Libros

Ser sacerdote en la cultura actual


Un libro que recoge ponencias de Uriarte, Cordovilla y Fernández-Martos (Sal Terrae, 2010). La recensión es de Alfonso Novo.

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Libro Ser Sacerdote
Ser sacerdote en la cultura actual

Autores: Monseñor Juan María Uriarte, Ángel Cordovilla y José Mª Fernández-Martos, SJ

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander

Páginas: 128


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(Alfonso Novo) Con ocasión del Año Sacerdotal convocado por Benedicto XVI, la Comisión Episcopal del Clero de la Conferencia Episcopal Española (CEE) escogió como tema de las Jornadas Nacionales de Delegados para el Clero de 2009 La influencia en el ministerio y en la persona del sacerdote de las mutaciones culturales que ha experimentado la sociedad. Resultado de esas jornadas es la publicación de este libro en el que se recogen las tres conferencias pronunciadas, respectivamente, por monseñor Juan María Uriarte, obispo todavía entonces de San Sebastián; Ángel Cordovilla, profesor de teología en la Universidad Pontificia Comillas; y José María Fernández-Martos, jesuita experto en acompañamiento y psicoterapia.

La contribución de Uriarte (“Ser presbítero en el seno de nuestra cultura”) recorre, con la claridad y elegancia expositivas que caracterizan al autor, una serie de puntos en los que la sociedad actual puede suponer un mayor reto para la vivencia sacerdotal. La cultura de nuestros días es presentada como narcisista, con riesgo de individualismo, excesivamente erotizada, con un sentido de pertenencia debilitado, a la vez que acentúa la satisfacción de los deseos, insegura y que eclipsa a Dios. Ante todo ello, el sacerdote puede verse arrastrado por el espejismo del éxito y la carrera, por el menosprecio de la fidelidad, por una banalización del sexo incoherente con el celibato, por un relajamiento de la eclesialidad (a veces, priorizando la pertenencia a otros grupos intraeclesiales)… No es intención de Uriarte presentar la situación como un necesario fracaso, sino más bien como un dato, una “escisión” entre su fe y los valores culturales, pero una escisión que puede ser gestionada positivamente, llevando, “por la gracia del Espíritu”, a una adhesión “más aquilatada a Dios”.

De esa escisión trata Cordovilla desde la perspectiva antropológico-teológica. Si el título de su ponencia (“El sacerdote hoy en su realización existencial”) puede parecer demasiado ambicioso para ser abordado en tan pocas páginas, el subtítulo arranca de donde había dejado las cosas Uriarte: “La escisión antropológica como momento de gracia”. Con una perspectiva conciliar, Cordovilla adopta el modelo sacerdotal de la Presbyterorum Ordinis y la antropología de la Gaudium et Spes. Más discutible es que se utilicen como referencia para el contexto actual dos documentos de 2006 de la Conferencia Episcopal Española: Teología y secularización en España y Orientaciones morales ante la situación actual de España. Con la idea de “escisión” se alude, de forma quizás un tanto dramática, a una tensión que no es exclusiva en el ministro ordenado, aunque éste la viva de forma particular, sino que afecta al ser humano, y que se puede expresar en varios binomios, como libertad-necesidad, individuo-sociedad, espíritu-materia, y a la cual se han dado históricamente distintas soluciones, desde la tragedia griega hasta el racionalismo ilustrado. El propio ser humano es tensión, y esta tensión no se puede anular, pero sí superar como por exceso, según apuntaron san Agustín, Pascal o von Balthasar. Por lo que respecta a la existencia sacerdotal, Cordovilla desarrolla tres tensiones, advirtiendo que ningún polo es malo, ya que entonces la tensión se resolvería fácilmente, al menos en teoría: cuerpo y espíritu, individuo y comunidad, mundo y Dios. La escisión que experimenta el sacerdote en su vida no puede ser eliminada, pero sí convertida en puente para la evangelización, de modo que su propia vida sea signo de la humanidad de Dios.

‘Raposas’

Abundando en la idea de la escisión, Fernández-Martos presenta al sacerdote como “puente entre dos orillas”, Dios y el mundo, pero también fe y cultura. Ello tiene sus dificultades (“raposas”, las llama él), para lo que se ofrecen estrategias para darles caza. En relación consigo mismo, las primeras raposas serían la superficialidad, el narcisismo y el individualismo, mientras que las estrategias cinegéticas serían adentrarse en uno mismo, adentrarse en el misterio de Dios y entreverarse con los demás. Frente al relativismo y el subjetivismo, la solución pasa por cuidar la fidelidad, madurar en la intimidad y la espiritualidad de comunión. Con respecto al mundo, se exponen como peligros la indiferencia y crítica ante él, frente a lo que se propone el amor, el discernimiento y el acompañamiento espiritual. Frente a la explotación y el consumismo, la contemplación, el cuidado y la reconstrucción. La última relación abordada es la que tiene como referente a Dios. Frente al ateísmo, Dios debe convertirse en el Señor imprescindible, por lo que el sacerdote debe ser hombre de oración, reservándose un espacio para ello. Para evitar que el sacerdote predique su propia voz, ha de apropiarse de la Sagrada Escritura, cuidar con esmero de la Eucaristía y rogar insistentemente para ser adecuado servidor de Dios.

Pese a lo interesante de las tres aportaciones, llama un poco la atención que a un título tan ambicioso como Ser sacerdote en la cultura actual se le haya dado un desarrollo tan concreto, centrado –y esto es un punto común a los tres autores– en las tensiones existenciales de la psicología (real o presunta, pues toda generalización es peligrosa) del sacerdote en el mundo de hoy. Las obras en colaboración tienen su propia tensión: corren el riesgo de resultar o demasiado inconexas o demasiado redundantes. En el caso que nos ocupa, la continuidad se ha conseguido de una forma que no es frecuente en trabajos de este tipo, aunque ello obligue a abordar repetidamente los mismos temas, lo que, por momentos, deja la impresión de un déjà vu.

En el nº 2.703 de Vida Nueva.

Actualizado
16/04/2010 | 08:30
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