(Vida Nueva) A los diez años del Foro Social Mundial (FSM), espacio de debate y reflexión de movimientos, ONG y otras entidades de la escena civil contrarias al neoliberalismo, cabe hacer balance sobre la eficacia y oportunidad de estas citas. En los ‘Enfoques’, abordan la cuestión David Álvarez, director de la ONG Solidarios, y el sacerdote y profesor de la Universidad de Valencia, Joaquín García Roca.
Una década de luces y sombras
(David Álvarez Rivas– Director de Solidarios y profesor de la Universidad Complutense de Madrid) El Foro Social Mundial (FSM) acaba de celebrar su X edición en Portoalegre (Brasil), el lugar que usó de lanzadera planetaria. 10 Años después: desafíos y propuestas para otro mundo posible fue su lema, que debía de servir de reflexión y crítica tras una década de una concienciación altermundialista con luces y sombras. Las discusiones se centraron en diversas dimensiones de la crisis mundial: económica, política, social, ambiental y cultural. Una de las intenciones es relanzar la “marca” Otro Mundo es Posible, lema que sirvió en sus orígenes para articular una serie de movimientos sociales de base, “comprometidos con la construcción de una sociedad planetaria orientada a una relación de sostenibilidad entre los seres humanos y la Tierra, de una manera plural, diversa, no gubernamental y no partidista”, tal y como reza en la Carta de Principios del FSM.
La idea de celebrar los encuentros en enero tiene como objetivo rivalizar en propuestas con el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza). Pero, ¿han visto estos días referencias informativas en los medios de comunicación sobre la celebración del Foro de Portoalegre? ¿Y sobre el de Davos? Tras diez años, surgen ciertos interrogantes sobre si los mensajes, muy potentes y mediáticos en un principio, y el trabajo realizado en todos esos encuentros, se han difuminado frente al sistema neoliberal en crisis, basado en un crecimiento ilimitado del consumo. Es un caso claro de repetición estéril. ¿Es necesario que se junten más de 100.000 personas en un mismo espacio para luego dispersarse y trabajar de forma desagregada por afinidades temáticas tradicionales?
Otra de las críticas a las que ha hecho frente el Foro, y que ha superado, es la falta de democracia, cierto elitismo y la inclusión de movimientos pequeños que, por su tamaño, era complicado que pudieran participar activamente en el logro de propuestas.
En todos estos años ha habido, al menos, un lustro en el que los movimientos de resistencia global se han debatido entre la supresión o la reforma de instituciones globalizadoras financieras: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio. El sector privado y las principales ONG internacionales han aprovechado este Foro como una oportunidad para lanzar sus campañas y aparecer como actores predominantes en los encuentros. Personalidades y partidos políticos también han visto una forma de movilizar apoyo y proyección internacional. En estos diez años, el FSM ha atraído a Lula da Silva, Hugo Chávez, Winnie Mandela o Gerry Adams. Está acreditada la contribución política de varios partidos verdes europeos. En palabras de Eric Toussaint, miembro del Consejo Internacional del Foro, un dato central es que el encuentro “fue patrocinado por Petrobrás, Caixa, Banco do Brasil, Itaipú Binacional y con fuerte presencia de gobiernos”. O sea, grandes multinacionales que están también en el encuentro empresarial de Davos, donde Lula fue proclamado “estadista global”.
Uno de los referentes morales de esos movimientos sociales, el brasileño Frei Betto, reclama la vigencia de las ideas y las acciones que hicieron posible esa movilización planetaria en contra de una forma de globalizar pueblos y naciones en lo económico. “Al proclamar que Otro Mundo es Posible, los participantes se empeñan en conquistar una globalización solidaria que respete los derechos humanos universales y el medioambiente, apoyada en sistemas e instituciones democráticas al servicio de la justicia social, y eso está vigente ahora más que nunca. La búsqueda de que otro mundo es posible es necesaria sobre todo ahora, con la crisis financiera, con la crisis del sistema capitalista. El Foro quiere denunciar esta crisis, como una crisis de la humanidad, una crisis del sistema capitalista y hay que buscar soluciones, no para salvar a los bancos, sino para salvar la humanidad, y estoy incluyendo la dimensión de la ecología, del proceso ambiental que es fundamental”, dice Betto.
El viraje en la situación política mundial, pero también en América Latina, parece ser una de las causas que está en la base de un cierto desconcierto vigente en la aparición de propuestas notoriamente divergentes. En las primeras ediciones de los Foros se registraba un fuerte ascenso del conservadurismo comandado por George Bush, a caballo de las invasiones a Irak y Afganistán. Ahora, la crisis mundial, el ascenso de Barack Obama a la Casa Blanca, el otoño de los gobiernos de izquierda en la región y la creciente desmovilización social, pautan una coyuntura bien distinta. La construcción de una agenda común y ahondar en la autogestión de los talleres del Foro, son los grandes retos que se abordarán en Dakar 2011.
