¿Hacia dónde camina Las Edades del Hombre?

¿Hacia dónde camina Las Edades del Hombre?

Ilustración-Edades(Vida Nueva) Las Edades del Hombre cierra su ciclo de exposiciones tras más de dos décadas de andadura. ¿Por dónde debería pasar su futuro? Ofrecen su punto de vista sobre este tema en los ‘Enfoques’, Juan Carlos Atienza, delegado de Patrimonio de la Diócesis de Osma-Soria y el sacerdote y escritor Joaquín Luis Ortega.

 

Nueva etapa, la misma identidad

Juan-Carlos-Atienza(Juan Carlos Atienza– Delegado de Patrimonio de la Diócesis de Osma-Soria) Hace casi dos años, al hacerse público mi nombramiento como comisario de la exposición que Las Edades del Hombre proyectaba para Soria, Vida Nueva me preguntó qué  esperaba yo de la exposición. Contesté que me gustaría que siguiera la trayectoria de las exposiciones organizadas por Las Edades del Hombre desde 1988 y que la contemplación de la belleza exterior del patrimonio ayudase a quienes la visiten a mirar a su interior para cultivar valores espirituales. Dos años después, y una vez concluida la exposición Paisaje interior, la pregunta que ahora me hace esta revista es qué espero del futuro de la Fundación Las Edades del Hombre.

Ha pasado casi el tiempo de una generación desde que comenzó a gestarse la idea de la que nació esta Fundación. Mi reflexión, tras concluir la exposición de Soria, en la que he acompañado a gente sencilla o a gente erudita, a niños y a mayores, a personas que quedaban fascinadas al ver su primera exposición de Las Edades y a otras que llevaban años recorriéndolas, es que debemos seguir dando la palabra al patrimonio religioso, debemos dejar que, desde la belleza, este patrimonio hable al hombre, porque los objetos que se muestran no son simples objetos materiales con una cronología, un autor y un estilo; los objetos que se muestran tienen memoria de hombre, como ha escrito José Jiménez Lozano en la última publicación de Las Edades, titulada Las Edades del Hombre, obras maestras.

En mi opinión, debe abrirse una nueva etapa para seguir mostrando nuestro patrimonio religioso en catedrales, monasterios, colegiatas o iglesias, tratando de mantener algunas de las tradicionales señas de identidad de Las Edades del Hombre. De forma telegráfica, indico siete que considero imprescindibles:

1. Acercarse al hombre y a la cultura actual desde el arte cristiano. El hombre de hoy puede ser exteriormente distinto al de hace 25 años, distinto al de hace varios siglos, cuando se realizaron las obras que se exponen, pero sigue llevando en su interior las mismas preguntas e inquietudes que dieron origen a este
patrimonio.

2. Que se siga visibilizando que es un proyecto colectivo. Las quince exposiciones celebradas han sido posibles no sólo por la riqueza patrimonial de Castilla y León, sino, sobre todo, porque han sido apoyadas por todas sus diócesis.

3. Que en las exposiciones se mantenga la idea de relato. Con ser importante abrir las puertas de catedrales, restaurar inmuebles y fomentar el turismo, si no se hace el esfuerzo de dar protagonismo al patrimonio, mostrándolo en sugerentes relatos, que lleguen incluso a transformar la disposición de los templos, las exposiciones no tendrán el atractivo que han tenido. Para esto es necesario un gran esfuerzo económico.

4. Que se cuiden los futuros lugares de exposición y las obras seleccionadas. No es suficiente el sano deseo de un pueblo de querer albergar una exposición de Las Edades para que esto sea posible.

5. Que se haga un proyecto concreto a medio plazo. La idea inicial fue de cuatro exposiciones; se continuó con un segundo proyecto para todas las diócesis de Castilla y León; en la etapa que ahora se quiere abrir, debería mantenerse esa apertura a todas las diócesis sin cerrar la posibilidad de salir fuera de nuestra comunidad, siempre que el Patronato juzgue oportuno dar ese carácter misionero a nuestro patrimonio.

6. Las exposiciones han sido el rostro visible de Las Edades del Hombre, pero son sólo la punta del iceberg. La Fundación pretende más cosas. Hace años se iniciaron proyectos y actividades relacionadas con la investigación, estudio o restauración de nuestro patrimonio religioso. Debería profundizarse mucho más en éstos y otros aspectos, promoviendo foros, mesas de trabajo y
reflexiones técnicas, jurídicas, administrativas o pastorales de las que surjan ideas contrastadas que ayuden a tomar decisiones y a iniciar acciones que mejoren el conocimiento, documentación, conservación, gestión o la forma de exponer el patrimonio religioso de nuestras diócesis.

7. Que se mantenga el espíritu de colaboración con la Junta de Castilla y León, con las entidades que han apoyado el proyecto y con otras que quieran unirse a él, pues Las Edades del Hombre han prestado, desde la fe y la cultura, un gran servicio social a nuestra tierra.

