¿Cómo alcanzar la plena aceptación política y social de la educación concertada para que podamos afrontar los verdaderos retos del futuro? Las declaraciones de la ministra en funciones de Educación, Isabel Celaá, en el Congreso de Escuelas Católicas y la posterior réplica de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, vuelven a poner en los titulares la polémica y división sobre la cuestión de la escuela concertada.
Nos recuerda que, pese a que el Tribunal Constitucional y las políticas gubernamentales -tanto populares como socialistas-, han consolidado el modelo de pluralidad educativa, es una cuestión que permanece en la controversia social y entre partidos. Es un campo simbólico que los partidos usan para la diferenciación de sus programas y para la lucha mediática, pero también ha calado en la sociedad.
Un conflicto enmarañado en la base social
La cuestión de la concertada no es solamente un debate táctico partidista, sino que la controversia está hondamente enclavada en la ciudadanía. En reuniones de familiares o amigos, son frecuentes las discusiones y reproches entre profesores y padres de la educación pública estatal y de la pública concertada, que causan división y desazón.
Es decir, que lo que está asumido constitucional y políticamente, sigue sin ser un consenso social ni pertenece pacíficamente a la cultura educativa de nuestro país. Como solemos hacer en la cultura española, a veces convertimos un logro en un problema.
Disculpen que en este texto evite toda la corrección política que impide decir las cosas tal cual son. En el fondo, esa controversia sobre la concertación es el principal escollo para alcanzar el ansiado Pacto Educativo. Es una discordia que no solamente gasta fuerzas y divide al mundo educativo, sino que impide que todos juntos enfoquemos sobre los verdaderos desafíos que nos trae un futuro en el que la educación está viviendo una revolución.
La izquierda nunca ha llegado a asumir la existencia de la concertación. Si los socialistas han consolidado el modelo plural es por razones puramente tácticas. La relación ha sido históricamente de resignación ante la gran demanda social de padres, pero también de sospecha. El problema es que sobre la concertada no hay críticas –que sin duda ayudan a la mejora, como también las críticas de mejora a la estatal–, sino que no hay aceptación.
La izquierda no se resigna a disminuirla lo más posible en espera de un horizonte en el que la pueda hacer desaparecer completamente. Aunque las decisiones de los diferentes gobiernos socialistas (principalmente Maravall, Solana, Rubalcaba y Gabilondo…) no han ido en esa dirección sino en la dirección de la consolidación, la cultura política de izquierdas nunca ha cesado de desear su extinción.
Digámoslo claro: en este país no se alcanza un Pacto Educativo porque la concertada no es asumida y, si lo es, no se ve como una aliada, sino como una adversaria y la principal fuente de los problemas que sufren los centros públicos estatales.
La derecha también tiene sospechas sobre la concertación, pues existe una línea que busca la liberalización que favorece a la pura privada (mediante el cheque escolar libre), contra el modelo de concertación.
Además, existe una crítica del fundamentalismo católico que considera que la Concertada clásica –mayoritariamente formada por proyectos educativos de las congregaciones y órdenes religiosas– no es efectiva en la producción de jóvenes con identidades fuertemente católicas.
Desde esas posiciones ultraliberales y fundamentalistas, existe una intensa crítica de desgaste –y deslegitimación en cuestiones ideológicas– a la educación pública estatal y el papel de la Administración en las escuelas.
A la hoguera del debate se viene a echar la leña de lo que llaman la Nueva Concertada. Desde posiciones de izquierda, pero también socioliberales y socialcristianos de centro, se afirma que los gobiernos de derecha han favorecido estratégicamente que se constituya una nueva oleada de centros concertados en manos de movimientos ultraconservadores y grupos empresariales que han formado falsas cooperativas (los profesores que quieran ser contratados en esos colegios pagan unos depósitos con los que la empresa simula que existe una cooperativa).
Junto con ello, también se reconoce que han accedido a nuevos centros otros grupos educativos de carácter laical con una sólida tradición pedagógica. Parte de los golpes políticos contra la Concertada en general, se quieren dirigir hacia la “Nueva Concertada” y no contra la “Concertada clásica” y moderada.
Las políticas que quieren expandir la concertada todo lo que deseen los padres, han recrudecido el debate político y han creado una sensación de acoso y desgaste en quienes prefieren, o defienden, un sector público estatal preferente, mayoritario o total.
Pliego completo solo para suscriptores
Índice del Pliego
- Un conflicto enmarañado en la base social
- La Concertación es el modelo de plena colaboración con la sociedad civil
- Las críticas a la Concertada
- Perjudica la equidad
- Forma personas conservadoras y religiosas
- Segrega a la población
- Detrae recursos a la enseñanza de titularidad estatal
- Mercantiliza la red educativa
- Reconocimientos
- Un decálogo para el Gran Consenso Educativo con la Concertada
- Cómo conseguir ese consenso