Conjuros y dilemas
(Joaquín García Roca– Sacerdote. Universidad de Valencia) El Foro Social Mundial (FSM) cumple una década mientras camina entre los conjuros que pesan sobre los movimientos sociales y los dilemas propios de quienes creen que “otro mundo es posible”.
El FSM nace contra el conjuro del neoliberalismo que debilita las estructuras colectivas y la movilización social. La sociedad desaparece mientras se amplia la autonomía individual y se ceden las funciones sociales a los intereses privados. El Foro es un espacio para el debate y el encuentro, que necesita dotarse de estructuras, estrategias y acciones compartidas. En este dilema se debate actualmente su futuro. ¿Bastará con ser un movimiento de resistencia o podrá organizarse como un nuevo actor social con propuestas a nivel global? Este dilema ha convertido al Foro, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, en “un híbrido con dos almas, que en apariencia son incompatibles, pero que en la práctica conviven desde sus orígenes”.
El FSM crea un contrapunto al conjuro de un poder económico que se sustancia en instituciones mundiales y se escenifica ritualmente cada año en el Foro Económico Mundial de Davos. Representa las virtualidades de la resistencia mundial frente a la concentración del poder económico y financiero. ¿Será sólo un contrapunto simbólico a Davos, o logrará construir un nuevo sujeto histórico y plural, con voz y agenda propias? ¿Podrá librarse del conjuro del empresario Georges Soros, que profetizaba que “el fundamentalismo del mercado es tan poderoso hoy que cualquier fuerza política que ose resistirse es motejada de sentimental, ilógica e ingenua”?.
El FSM se organiza como un movimiento sin centro ni jerarquía, en manos de los propios actores, interesado en la interacción que se despliega en declaraciones, en jornadas de acción, en encuentros regionales… a fin de alcanzar “objetivos reales, luchas reales y daños reales”. El dilema consiste en saber si los Foros son un fin o un medio. Algunos convierten el Foro en el fin de su actividad principal; otros, por el contrario, lo consideran un evento que culmina el trabajo previo, descentralizado y trasformador en sus respectivos lugares. Ambas almas, al parecer de François Houtart, son necesarias a condición de que “la referencia a la utopía no se trasforme en simples ilusiones, y la institucionalización no se trasforme en un sistema jerárquico y piramidal que se convierta en fin en sí mismo”.
El FSM pretende superar el conjuro de elitismo que le reprocha caer en manos de la aristocracia de sus dirigentes. El primer foro en tierras africanas, Nairobi 2007, escenificó la protesta contra una organización que excluía a los que están peor situados; Mumbai vio cómo barrios populares y jóvenes marginados se empoderaban de sus debates e instituciones. ¿De qué modo el Foro podrá vivirse como espacio de los excluidos por el sistema, con presencia real de los habitantes de los slums o de las favelas?
La crisis global y el fin de la sociedad de la confianza se han conjurado para criminalizar la protesta y la transgresión, que se confunden con la peligrosidad. Cuando se crean condiciones para proponer alternativas hacia un mundo post-capitalista, se produce el mayor silencio, quizá por el miedo al vacío. Reaparece el delicado dilema entre utopía revolucionaria e institucionalización de la protesta o, en palabras de Gunder Frank, se tratará de “salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis”.
Los Foros han sido un espacio plural y diversificado sin un programa político definido, pero vinculados a los movimientos antisistema. Se enfrentan de este modo al conjuro de la politización, significando que hay vida política más allá de los partidos políticos, en las fuerzas sociales, en la autoorganización, en la acción colectiva. ¿Pierde su autonomía social si converge con las fuerzas políticas emergentes que coinciden, aunque sea parcialmente, con sus principios y objetivos, o tendrá que reducirse a crear, en palabras de Samir Amin, “el nacimiento de un nuevo sujeto popular e histórico”?
Esta condición pre y meta-política se convierte en un espacio apropiado para la búsqueda de una espiritualidad profética en torno a la justicia, la dignidad y la libertad. La espiritualidad, con desigual éxito, se ha ido ganando espacio en los Foros. Grupos religiosos, católicos y protestantes, plataformas ecuménicas, Cáritas internacionales, Conferencias de religiosos, la Sociedad de Teología y ciencias de las religiones, el Consejo Misionero Indígena, la Comisión Pastoral de la Tierra han acudido a la cita. El Foro Mundial de Teología y Liberación intenta canalizar esta preocupación y dotarla de mística y de profetismo.
En el nº 2.695 de Vida Nueva.