La comodidad pastoral nos ha obstruido los sentidos. Nos encontramos ante el eterno dilema que ocupa nuestras reflexiones: una pastoral de mantenimiento o una pastoral que arriesgue en la entrega decidida desde el Evangelio. Andamos perdidos, como despistados, intentando dirigir la brújula, para que marque lo que nosotros deseamos, sin darnos cuenta de la acción del Espíritu Santo. No queremos ver. No nos dejan mirar. No deseamos oír. No podemos oler. Tal vez, solo tal vez, pudiera parecer que hemos perdido el gusto por la misión.
En esas estamos… cuando hemos sido convocados a la celebración de un Mes Misionero Extraordinario, promovido por el papa Francisco, con el auxilio de las Obras Misionales Pontificias (OMP), que el próximo mes de octubre de 2019 pondrá ante nosotros, de manera clara y decidida, la revolución misionera, con el lema: ‘Bautizados y enviados. La Iglesia de Cristo en Misión en el mundo’.
Convocatoria extraordinaria que nos trae a nuestro caminar la carta apostólica ‘Maximum illud’, que en su centenario (1919-2019) nos ayudará a renovar la misión evangélicamente. Además, como nos indica el magisterio misionero, la acción misionera es paradigmática de todo el trabajo de la Iglesia. Algo que no es opcional, sino esencial y prioritario; por ello… ¡metámonos en el lío!
Cuando más tranquilos nos encontrábamos, hemos recibido un “llamado de atención”. No podemos seguir igual. Ya no vale la pastoral de mero mantenimiento, pensando solo en sostener, en equilibrar, en reducir lo poco que estamos haciendo. Es la ocasión propicia para arriesgar, avanzar, crear. Cierto es que muchos lo ven como un lío, apostando por lo mismo de siempre y la mal entendida tradición (con minúscula). Consideramos que nos encontramos en la época de siempre, con las mismas fortalezas y ordenaciones, con programas y planes pastorales que son calcos de los de hace una década, pero que no se atreven a abrazar la pastoral misionera.
Preocupa la pastoral de los grandes números. Una pastoral que puede parecer amaestrada y un poco durmiente. Preocupa el hacer, hacer, hacer… como si programar muchas actividades, y su reflejo en las redes sociales, fuera garantía del éxito evangelizador. Sobre los animadores y agentes pastorales caen con gran peso las grandes estadísticas, como losas de un reflejo irreal de la vida pastoral de cada comunidad parroquial de todas y cada una de las diócesis.
La conversión misionera es el lío ineludible en el que tenemos que meternos. La conversión misionera es la clave sobre la que tiene que moverse toda acción pastoral, todo encuentro pastoral, toda mirada pastoral. La conversión misionera es el termómetro evangelizador que nos está haciendo cambiar los modos de actuar, que deben tender también al ‘aggiornamento’ de las estructuras, previa conversión misionera personal.
Dejemos de darle vueltas al debate estéril que quiere marcar más diferencia entre lo que se viene denominando pastoral ordinaria y todo lo que se sale de ella; aparquemos el “siempre se ha hecho así”, para enriquecernos con nuevas vivencias; salgamos de las sacristías insonorizadas con los más eficaces medios tecnológicos para evitar el contacto con la acuciante realidad evangelizadora.
Pongamos como guía de nuestras reflexiones misioneras la exhortación apostólica del papa Francisco ‘Evangelii gaudium’, en particular el n. 15: “Juan Pablo II nos invitó a reconocer que ‘es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio’ a los que están alejados de Cristo, ‘porque esta es la tarea primordial de la Iglesia’. La actividad misionera ‘representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia’ y ‘la causa misionera debe ser la primera’. ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia.
En esta línea, los obispos latinoamericanos afirmaron que ya ‘no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos’ y que hace falta pasar ‘de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera’. Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: ‘Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse’ (Lc 15, 7)”.
Nos hemos metido en un lío misionero, ¡avancemos con él! (…)
Índice del Pliego
I. ¡EN VAYA LÍO NOS HEMOS METIDO!
II. CIEN AÑOS DE RENOVACIÓN MISIONERA: SEAN EL ALMA DE LA MISIÓN
- La caridad
- La oración
- Las vocaciones misioneras
III. MES MISIONERO EXTRAORDINARIO, ¿PARA QUÉ?
IV. ¿Y EN MI PARROQUIA?
V. LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
VI. LOS MISIONEROS
VII. LA REVOLUCIÓN MISIONERA
VIII. LAS MISIONES LO ATESTIGUAN