio Provincial Tarraconense es el que fue aprobado casi por unanimidad en la resolución primera. Su música de fondo es el Concilio Ecuménico Vaticano II y el pensamiento del papa Pablo VI. Los pilares básicos son los siguientes:
1. La llamada a la conversión personal de todos los cristianos al gozo del Evangelio de la Pascua/Pentecostés. Pablo VI expresó bellamente esta alegría evangélica en su ‘Testamento Espiritual’ (1978), justamente en una etapa difícil al final de su vida, en la que sufrió muchas críticas e incomprensiones que él asumió con serenidad, silencio, personalidad y sin ningún resentimiento hacia los que le criticaban. Leer este ‘Testamento Espiritual’ de Pablo VI conmueve profundamente y anima a vivir la fe con alegría.
2. La opción por el diálogo eclesial, abierto al mundo secular sin fronteras, que propuso en el documento programático de su pontificado, la encíclica ‘Ecclesiam suam’ (1964). De esta manera, inició un nuevo camino eclesial que, a pesar de sus dificultades, es un camino sin retorno.
3. El compromiso preferencial por los pobres, por los marginados y por la causa de la justicia y la paz mundial de la encíclica ‘Populorum progressio’ (1967). Con esta encíclica, la cuestión obrera, que ya había evolucionado hacia la cuestión social, se transformó en la cuestión mundial.
4. El anuncio gozoso del evangelio en la historia y el mundo secular, de la exhortación apostólica ‘Evangelii nuntiandi’ (1975), que ha sido profundizado por Juan Pablo II y Benedicto XVI, y convertido en el mensaje central del papa Francisco.
El CPT recibió el patrimonio del Vaticano II con agradecimiento y como punto de partida de la preparación del Concilio Provincial mediante el documento de trabajo para los debates y la votación de las resoluciones, sometidas posteriormente a la aprobación de los obispos y el reconocimiento de la Santa Sede.
La preparación realizada en las diócesis a lo largo del año 1994 consistió en responder a un cuestionario elaborado a partir de la pregunta clave de la convocatoria del Concilio Provincial, hecha por el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET) y arzobispo de Tarragona, Ramon Torrella: “Espíritu, ¿qué dices a las Iglesias de la Tarraconense?”. Los obispos escucharon la opinión de los miembros del Pueblo de Dios que contestaron a la consulta realizada durante el año 1994 y crearon una comisión preparatoria del documento de trabajo conciliar.
Este documento de trabajo se elaboró con la metodología teológico-pastoral de la ‘Lectura Creyente de la Realidad’. Por esto, las propuestas de resolución iban precedidas de tres pasos previos: 1) Las constataciones –retos y signos de esperanza– extraídas de la consulta al Pueblo de Dios. 2) Los criterios teológicos pastorales de valoración. 3) Una llamada a la conversión previa a la toma de decisiones. Todo ello para desembocar en la propuesta de las resoluciones objeto de votación secreta.
Fruto de los debates de la asamblea conciliar, realizados en Sant Cugat del Vallés de enero a junio de 1995, en sesiones quincenales de fin de semana, se aprobaron las 170 resoluciones. En la Catedral de Tarragona se celebraron la sesión inaugural y la sesión de clausura. Estas resoluciones están agrupadas en cuatro dimensiones de la vida eclesial: 1) La Evangelización de nuestra sociedad. 2) La Palabra de Dios y los sacramentos en nuestras Iglesias. 3) La solicitud por los más pobres y marginados. 4) La comunión eclesial y la coordinación interdiocesana de nuestras Iglesias. (…)
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Índice del Pliego
I. EL CONCILIO PROVINCIAL TARRACONENSE, UN CONCILIO HUMANISTA, TEOLÓGICO-PASTORAL Y ESPIRITUAL
II. LA RESOLUCIÓN PRIMERA, EJE VERTEBRADOR Y MÚSICA DE FONDO DE TODAS LAS RESOLUCIONES
III. PRESENTE Y PROSPECTIVA DE LAS RESOLUCIONES CONCILIARES
- Retos y signos de esperanza
- Conversiones evangélicas concretas para seguir caminando
IV. URGENCIA DE UN NUEVO MODELO DE TEOLOGÍA
CONCLUSIÓN
Resolución primera del Concilio Provincial Tarraconense: ‘Evangelización y sociedad. La Iglesia anuncia a Cristo a todos los hombres y mujeres’