Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.328
Nº 3.326

Ministerio de catequista “en salida” misionera y sinodal

El 10 de mayo de 2021, el papa Francisco instituía para toda la Iglesia el ministerio laical de catequista mediante la carta apostólica en forma de ‘motu proprio’ titulada Antiguo ministerio. Lo hacía prácticamente un año después de la publicación del tercer y último Directorio para la Catequesis.



Recientemente, la Conferencia Episcopal Española publicaba ‘ad experimentum’ para los próximos cinco años las ‘Orientaciones sobre la institución de los ministerios de lector, acólito y catequista’. Este documento surgía como respuesta a la solicitud que el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos había hecho en la Carta que su prefecto, monseñor Arthur Roche, dirigía a los presidentes de las diferentes conferencias episcopales del mundo, y que acompañaba la ‘Editio typica’ en latín del ‘Rito de Institución de Catequistas’.

En ella se pedía a las Iglesias locales que clarificasen “el perfil, el papel y las formas más coherentes para el ejercicio del ministerio de los catequistas”; se definiesen los “programas de formación adecuados para los candidatos”; y que, finalmente, preparasen “a las comunidades para que comprendan su significado” (C-RIC 13; cf. OIM 14 y 16).

Guiar en el camino

La presente reflexión se sitúa en este contexto y es continuación de las líneas hermanas publicadas hace dos años. Entonces, la atención se había focalizado en la justificación y la presentación de este novísimo ministerio que, en la actualidad, viene desarrollado mayoritariamente por mujeres. Dos años después, el interés se centra ahora en su implementación en las distintas Iglesias particulares. Un proceso que, como toda novedad, conlleva ciertas dificultades. Por esta razón, las ‘Orientaciones’ de la Conferencia Episcopal se ofrecen a modo experimental con un deseo de guiar en este camino (cf. OIM 48; 7).

El ministerio de catequista está “en salida”, no solo porque “echa a andar”, sino porque con él se contribuye a la edificación de una Iglesia realmente en “salida” misionera y sinodal, la cual necesariamente ha de ser ministerial y corresponsable. El nuevo ministerio es una expresión y realización de esta Iglesia soñada por el papa Francisco. Sin duda, la institución del ministerio de catequista ayudará a la revitalización de los catequistas existentes, pero también de la misma catequesis.

Discernir candidatos

El primer paso, tal como se nos indicaba, es definir “el perfil, el papel y las formas más coherentes para el ejercicio del ministerio de los catequistas”. Porque solo a partir de aquí se podrán establecer las figuras o tipos de catequistas instituidos; lo cual nos permitirá definir los criterios para los procesos de discernimiento sobre los posibles candidatos, así como diseñar los correlativos y adecuados planes de formación.

Para realizar esta tarea tan delicada, y atendiendo al hecho de que los ministerios son “servicios”, recurrimos una vez más al principio de las necesidades pastorales. Identificar adecuadamente las exigencias, carencias y desafíos de la catequesis hoy, permite establecer las formas “más coherentes” o adecuadas de ejercicio de este ministerio; y, por tanto, definir tanto los tipos de catequistas a instituir como sus funciones y competencias específicas.

Considero que el carisma específico de la catequesis, tan antiguo como la Iglesia misma, y que ha animado la vocación de catequista de tantos y tantos cristianos a lo largo de la historia, se podrá convertir en un ministerio estable en la medida en que se defina adecuadamente el “para qué” de su institución. Y este se encuentra en las necesidades catequísticas que experimenta cada Iglesia particular: definir el o los “para qué(s)” del ministerio, es la clave para discernir el o los “quién(es)” serán instituidos ministros de la catequesis.

Errores comunes

Este es el discernimiento que en este momento inicial de la implementación del ministerio de catequistas conviene realizar, y así evitar algunos errores comunes. En primer lugar, para no dejarnos llevar por simples medidas de tipo práctico e instrumental ante la escasez de ministros ordenados, cayendo así en el tan temido peligro de la clericalización del ministerio. Pero también, para evitar el peligro de la universalización del ministerio al extenderlo equívocamente a todos los catequistas existentes, lo cual llevaría a su banalización y, consecuentemente, a reducir su riqueza y aportación específicas a la pastoral catequística actual y la vida de la Iglesia en general.

Partamos de un texto bíblico, que considero paradigmático para todos los tiempos, en cuanto que relata el proceso de la “puesta en marcha”, institución, de un ministerio en la Iglesia primitiva: el diaconado. Nos servirá de guía en nuestra reflexión:

“En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron: ‘No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra’. La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a […]. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando” (Hch 6, 1-6).

Rasgos de una nueva etapa

Se instituye el ministerio de catequista en un tiempo en el que el papa Francisco invita a toda la Iglesia a asumir “una nueva etapa evangelizadora” marcada por los siguientes rasgos:

La alegría de evangelizar y el dinamismo misionero, característicos de cada nueva etapa en la historia de la evangelización. Todo lo cual implica una conversión misionera de la entera pastoral, incluida la catequesis, la reforma de estructuras y la conversión personal de cada cristiano (cf. EG 9-13; 27, 25-33).

Los originales escenarios de la nueva evangelización (cf. EG 20; 61-75), y algunos escenarios socio-culturales contemporáneos que afectan de manera particular a la catequesis (cf. DC 319-408).

La senda de la renovación conciliar de la Iglesia, que se concibe como Pueblo de Dios “en salida” misionera y sinodal. Una Iglesia corresponsable y ministerial, tanto a nivel interno en su gobierno y edificación (‘ad intra’), como a nivel externo en su misión evangelizadora y su presencia en el mundo (‘ad extra’). (…)

Pliego completo solo para suscriptores


Índice del Pliego

INTRODUCCIÓN

¿POR DÓNDE COMENZAR?

EN ESTOS DÍAS

LA QUEJA POR LA FALTA DE ATENCIÓN A LAS “MESAS” DE LA PALABRA

CONVOCAR A LA ASAMBLEA DE LOS DISCÍPULOS PARA BUSCAR JUNTOS UNA SOLUCIÓN: LA INSTITUCIÓN

ESCOGER A MUJERES Y HOMBRES DE BUENA FAMA, LLENOS DE ESPÍRITU Y DE SABIDURÍA, FORMADOS

  • Rasgos del perfil del catequista instituido
  • Reconocimiento e identificación de los aspirantes y candidatos

PARA ENCARGARLES DE ESTAS TAREAS

  • Catequista misionero y coordinador de la actividad y la pastoral catequística en un territorio
  • Catequista de catecúmenos y de adultos, y de otros catecumenados
  • Catequista animador, guía, acompañante y formador de otros catequistas

LA PUESTA EN MARCHA EN 7 PASOS

Lea más: