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Teología de los misterios de la vida de Jesús


Un libro de José Granados García (Sígueme, 2009). La recensión es de Alfonso Novo.

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Teología de los misterios de la vida de Jesús

Autor: José Granados García

Editorial: Sígueme

Ciudad: Salamanca

Páginas: 288


(Alfonso Novo) Se le ha reprochado a la teología clásica el abandono de la figura histórica de Jesús, reduciéndola a los momentos a los que se les reconocía mayor densidad dogmática: la encarnación, la pasión y la resurrección. Esto no es del todo justo. La Suma Teológica de santo Tomás de Aquino dedica sendas cuestiones a tratar teológicamente su natividad, la epifanía, la circuncisión y purificación en el Templo, el bautismo en el Jordán, el tipo de vida que llevó Cristo, sus tentaciones, su enseñanza, los milagros y la transfiguración. Temas todos ampliamente desarrollados en el siglo XVI por Francisco Suárez en  Los misterios de la vida de Cristo. Mas es necesario reconocer que la consideración de tales momentos quedó mayoritariamente relegada a las vidas de Jesús, escritas en general con intención edificante, y a consideraciones piadosas sobre el crecimiento espiritual del cristiano. En tiempos más recientes, el interés por la vida de Jesús ha adquirido un impulso considerable (a veces uno pensaría que excesivo, dado el desorbitado número de volúmenes que se publican sobre el tema, de los cuales no todos podrían justificar razonablemente su existencia), pero el tema ha quedado en manos de exegetas y, en menos casos de lo deseable, historiadores. Cierto que hoy el teólogo dogmático no puede ignorar inculpablemente estos estudios, pero normalmente como prolegómenos fundamentales del trabajo propiamente sistemático.

No obstante, el interés por el sentido teológico de los misterios de la vida de Cristo nunca se ha extinguido del todo, y en nuestros días se ha revitalizado en ciertos ámbitos. Piénsese, por ejemplo, en el desarrollo de la Cristología en Mysterium Salutis. Uno de esos ámbitos ha sido –y confiamos que lo siga siendo– la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, bajo el impulso del ya fallecido P. Antonio Orbe y del actual secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Luis F. Ladaria, que firma el prólogo del presente libro.

El estudio de los misterios de la vida de Cristo admite distintas perspectivas. Por un lado, se podría insistir en el ritmo biográfico, recurriendo a la teología narrativa. Uno de los peligros de este planteamiento (y no el único) es el de reducir la teología a relato, olvidando que su papel es el de conferir sentido universal a la historia. Por otro, se puede buscar un significado teológico más trascendente a cada uno de los misterios, pero con el riesgo de perder de vista su integración dentro de una vida concreta: la de Jesús de Nazaret. Para superar estas unilateralidades, Granados propone una lectura teológica de los misterios, pero enraizada en la temporalidad propia de la existencia humana de Jesús.

Eterno y tempora
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Cuando hablamos de “misterios” a propósito de la vida de Jesús, lo que se da a entender es que su existencia concreta en la carne, contemplada con los ojos de la fe, es capaz de conducir al conocimiento del Padre. Una idea que atraviesa todo el libro es la síntesis entre lo eterno y lo temporal. El concepto de “tiempo” otorga una dimensión trascendente a la concreción de la carne, ya que en él se muestra la apertura de la vida humana hacia Dios, a la vez su origen y su futuro. Es necesario, pues, mostrar cómo se configura el tiempo propio de Jesús sin olvidar su condición divina ni su realidad humana. La acción del Espíritu en Jesús, que tiene un momento de particular actuación en su bautismo, pero que se encuentra ya presente en su misma concepción, muestra precisamente cómo aquél que es ya divino por la unión hipostática se va realizando históricamente como hombre en su camino hacia Dios. Él, que ya era Hijo, crece, por la acción del Espíritu, humanamente en la filiación. Así, el misterio del bautismo sirve de ocasión para desarrollar ese importante aspecto de la cristología constitutiva.

De modo semejante, cada uno de los misterios abordados en esta obra da pie al desarrollo de otras importantes cuestiones teológicas, siempre bajo el signo de la corporalidad y la temporalidad. Así, con motivo de la predicación del Reino, se desarrolla el problema de la profecía y la revelación, esto es, de cómo la palabra histórica puede articular una palabra divina, lo cual se hace no a partir del concepto abstracto, sino del pathos histórico. La transfiguración, donde se hace presente de nuevo la tensión temporal entre la gloria que posee Cristo en cuanto Logos encarnado y la gloria de su futura resurrección, invita también a reflexionar sobre la posibilidad que tiene el hombre de ver a Dios, así como a profundizar sobre el tema bíblico del hombre como imagen de Dios. La entrada de Jesús en Jerusalén dará pie a un análisis sobre el papel de las mediaciones religiosas (culto y ley, particularmente) en la relación del hombre con Dios. En el capítulo dedicado a la Pasión, se desarrolla la inevitable cuestión sobre el sufrimiento humano, así como la redención. El tema de la Pascua se despliega en una consideración sobre la capacidad del amor para mover a la persona, más allá de la perspectiva biológica del gen egoísta. Concluye el libro con un capítulo sobre María, algo comprensible considerando la espiritualidad del Instituto al que pertenece el autor (Discípulos de los Corazones de Jesús y María).

Dado el tema, a algún lector le puede llamar la atención la casi total ausencia de referencias a la investigación sobre la vida de Jesús y a la crítica histórico-literaria de los evangelios, a la que sólo de forma parcial se alude (en algún caso erróneamente interpretada, como en el caso de Bultmann), dando por buenos los datos evangélicos (¿identificando sin más narración e historia?). Otros podrán objetar que el análisis de conceptos básicos (cuerpo, tiempo, lenguaje) es demasiado parcial y metafísico, en el sentido de que se apoya en metarrelatos muy discutibles. Y más de uno quedará desconcertado por el tratamiento del sufrimiento, que da valor universal (no queda claro si también histórico) al mito de la caída, a la vez que se conforma con descargar a Dios de la culpa integrando al dolor en el sistema, como nostalgia de la integridad perdida. Pese a ello, es un libro bien construido y profundamente teológico, que busca articular lo histórico con lo especulativo.

En el nº 2.697 de Vida Nueva.

Actualizado
26/02/2010 | 08:04
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