El centenario de Lorenzo Milani, a bombo y platillo en toda Italia, aconseja recuperar aquel Pliego (VN, nº 973, 15-3-1975) por los buenos frutos que dio.
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Primero, bibliográficos, pues salió en Marsiega/PPC, 1975 (y, luego, en la BAC, 2004) la única y pronta traducción existente –que todas fueron prohibidas por el Santo Oficio, así como vender aquel libro ‘inoportuno’– de ‘Experiencias pastorales’ (1958) que lucía prólogo de un arzobispo y ‘nihil obstat’ del cardenal de Florencia. Desde 1996, PPC publica ‘Carta a una maestra’ (edición especial 50º aniversario, 2017), mi ‘Don Milani: la palabra a los últimos’ (2014) y de su alumno M. Gesualdi ‘El exilio de Barbiana’ (2017), junto a más textos en ‘Vida Nueva’, aparte de otras revistas y editoriales.
Movimiento milaniano
Segundo, nació un movimiento milaniano de renovación pedagógica (MEM), cuya revista ‘Educar(NOS)’ ha llegado al nº 100 (25 años) en este centenario (www.amigosmilani.es).
De Madrid a Chile
Y tercero, dio frutos tan sorprendentes como estos dos recientes que hemos podido conocer: “Yo era un asiduo lector de la revista ‘Vida Nueva’ y, en marzo de 1975, cuando tenía solo 16 años, cayó en mis manos el Pliego ‘Dar la palabra a los pobres’ (…). Estaba cerca de entrar en la Universidad y me consideraba una persona privilegiada y afortunada. Las palabras de Lorenzo Milani me impactaron profundamente (…). Su compromiso con los últimos, con los más pobres, y su radicalidad mostrada en no querer enseñar a los hijos de los ricos. Empecé a estudiar la carrera de Arquitectura en Madrid, pero, influenciado por el ejemplo de don Milani, fui dando forma al proyecto de ir a otro país a conocer a los más pobres (…). En marzo de 1977, aproximadamente, tuvimos en mi casa la visita de Juan Luis Ysern, un pariente sacerdote nacido en Valencia nombrado obispo de Ancud, un archipiélago al sur de Chile llamado Chiloé. Él me invitó repentinamente en una cena delante de mis padres y hermanos a irme a su diócesis (como laico). Respondí inmediatamente que sí, ya que se trataba del anhelo acariciado hacía unos dos años: solo tenía que cambiar continente, África por Sudamérica. Mi padre fue el más reticente a aceptar mis planes y me pidió que terminara el segundo año de Arquitectura, que esperara seis meses y que fuera a visitar a un psicólogo amigo suyo. Cumplí estas exigencias y ante el psicólogo argumenté que quería contribuir a hacer un mundo mejor y que, para ello, era necesario conocer a los pobres. Pasé la prueba. El 15 de septiembre de 1977 viajé a Chile. Recuerdo el viaje y los días posteriores como los más felices de mi vida. A la distancia me parece algo arrogante mi postura juvenil de querer conocer a los más pobres y ayudarlos. También sobredimensionaba mis capacidades. Pero con el tiempo se difumina quién ayuda y quién es ayudado (…). Escribo estas letras en la isla de Chiloé a los 44 años justos de mi salida de Madrid…” (J. de la Calle, “Lorenzo Milani y el obispo Juan Luis Ysern”, en ‘Educar(NOS)’ 95 (2021), p. 23).
Seguidor de Milani
Y este otro fruto más próximo del catedrático de Sociología R. Díaz Salazar: “Ha sido uno de mis grandes maestros. Todavía tengo el Pliego de ‘Vida Nueva’ que escribiste […]. Evidentemente, estoy a años luz de la persona que escribe en la revista. Soy un seguidor de Milani de bajo nivel, pero él es uno de los seres humanos que más me han influido. De nuevo, te doy las gracias porque tú hiciste posible ese encuentro con don Lorenzo”. Le respondí que “hay que escribir, aunque parezca que nadie nos lee”.
En 1975 aún vivía Franco, al que Milani citaba para explicar nuestra ceguera a los misioneros chinos que habrían de evangelizar otra vez nuestro mundo dentro de mil años: “Seguro que no lograréis comprender cómo antes de caer nosotros no hayamos puesto el hacha en la raíz de la injusticia social. Ha sido el amor al ‘orden’ el que nos ha cegado (…).
