El papa Francisco dijo que ‘Evangelii gaudium’ (EG) no es un documento más, porque tiene “un sentido programático” y “consecuencias importantes” (EG 25). No es solo una inspiración o una motivación. Es un “programa” de trabajo para todas nuestras comunidades.
- BLACK FRIDAY: suscríbete a la revista Vida Nueva en papel con un 20% de descuento
- Pliego completo solo para suscriptores
- PODCAST: Agua sin vetos: bautismo sin excepciones
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Si esto hubiese tenido eco, se notarían cambios importantes. Pero muchas diócesis, comunidades, movimientos y agentes pastorales siguen adormecidos, enredados en miles de cosas secundarias y descuidando lo más importante. Molestan más las ocurrencias de los alemanes que la falta de fervor y de vida que se ve por todas partes. Algunos laicos más generosos sufren porque no ven reacciones. Duele.
Sin embargo, Francisco insiste diciendo que no podemos “dejar las cosas como están” (25) y que una nueva opción ‘misionera’ tiene que ser “capaz de transformarlo todo” (27).
Audacia y generosidad
El “estado permanente de misión” (25) que propone Francisco implica que asumamos el desafío de ser “audaces y creativos” y de actuar con más “generosidad y valentía” (33) para llegar a todos. La pregunta que sigue es cómo cada comunidad puede asumir y aplicar concretamente la propuesta de Francisco.
Para acertar en la aplicación es importante recordar que no es un documento sobre la “evangelización” en general, que incluiría la liturgia, los sacramentos, la formación, la tarea social, todo. Eso fue ‘Evangelii nuntiandi’ (1975), cuyo subtítulo se refería a “la ‘evangelización’ del mundo actual”. En cambio, en ‘Evangelii gaudium’, el subtítulo dice precisamente así: “Sobre ‘el anuncio’ del Evangelio en el mundo actual”.
Anuncio que reforma
El tema central es “el anuncio”. Por lo tanto, la reforma misionera que propone está completamente atravesada por una transformación de nuestro anuncio.
No se refiere al anuncio de todas las doctrinas del ‘Catecismo’, porque no es eso lo que hace un misionero apenas empieza su tarea en un lugar nuevo. Se refiere precisamente al anuncio misionero más básico y central que Francisco nos pide hacer resonar por todas partes y, además, colocar como centro de la catequesis y como núcleo transversal de nuestra predicación.
Conviene advertir que esta no es una cuestión teórica, sino eminentemente práctica; porque concentrar todo en este anuncio, más que en otros temas, tiene consecuencias muy concretas para toda la actividad de la Iglesia. Es transformador, y eso se nota.
Modelo para toda la Iglesia
En definitiva, la gran novedad es que toma la misión ‘ad gentes’ como modelo para toda la vida de la Iglesia. Nos pide que allí donde estemos nos concentremos en ese anuncio y que nos aseguremos de que todos lo reciban personalmente, ya que “la alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (23). Para que la Iglesia llegue a todos con este anuncio, es indispensable que cada cristiano lo asuma como una tarea permanente, que cada uno acepte que es un misionero (127).
Esta tarea misionera constante se hace “siempre recordando ‘el anuncio fundamental’: el amor personal de Dios que se refleja en Cristo entregado por nosotros y vivo ofreciendo su salvación y su amistad (cf. 128). O, más personal y directo, en el punto 164: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”. O como lo expresa en el punto 36: “La belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado”.
Atracción, no proselitismo
Al hablar de “la belleza”, está indicando que no se trata solo de decirlo, sino de comunicarlo de tal modo que el otro pueda conmoverse por su hermosura. Esto significa que tenemos que lograr que todos vean la belleza del amor que Dios les tiene, que puedan valorar ese amor en Jesucristo entregado hasta el fin en la cruz, y que experimenten ese amor en el encuentro con Jesucristo resucitado, realmente vivo. Y esto aun cuando ellos decidan libremente no abrirle el corazón a pesar de percibir su hermosura, porque de todos modos la semilla queda obrando. Francisco no habla de proselitismo, pero sí de anuncio constante: “No como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción” (14).
Un amor que salva
Es el anuncio de un amor que nos salva hoy: “Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (1). Esta es la pasión de un misionero, y lo que propone Francisco es que toda la actividad de la Iglesia se deje transformar a la luz del anuncio misionero. El solo empeño por comunicar este anuncio cambia la cabeza, el corazón, los objetivos, el estilo, todo.
¿A qué se debe esta preocupación de Francisco por volver al corazón, al núcleo, al centro del Evangelio? Porque esa simplicidad, que a la vez es la mayor profundidad, es lo que embellece, renueva y da vida a todo. Por eso él no propone una etapa analítica, que ya lleva siglos en la Iglesia, sino ‘sintética’: volver a mostrar la frescura y la belleza atractiva del corazón del Evangelio, que a veces queda sepultada debajo de un cúmulo de doctrinas y de preceptos.
Pliego completo solo para suscriptores
Índice del Pliego
1. Un programa
2. Anuncio que reforma
- Anuncio misionero
3. La jerarquía del anuncio
- Aquello que explica y sostiene todo
- Otro lenguaje
4. La catequesis, la formación y el crecimiento
- ¿Y después qué?
5. El lugar de la moral y las normas
6. Comunidades abiertas a las periferias
- ¿Qué periferias?
7. Con todos: carismas en libertad, pastoral popular y salida sinodal
- Todos los carismas
- Hacia una pastoral misionera y popular
- Salida sinodal
- Con los pobres: la dimensión social del anuncio
8. Echarle “espíritu”