¿Por qué una reflexión sobre los retos?
Nos motiva la clara conciencia de que en la vida, y de manera particular en el campo caritativo y social, es muy importante hacer cosas, tener programas y ofrecer respuestas a las necesidades de los pobres. Sin embargo, más importante que el hacer es no perder el sentido, el horizonte de lo que hacemos. Y es que, a veces, estamos tan urgidos por las necesidades inmediatas, por la necesidad de dar de comer, de dar ropa, de sacar un proyecto adelante, que corremos el riesgo de perder el sentido de las cosas en las que andamos metidos.
La dificultad no es nueva ni única, algo así le pasó ya a Jesús. Salió a los caminos, anunció el Reino, curó leprosos y tullidos, dio vista a los ciegos, resucitó a muertos, multiplicó el pan y dio de comer a multitudes. Pero llegó un momento en el que se dio cuenta de que la gente no entendía el sentido de lo que les ofrecía. Él, que tomó clara conciencia en el desierto de que no solo de pan vive el hombre, sino de Palabra, de comunicación, de relación, de comunión con los otros y con Dios, descubre que la gente solo lo busca porque les da de comer… Él, que no quiso ser un mago que utiliza el poder de Dios para solucionar los problemas, sino que intentó promover la responsabilidad individual y colectiva para que todos asumieran su responsabilidad y se sintieran protagonistas, ahora ve que lo que muchos buscan es que las soluciones vengan de arriba…
Y Jesús entró en crisis. Y paró en la misión. Paró y se retiró a la montaña para, envuelto en la presencia de Dios –la nube– y acompañado de la memoria de dos grandes luchadores por la liberación de los oprimidos –Moisés y Elías–, recuperar el horizonte y el sentido de su misión y compromiso (cfr. Lc 9, 28ss).
Es lo que necesitamos nosotros hoy en medio del intenso quehacer que hemos tenido que afrontar durante la crisis. Necesitamos parar, subir a la montaña, tomar perspectiva y, a la luz de nuestra identidad –esa identidad que nace del Espíritu del Señor y del magisterio social de la Iglesia–, descubrir el horizonte, los retos que se nos plantean en el momento presente, oteando el futuro de nuestro ser y nuestro hacer.
Y es que, en la acción caritativa y social, no se puede funcionar solo con luces cortas que únicamente nos permiten ver bien lo inmediato. Necesitamos luces largas para descubrir los desafíos que nos plantean la Iglesia y la misma realidad social y cultural, y que nos permiten transitar nuevos caminos y trabajar sin perder el horizonte humanizador, transformador, liberador. Con otras palabras, no podemos movernos en el ámbito caritativo y social con mirada de gallina, atendiendo nada más que a lo inmediato; necesitamos mirada larga, perspectiva, horizonte, necesitamos mirada de águila. A esto quiere contribuir esta pequeña reflexión sobre los retos, que presentamos en forma de decálogo.
Decálogo de retos más relevantes
1º. Afrontar las realidades sociales con mirada profunda y fantasía creadora
2º. Ser una Iglesia pobre que apuesta con decisión por los más débiles y pobres
3º. Promover una caridad iluminada por la verdad y al servicio del desarrollo integral
4º. Trabajar por la justicia y transformar las estructuras que generan pobreza
5º. Repensar la solidaridad en clave de comunidad y defensa de derechos
6º. Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión
7º. Comprometernos con el cuidado de la casa común
8º. Cultivar una sólida espiritualidad y profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad
9º. Fortalecer la animación comunitaria y cuidar a los agentes
10º. Alentar la esperanza y generar procesos