La fe entendida como decisión personal, como libre respuesta de adhesión a Jesucristo, no puede ser entregada o cedida a otra persona, es intransferible. Entonces, ¿de qué hablamos cuando decimos que “se ha quebrado o roto la transmisión de la fe”? En realidad, lo que se ha interrumpido es la comunicación por la que, hasta hace bien poco, los cristianos y la Iglesia ofrecían a otros su experiencia creyente, las convicciones, símbolos, valores, afectos y estilos de vida que surgían de tal experiencia.
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Se trata de una “transmisión”, un hecho comunicativo, entre quienes viven ya como seguidores de Jesucristo y quienes podrían serlo si libremente hicieran suya la experiencia cristiana que se les brinda. Estamos hablando de un proceso de personalización activa que, en alguna medida, supondrá una recreación de lo recibido.
Pues bien, lo que se ha roto, interrumpido o debilitado son, justamente, aquellos canales que posibilitaban ese diálogo entre la comunidad transmisora y las personas receptoras. Sin entrar ahora en otras valoraciones, es cierto que funcionaron de manera continua, generación tras generación, pero ya no. Por una o por varias causas, aquellos ríos que iban ofreciendo la opción de fe ya no llegan, o ya no interesan, a sus destinatarios.
Tarea esencial
Claro que, si la transmisión no va bien, porque se obstruye o se rompe, ¿cómo se harán los nuevos cristianos? Y si el anuncio no les llega, ¿cómo podrán creer? Grave problema para la Iglesia, si tenemos en cuenta que proponer e iniciar en la fe es una de sus tareas esenciales.
Finalizando el siglo XX, las Iglesias de Occidente –y particularmente las europeas– tuvieron que aceptar que su futuro como comunidades vivas de fe y seguimiento de Jesucristo estaba en grave riesgo. Saltó la alarma ante síntomas de mal pronóstico.
Nos encontrábamos –dicho con palabras de aquel tiempo– con una falta de relevo generacional, una crisis de reproducción de lo cristiano, un agotamiento de la socialización religiosa, un galopante desenganche eclesial, incluso la ‘desimplantación’ de la Iglesia en países de antigua evangelización. Las alarmantes estadísticas iban confirmando lo que ya se conocía por experiencia directa en el ámbito familiar, parroquial, escolar, mediático…
Documento de referencia
Hace 25 años, en 1996, los obispos franceses publicaron una carta pastoral de gran resonancia titulada ‘Proponer la fe en la sociedad actual’. No creo exagerar si afirmo que este documento explicitó con fuerza, también entre nosotros, algo que hacía ya algún tiempo veníamos constatando: la inaplazable tarea de encontrar nuevos motivos, nuevas actitudes y nuevas formas de anuncio e iniciación a la fe.
De esa misma época me vienen a la memoria varios estudios relacionados de algún modo con lo que ya entonces comenzábamos a denominar “la quiebra de la transmisión de la fe”. Por citar algunos: ‘La socialización religiosa de los jóvenes españoles’ (1999), de la Fundación SM; el informe sobre los profundos cambios en la familia realizado por el Gobierno Vasco en 1997; el libro de la Semana Pastoral del Instituto Superior de Pastoral de Madrid dedicada a este tema en 1990; los números específicos de las revistas ‘Concilium’ (julio de 1984), ‘Sal Terrae’ (abril de 1999)… entre otras muchas. Algo importante estaba cambiando profundamente en las sociedades europeas, algo que exigía ya un serio discernimiento teológico-pastoral.
En 2001, parecía darse un segundo paso. La clásica carta pastoral de los obispos vasco-navarros, publicada en marzo de aquel año, se titulaba ‘Transmitir hoy la fe’. Dos meses después, en mayo, se convocó en Bilbao un amplio encuentro diocesano bajo el lema ‘Transmitir la fe. Una apuesta compartida’. Hubo allí, junto con la aportación de varios expertos (Martín Velasco, Mardones, Prat, Bilbao…), una primera mesa redonda de experiencias concretas en este campo.
Creencia e increencia
También aquel año se publicó el resultado de un sugerente estudio sociológico y teológico-pastoral realizado por el Instituto Diocesano de Teología y Pastoral (IDTP), titulado ‘Creencia e increencia en la Bizkaia del tercer milenio’. Por otro lado, los obispos de Quebec habían presentado en 2000 su trabajo ‘Proponer hoy la fe a los jóvenes. Una fuerza para vivir’. Proliferaban los artículos sobre el tema en revistas como ‘Sinite’, ‘Études’, ‘Lumen vitae’, ‘Teología y catequesis’, ‘Idatz’…
Tres nuevas aportaciones: en 2002, ‘La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea’, un estudio de J. Martín Velasco que sería referencial; y en 2003, una nueva carta pastoral de los obispos vasco-navarros, esta vez dedicada a ‘Vivir la experiencia de la fe’, y un estudio teológico-pastoral del que soy el autor: ‘De la experiencia a la fe. Una propuesta pedagógica’.
Situaría en el año 2004 el comienzo de un tercer tiempo. La interrupción de la transmisión de la fe, que –como hemos visto– llevaba ya tiempo estudiándose en las Iglesias occidentales, se convirtió en la principal preocupación de los diversos consejos pastorales, de los encuentros y congresos diocesanos, de la vida religiosa, de los centros de enseñanza, de las parroquias… Recuerdo cómo se pasaba de la conciencia del hecho, y de su trascendencia, a la búsqueda de las interpretaciones que facilitasen una actuación evangelizadora coherente con semejante desafío.
A modo de ejemplo, recuerdo cómo, en unos y otros lugares, hubo en aquella época encuentros abiertos de sensibilización bajo un provocativo título: ‘¿Somos los últimos cristianos de…?’ Con la ayuda de un experto, se exponía y luego se debatía en torno cuatro cuestiones básicas: ¿qué nos está pasando?, ¿por qué está pasando?, ¿qué pasará en adelante?, ¿qué podemos hacer nosotros?
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Índice del Pliego
1. La familia, receptor y emisor fundamental en la transmisión de la fe
2. La clave de la experiencia
3. Una visibilidad eclesial más equilibrada
4. Usar el idioma del testimonio
5. Discernir respetuosa y responsablemente el proceso religioso de las personas
6. Actualizar las mediaciones cristianas para nuestra cultura
- Una palabra significativa
- Una celebración auténtica
- Una relación atractiva
7. Poner al día la catequesis