Necesitamos urgentemente esta visita, que es la de alguien que se ha convertido en la conciencia del mundo; y que, por la misma razón, su paso por nuestra vida –nuestras personas, nuestras comunidades y familias, nuestra Iglesia– marcará “un hito de conversión al Señor del Evangelio” y nos ayudará a todos a vivir de manera más consecuente la fe en Jesús, en la que el sucesor de Pedro nos viene a confirmar.
No dudo de que Francisco nos va a cautivar a los chilenos, ya que es un hombre de Dios muy auténtico. Estamos necesitados de su mirada de gran amplitud; ello supone un gran desafío. El papa Francisco está a la altura de quienes pueden advertir las profundidades de nuestra compleja realidad actual.
Me imagino que sus primeras palabras serán similares a estas: “Queridos chilenos, mi paz les doy. Recíbanla. Incluso –y sobre todo– aquellos que tienen algunos prejuicios en relación con mi presencia entre ustedes. La paz que ustedes necesitan es don y tarea; tiene que ser conquistada, no es un bien que se obtiene sin esfuerzo. Les invito a pagar el precio por ella y a ser una Iglesia y un país inclusivos, solidarios, creyentes, acogedores y alegres. Querría que hubiera un antes y un después de mi visita, y para ello vengo. Salgan hacia los demás para llegar a las periferias humanas; eso no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es, más bien, detener el paso, dejar del todo la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. Quiero ayudarles a decidir el futuro de Chile”.
Índice del Pliego
- 1. El país que lo recibe
- 2. La Iglesia que lo espera
- 3. “Mi paz les doy”. Traducción en esperanzas y desafíos concretos