Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.359
Nº 3.359

Pascua, el tiempo de la mistagogía

La pasada noche de Pascua de este 2024, en mi Diócesis de Ávila, se han celebrado tres bautismos de adultos. No deja de ser una cifra sorprendente, teniendo en cuenta que somos una porción del Pueblo de Dios pequeña y despoblada y, aún más, teniendo en cuenta el fuerte proceso de descristianización de nuestra sociedad española, que tantas veces nos hace pensar de un modo pesimista sobre el rechazo creciente de la propuesta evangelizadora de la Iglesia como un camino sin retorno.



En cambio, sorprendentemente, según afirman los sociólogos de la religión, la secularización no está alumbrando un proceso generalizado de indiferencia religiosa, es decir, un mundo post-religioso en el que la fe en Dios se recuerda como un hecho del pasado que ha sido felizmente superado, como una necesidad ya satisfecha, por el desarrollo científico-técnico. Justamente somos testigos de lo contrario y, en la actualidad, no solo crece la búsqueda de experiencias de trascendencia y de sentido –lo que podríamos llamar las nuevas expresiones de una espiritualidad sin Dios ni religión–, sino que los datos anuales de peticiones de ingreso en la Iglesia católica están creciendo significativamente hasta llegar a la cifra de unos mil bautismos de adultos al año, según las estadísticas del área de Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española.

Manual del catecumenado

Esta nueva situación requiere una acogida adecuada por parte de las comunidades eclesiales, muchas veces comunidades envejecidas, interpeladas ahora por la llegada de nuevos miembros. El ‘Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos’ (RICA) se presenta como un manual y guía apropiado para este momento. Este documento fue publicado en 1972 como uno de los frutos de la rica reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. En él encontramos descrito y propuesto, de una forma actualizada, todo el proceso de catecumenado que la Iglesia de los primeros siglos fue consolidando como camino de preparación e integración en la vida cristiana que, tras el acontecimiento de predicación y conversión, necesitaban recorrer los hombres y mujeres que habían respondido afirmativamente al anuncio, al kerigma.

Tenemos que situarnos en el siglo IV cuando, tras el ‘Edicto de Milán’ (313), por la “Ley de Tolerancia Religiosa”, el cristianismo deja de ser religión perseguida y, en menos de un siglo, pasa a ser declarada religión oficial del Imperio por el emperador Teodosio, en el año 380. Este golpe de timón trajo consigo una riada de conversiones al cristianismo y una petición creciente de adultos que querían incorporarse a la Iglesia. Ante esta situación se consolida, por tanto, un proceso de catecumenado, más o menos pautado y regulado, dividido en diversas etapas y prolongado en el tiempo para asegurar una adecuada preparación de los candidatos antes de recibir los sacramentos de la fe.

De la conversión a la formación

El proceso se iniciaba a través de la experiencia de conversión personal por el encuentro con Cristo gracias a la acción evangelizadora y testimonial de la Iglesia. Tras este primer momento, el paso siguiente consistía en una consolidación de esta experiencia de conversión inicial a través de un tiempo –más o menos largo– de formación y maduración de la llamada a la fe a través del contacto con la Palabra de Dios, el cuidado de la vida de oración y la relación con Dios y la necesaria transformación existencial según Cristo… Este era el tiempo del catecumenado, en sentido propio.

Tras este proceso –que podía durar años–, el candidato pedía formalmente la entrada en la Iglesia iniciándose así la etapa llamada de iluminación o purificación. Solía durar una Cuaresma, de tal modo que, en la noche de Pascua, los candidatos recibían los sacramentos de iniciación: bautismo, confirmación y eucaristía. Esta última etapa se caracterizaba por la densidad e intensidad propias de una preparación última y definitiva y constaba, a su vez, de varios pasos.

La Elección

En el primer domingo de Cuaresma se celebraba el rito de la “Elección o Inscripción del nombre”; así se expresaba que el deseo firme de formar parte de la Iglesia no era solo decisión de la voluntad humana o simple deseo del catecúmeno, sino respuesta al Misterio de elección de Dios sobre la propia vida que la Iglesia ratificaba y confirmaba escribiendo el nombre del elegido en el Libro de la Vida.

Después de este paso tan significativo, en los siguientes domingos de Cuaresma todo se orientaba a la formación intensa de los catecúmenos, bien a través de las catequesis en relación con los evangelios de cada domingo (las tentaciones en el desierto, la transfiguración en el monte Tabor, el encuentro de Cristo con la samaritana, la curación del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro), o bien a través de la celebración de los “escrutinios”, que eran momentos específicos de discernimiento para, reconociendo el poder del pecado y su efecto negativo sobre el catecúmeno, pedir la liberación y sanación de su influjo. Por eso, junto a los escrutinios, se practicaban también oraciones de petición y exorcismos.

La Entrega

Además, se celebraban los “ritos de la Entrega”. El catecúmeno recibía de forma oficial y pública el símbolo de la fe y el Padre Nuestro, como fórmulas antiguas que definían su nueva identidad cristiana.

Este itinerario llegaba a su momento cumbre en la noche de Pascua, en la que el catecúmeno era incorporado a la vida nueva en Cristo por la recepción de los sacramentos de iniciación. Inmediatamente después, empezaba el tiempo de la mistagogía, es decir, el tiempo del ahondamiento y profundización en la catequesis propiamente sacramental que hasta ese momento era desconocida para el creyente. (…)

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Índice del Pliego

EL CATECUMENADO ANTIGUO

EL TIEMPO DE LA MISTAGOGÍA

DEL MISTERIO DE DIOS A LA MISTAGOGÍA

LA IGLESIA DE JERUSALÉN

PASOS DEL MÉTODO MISTAGÓGICO

  • Primer paso: descripción y comentario del rito
  • Segundo paso: referencia a un paso bíblico
  • Tercer paso: elaboración de una teología sacramental

UNA “NUEVA MISTAGOGÍA”

MISTAGOGÍA PASCUAL

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