No hemos odiado a los pobres, como la historia dirá de nosotros. Solo hemos dormido. Ha sido entre sueños cuando hemos fornicado con el liberalismo de De Gasperi [fundador de la Democracia Cristiana] y con los congresos eucarísticos de Franco. Nos parecía que su prudencia nos podría salvar (…). Cuando nos hemos despertado, era demasiado tarde. Los pobres ya se habían ido sin nosotros” (‘Experiencias pastorales’, BAC, Madrid 2004, p. 293).
En 1975 tuvimos que sustituir Franco por “los fascismos” y ya España ha cambiado mucho; hasta parece que las clases sociales no existen, si uno logra un trabajillo con que poder consumir como todos. Nuestros campesinos, que entonces emigraban a Alemania y Suiza, ahora son miles de inmigrantes desde África y otros muchos sitios y hasta en patera, si llegan. Pero hay quien cree que los pobres son los mendigos de la calle y se habla poco o nada del Tercer Mundo. Francisco los llama los “descartados”, y son innumerables.
Dar la palabra a los pobres
Desde hace unos años corre por España un librillo que en cualquier tertulia pedagógica alguien ha leído… Es un alegato terrible, escrito por los chicos de una escuela de aldea, en la montaña toscana, a unos 50 kilómetros de Florencia. Va dirigido a ‘la maestra’, pero aun sin serlo resulta difícil evitar el sonrojo al leer.
“De los licenciados universitarios italianos, son hijos de papá el 91,9%; hijos de trabajador por cuenta ajena el 8,1 % (‘Annuario Statistico Italiano’ 1963, tab. 113-4)… Vosotros decís que habéis suspendido solamente a los tontos y a los vagos. Sostenéis entonces que Dios hace nacer a los tontos y a los vagos en las casas de los pobres. Pero Dios no hace esos desaires a los pobres. Es más probable que seáis vosotros…
La más furibunda de las maestras protestó diciendo que nunca había tenido noticias de las familias de los muchachos: ‘Si un ejercicio merece un cuatro, yo le doy un cuatro’. La pobre no entendía que precisamente se le acusaba de eso. Porque no hay nada más injusto que tratar con igualdad a quienes son desiguales… Ciertos colegios de curas son más honestos. Son instrumentos de la lucha de clase y no lo disimulan. En los Barnabitas de Florencia, la mensualidad de un medio-pensionista es de 40.000 liras. En los Escolapios de 36.000 (1967). Mañana y tarde están al servicio de un solo amo. No sirven a dos señores, como vosotros…
Escuela selectiva
Una escuela que selecciona, destruye la cultura. A los pobres les priva del medio de expresión. A los ricos les priva del conocimiento de las cosas… La auténtica cultura, la que aún ningún hombre poseyó, consiste en dos cosas: pertenecer a la masa y dominar el lenguaje. La escuela selectiva es un pecado contra Dios y contra los hombres. Pero Dios ha defendido a sus pobres. Los queréis mudos y Dios os ha hecho ciegos a vosotros”.
El libro hizo furor en Italia un año antes de la revolución parisina de mayo del 68. La escuela quedaba al descubierto. Aquellos muchachos desenmascaraban su clasismo, su servidumbre respecto de una clase sola. Lo cantaban las estadísticas, ofrecidas por los pequeños aldeanos con un desparpajo sorprendente. Con sus tesis en la mano todo se simplificaba mucho: de un lado, el inmenso partido de los ‘laureati’ (licenciados) de izquierdas, de derechas o de centro; y del otro, la masa muda que la escuela perdía cada año, que los dejaba en la cuneta a pesar de la obligatoriedad, la gratuidad, la selectividad retardada y la divertidísima igualdad de oportunidades.
Los estudiantes universitarios –‘laureati’, al fin– desmenuzaron en pancartas aquel librillo y lo pasearon por toda Italia ante la indignación de los muchachos autores, rechazados una y otra vez como libres en Magisterio.
Hasta recibieron premios literarios, como el Prato, y el comunista Pier Paolo Pasolini –conocido allí tanto por escritor como por cineasta– se entusiasmó con el libro como con una obra de arte popular, pero tuvo que hacer frente a la dura protesta de los chicos, presentes en una de sus conferencias, por no haber entendido lo esencial. (…)
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Índice del Pliego
INTRODUCCIÓN
Dar la palabra a los pobres
- La ‘Carta a una maestra’
- El exilio en Barbiana
- En los márgenes de la encantadora burguesía
- Los orígenes del cura incómodo
- ¡¡Tierra!!
- Dar la palabra a los mudos
- La eficacia de Dios
- La escuela en la vida
- La soledad
- Cambiar de raza