Así como antes muchos jóvenes se casaban creyendo un montón de supuestos de los que luego se desengañaban al contrastarlos con la realidad, hoy la situación se ha ido al otro extremo: muchos no se casan porque tienen creencias sobre sí mismos, los vínculos, la sociedad y el futuro que les alejan del matrimonio y de formar una familia como opción vocacional de felicidad.
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No es el ánimo juzgar, sino avanzar en caminos que permitan hacer de la vida de casados por la Iglesia una opción maravillosa, llena de contenido, de herramientas, acompañamiento, apoyos y gracias del cielo para construir una vida juntos que provea frutos y felicidad para las parejas y la sociedad en general.
No es necesario acudir a estadísticas ni censos para constatar una realidad evidente en nuestra sociedad: muchos jóvenes ya no quieren casarse por la Iglesia (tampoco por las leyes civiles) y están optando por convivir con sus parejas. Así, hasta en los grupos más conservadores, los hijos de padres casados por la Iglesia optan por decir “no quiero” y aumentan la tendencia general. Muchos adultos jóvenes ni siquiera consideran vivir con parejas estables y reemplazan el matrimonio por otros proyectos de vida relacionados con el trabajo, viajes y/o por relaciones temporales que dejan fuera el compromiso, a Dios y a la Iglesia.
Cambios sociales
Dentro de los cambios sociales más relevantes para el tema en cuestión, vemos que tanto la “sociedad del rendimiento” (Byung-Chul Han), como la “sociedad líquida” (Zygmunt Bauman) han provocado una exacerbación del individualismo, materialismo, consumismo y exitismo como modelos válidos de felicidad.
Aun cuando las investigaciones más serias y extendidas en el tiempo, como las realizadas por la Universidad de Harvard, y la propia experiencia corroboran que son espejismos –ya que la plenitud se construye con vínculos y con la gratuidad de darse–, las personas siguen “cayendo” en la adicción de que tener más (poder, fama, dinero, juventud, viajes, etc.) es la clave de su autorrealización, en la que no necesitan a nadie más… y menos a Dios. Los jóvenes son hijos e hijas de su tiempo y, claramente, están contaminados por este “aire”, pero hay matices que es bueno considerar.
Fe fuera del templo
Hay quienes, con mucha facilidad y sin argumentos, sostienen que los jóvenes han perdido la fe, explicando así el alejamiento de los sacramentos, en general, y de la Iglesia, en particular. Según el último estudio de IPSOS, entidad francesa dedicada a esta investigación, los jóvenes no han dejado de creer, pero sí se han desinstitucionalizado, llevando su vivencia de la fe a otros ámbitos de su vida “fuera del templo” y lejos de “los papeles”. Por otra parte, ha perdido fuerza la vivencia de la fe por “costumbre”, ya que la sociedad se ha secularizado, y quienes la viven son más conscientes de sus creencias. Estaríamos, entonces, frente a nuevas generaciones con “hambre espiritual”, pero que dicen no encontrar “los alimentos” adecuados a su realidad y necesidades en la Iglesia tradicional.
Así también, el filósofo alemán de origen coreano, Byung-Chul Han, ya nos advierte cómo la sociedad del rendimiento y la pérdida de los ritos en que vivimos ha amenazado con mucha fuerza momentos vitales de gran trascendencia como es el matrimonio y, en especial, el rito religioso. Para la producción, la preparación matrimonial, el compromiso para toda la vida y todo el tiempo que hay que invertir en ello, supondría una pérdida de tiempo y recursos que se podrían destinar a algo “más útil y entretenido”.
La tormenta perfecta
Como seres relacionales y complejos que somos, las razones de lo que acabamos de describir obedecen a muchas causas que se conjugan entre sí y que han creado “la tormenta perfecta” para espantar a los jóvenes del compromiso y del sacramento del matrimonio.
Resulta irrisorio comparar el número de charlas que forman a los novios versus los años de formación que se exigen a una persona para optar por la vocación religiosa y/o sacerdotal. Y no solo eso, sino que los contenidos de estas, muchas veces, son ajenas a su realidad, aburridas, “romantizadas”, con una moral castigadora y que se hacen por cumplir, pero sin calar el alma de cada uno de los futuros contrayentes ni de la pareja.
Pobre formación religiosa
Si a lo anterior se suma una formación religiosa de las personas muy pobre, que no les ha permitido “encontrarse con la persona de Jesús”, y se ha reducido a un traspaso de contenidos, es esperable que los novios tampoco encuentren un sentido sacramental a este paso en sus vidas.
Muchas veces, los jóvenes perciben a la autoridad de la Iglesia muy centrada en temas de moral como la anticoncepción, las relaciones prematrimoniales y la sexualidad como prioridad, cuando en realidad lo que necesitan es una madre/padre que les abrace y guíe con cariño y libertad en su proyecto de vida, dejando espacio para el discernimiento y la formación de la conciencia.
Pérdida de confianza
Obviamente, los jóvenes, junto con muchos feligreses, se alejaron de los sacramentos y de la Iglesia clerical, pues perdieron la confianza en la institución y sus pastores ante la situación de los abusos.
Muchos de los papás y mamás de los jóvenes que hoy no quieren casarse, lamentablemente, tampoco son “ejemplos” de matrimonios católicos que hagan atractivo el modelo a seguir. Como tantos hoy, con el tiempo, se han desgastado, divorciado, enemistado y/o mantenido por las apariencias o intereses, haciéndoles ver a sus hijos que el sacramento “no les ayudó” o no fue relevante en la convivencia o relación. Es más, puede haber sido hasta una imposición social.
Compromiso en jaque
El compromiso, la comunidad y el amor en su máxima expresión están en jaque en una sociedad que, como decíamos, promueve el individualismo, la competencia y el éxito como modelo de felicidad. Casarse, y hacerlo por la Iglesia, resulta un “idealismo quijotesco de unos pocos locos románticos que aún quedan”, se les podría oír comentar a los actuales ‘influencers’.
Todo lo anterior no puede quedar fuera de un contexto histórico más amplio, en el que, si bien el matrimonio ha evolucionado muchísimo como institución, no queda exento de otros intereses humanos que nada tienen que ver con el amor ni con un proyecto de vida en común. Lamentablemente, aún persisten en el mundo uniones “arregladas” que distan mucho del ideal que aquí vamos a presentar. (…)
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Índice del Pliego
Estado de la cuestión
Los “ismos” en su máxima expresión
Una mirada macro a la fe
Pérdida de los ritos
Elementos externos que influyen
- Catequesis obsoleta en el sacramento
- Formación en la fe a lo largo de su vida muy pobre y no mística
- Moral de la Iglesia alejada de la realidad
- Crisis de la Iglesia como tal
- Modelo matrimonial de los padres bajo la lupa
- Merma en la calidad de los vínculos a nivel social
El matrimonio como figura social
El matrimonio como camino de vida y plenitud
La ayuda de Dios es imprescindible
¿Cielo o infierno?
Una radiografía de la actualidad
Un aporte que aún se puede utilizar
“Se casan creyendo que…” (P. Gustavo Ferraris, SDB)
No se casan porque…
“No se casan creyendo porque…”
El matrimonio como experiencia mística de encuentro con Dios
Ser elegido o elegida
Entregarse
Dar frutos
Romperse
Servir
Temas que deberían abordarse en una relación que quiere decir “sí” y mantenerse unida hasta el final