Pliego
Portadilla del Pliego nº 3.110
Nº 3.110

Los Magos de Oriente y el don de darse

Hace ya un rato que he llegado a Asís. No es la primera vez, pero esta vez es única. Acompañado de Jaime, un hermano que es también amigo, he recorrido a pie los aproximadamente doscientos kilómetros que separan el monte Alverna, lugar de los estigmas, y la ciudad donde Francisco vio la luz. La jornada de hoy ha sido larga y dura, y la noche nos ha sorprendido cuando aún quedaban varias horas para llegar.

En silencio, bajo una luna casi llena, he hecho lo que siempre hago cuando camino: serenar el corazón, aquietar la cabeza, dar rienda suelta a las ideas, sentir. En la oscuridad, y como un faro que aumentaba su esplendor según me iba moviendo, he ido recordando la historia de otros viajeros, peregrinos de más lejos, cuyos pasos se acompasaban a los míos. Anónimos, sin papeles, figuras en cuyo encanto trazado por los siglos hemos aprendido qué significa regalar. En su manera de dar descubrimos el más alto don: el don de darse. Escribo aquí, protegidas por la noche franciscana, estas notas de luz sobre los Magos de Oriente.

Antes de hacerlo cada año en la vigilia que lleva su nombre, los Magos entran en nuestras vidas por las puertas de un relato. Es algo también mágico: que personajes modelados con la arcilla de la ficción salten desde una historia antigua hasta el presente, hasta los ojos maravillados de los niños, esos seres diminutos que intuyen su presencia y los únicos que, de sus huellas invisibles, ven surgir libros, música y juguetes.

Se trata de una narración, con aires de cuento popular, que nos sorprende en el inicio del evangelio de Mateo (Mt 2, 1-12), y a cuyas aguas más profundas no es imposible descender. Estamos, en efecto, ante un relato magistralmente urdido: en su interior confluyen motivos simbólicos provenientes de la Biblia hebrea (que, a su vez, los recibe de fuentes más antiguas, y los reelabora) y de su lectura proyectada en el tiempo se despliegan horizontes imprevistos de interpretación. El texto, en la hermosa traducción de la ‘Biblia del Peregrino’, suena así:

“Jesús nació en Belén de Judá, reinando Herodes. Sucedió que unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ‘¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Vimos surgir su astro y venimos a rendirle homenaje’. Al oírlo, el rey Herodes se echó a temblar, y lo mismo que él Jerusalén entera. Entonces, reuniendo a todos los sumos sacerdotes y doctores del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías. Le contestaron: ‘En Belén de Judá, como está escrito por el profeta: Tú, Belén, en territorio de Judá, en nada eres la menor de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe, el pastor de mi pueblo, Israel’. Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les preguntó el tiempo exacto en que había aparecido el astro; después los envió a Belén con el encargo: ‘Averiguad con precisión lo referente al niño. Cuando lo encontréis, informadme a mí, para que vaya también yo a rendirle homenaje’. Oído el encargo del rey, se marcharon. De pronto, el astro que habían visto surgir avanzaba ante ellos hasta detenerse sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver el astro, se llenaron de un gozo inmenso. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y echándose por tierra, le rindieron homenaje. Después abrieron sus arquetas y le ofrecieron como dones oro, incienso y mirra. Después, advertidos por un sueño que no volvieran a casa de Herodes, por otro camino se volvieron a su tierra”.

Algo que llena de encanto a la narración de Mateo –tanto a nivel de lectura ingenua como en el estudio histórico del texto– es la capacidad de situar en paralelo, alterando nuestras expectativas, diferentes figuras y símbolos. Desde la triple localización geográfica (Oriente, Jerusalén, Belén), hasta la confluencia de dos reyes distintos (Herodes y el niño) que moran en palacios muy diversos, pasando por el itinerario de la estrella (en dos fases: de Oriente a Jerusalén y, de aquí, hasta Belén), el tumulto de la gran ciudad y la soledad acompañada de María y el niño… en todo el texto brillan, como otros astros que orientasen a los Magos, detalles sutiles, cargados de hermosura, que bordan el sentido del relato.


Índice del Pliego

LOS DELICADOS PLIEGUES DE UN RELATO SENCILLO

UN MUNDO ENCANTADO

LA APERTURA DEL MILAGRO HACIA EL SENTIDO

EL EXTRAÑO BRILLO DE LA ESTRELLA

BREVE TEORÍA DEL REGALO

HACIA UNA ONTOLOGÍA DE LA GRATUIDAD

  • Capacidad de ser imantados
  • Mirada ingenua
  • En manos de los demás
  • La casa de la alegría
  • Volar postrándose
  • La fiesta del sueño en la vigilia
  • El don de recibir
  • El don de darse
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