La pregunta que más ha repetido la gente al acabar su recorrido por las naves y el claustro de la concatedral de Soria ha sido: “¿Dónde será la próxima exposición?”. Más que la curiosidad de la gente, veo en esta pregunta, miles de veces repetida estos meses, un reto y una responsabilidad para los que, desde instituciones distintas, tenemos la tarea y el gozo de conservar, difundir y mostrar el Evangelio con nuestro patrimonio.

 

¿Hacia una refundación?

Joaquín-L.-Ortega(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y escritor) La exposición de Las Edades en Soria, a pesar de haber sido un apéndice postizo dentro del propósito general, ha marcado el futuro del proyecto entero de Las Edades del Hombre. Quiero decir que ha demostrado su vigencia y su aceptación tras más de veinte años de recorrer las tierras castellano-leonesas al servicio y bajo la mirada de millones de visitantes. Es más, el acierto de Soria al exteriorizar su paisaje interior ha refrescado el alma de las propias Edades como proyecto artístico, cultural y catequético. ¿Procedería, después de lo visto y de lo sentido en Soria, dar el cerrojazo a Las Edades? Creo que a nadie se le ocurriría, y no sé de nadie que defienda esa tesis. La pregunta insoslayable apuntaría, más bien, hacia los rumbos y novedades por los que habría que encaminarse ahora.

Este año de 2010 está llamado a ser una tregua para Las Edades. Tiempo de reflexión para la Fundación que las regenta y que presiden los once obispos de Castilla y León. Dentro de este paréntesis temporal, se me antoja inevitable volver la vista al origen de Las Edades, a su espíritu fundacional. Ahí habita el alma de este singular proyecto. Mirar hacia atrás antes de echar el paso hacia adelante me ha parecido siempre una actitud cuerda. La esencia de este proyecto se podría condensar en una escueta fórmula: “Mostrar, por medio del patrimonio religioso-artístico heredado, la fe cristiana y la sensibilidad de las gentes y de las tierras de Castilla y León a lo largo de su historia”. Ahí es donde radica el éxito de Soria, en haber dibujado preciosa y testimonialmente el paisaje interior de la fe a base de sus piezas artísticas, del sentir de sus tradiciones populares, de la voz de sus poetas y del ejemplo de sus santos. Esta exigencia, elemental para la identidad de Las Edades, nunca ha dejado de estar presente en sus exposiciones. Pero, con el paso de los años, diríase que ha ido deteriorándose. Es ley general en todo lo humano y, para poner el remedio, están los paréntesis de reflexión.

En este oportuno alto en el camino tienen que brotar y abundar las preguntas. Algunas tendrán que ver con la propia Fundación, el órgano institucional y directivo de Las Edades, con su autonomía de acción o con el alcance de sus fondos. Sin ambos requisitos bien delimitados, una Fundación es siempre cuestionable. Cabría cuestionar también si la Fundación mantiene hoy el nivel de convicción de aquellos primeros años. Tampoco estaría de más plantear, dentro del ámbito de lo económico, la posibilidad de buscar el apoyo y la complicidad de los visitantes, poniendo un precio adecuado a la visita de las exposiciones. Prescindir de este recurso obliga a recurrir a las ayudas oficiales, que pueden ser indispensables, pero también pueden debilitar la deseable autonomía. Asimismo, tras tantos años de éxito de crítica y de público, ¿no es hora de renovar y ampliar los servicios y prestaciones de Las Edades? ¿Habrán de ser las exposiciones su única actividad? A este respecto, ya en la clausura de la exposición de Soria, el presidente actual de la Fundación, monseñor Carlos López, obispo de Salamanca, señaló algunas pautas nuevas en las que se viene trabajando de cara al futuro.

Mientras tanto, veo y leo en estos días cómo los alcaldes, instituciones y cofradías pugnan por llevarse Las Edades a sus pueblos. ¿No resulta por lo menos infrecuente esta rebatiña ante una iniciativa netamente eclesial? El caso es que, mientras voy trazando estas líneas, me ronda por la cabeza un concepto o un término que no voy a ocultar. Se trata de “refundación”. Lo que a mí me gustaría, a propósito del bien y del don que han sido Las Edades, sería que se produjera –dentro de esta tregua del 2010– no sólo un simple reflotamiento de las exposiciones, sino una verdadera “refundación” de Las Edades. Para lo primero, hace falta poco. Para lo segundo, además de correcciones y de novedades, serían precisas dosis de convicción e ilusión parejas a las de los años 80 del siglo XX. ¿Será posible hoy semejante milagro? Vale la pena intentarlo. Hablar de Las Edades es hablar de una realidad cargada de méritos. Las Edades han marcado rumbos y caminos en muchas diócesis de España que se han asociado a la catequesis de las imágenes. Las Edades han suscitado hartas vocaciones para el estudio, la investigación y la restauración del patrimonio artístico. Las Edades han sido altamente rentables para la Iglesia de hoy en términos de diálogo entre la fe y la cultura. No sería suficiente continuarlas cansinamente. Valdría la pena lanzarse a su real y verdadera “refundación”.

En el nº 2.698 de Vida Nueva.

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