Islam y cristianismo: confiar para colaborar

El-Papa-y-líderes-islam(Henri Teissier– Arzobispo emérito de Argel, Argelia) La declaración Nostra Aetate del Vaticano II Sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas nos invitó a todos a evangelizar la relación cristiana, es decir, a liberarla de prejuicios del pasado para sustituirla por una relación respetuosa, como corresponde entre creyentes, y por colaboraciones al servicio de la justicia y de la paz.

Henri-TeissierLlegado a Argelia en 1946 [este francés nacido hace 80 años en Lyon ha sido durante dos décadas arzobispo de Argel], he vivido toda mi vida en el contexto de esta relación islamo-cristiana, casi siempre en Argelia, pero también durante dos años en Marruecos y otros dos en Egipto. Dicho de otro modo, esta relación islamo-cristiana ha formado la textura de vida de fe y de mi testimonio cristiano durante todos estos años. Y agradezco a Dios que me haya concedido esta vocación y esta misión.

En efecto, el rápido crecimiento demográfico del mundo musulmán desde hace un siglo, y su difusión sobre un área cada vez más vasta del mundo, han hecho de la relación islamo-cristiana uno de los aspectos más relevantes de la fidelidad de la Iglesia a su misión en el mundo de este tiempo. La Iglesia tiene la misión de servir a la paz entre los hombres y, en particular, con los creyentes y, en consecuencia, con los musulmanes.

Jesús dijo en el Sermón de la Montaña: “Si sólo saludáis a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen otro tanto los paganos?”. La apertura del corazón al “hermano diferente” es una señal de fidelidad al Sermón de la Montaña. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este llamamiento no puede excluir a nadie.

Por otra parte, los cristianos han comprendido mejor ahora que la Iglesia no era una institución al servicio sólo de los cristianos, sino un signo de Dios propuesto a todos los hombres. El ministerio del Papa, en particular tal y como fue vivido por Juan Pablo II, hizo visible esta misión en el mundo entero. Y Benedicto XVI, ahora, en cada uno de sus viajes, ofrece signos de esta apertura en sus encuentros con responsables musulmanes.

Por otro lado, los hombres de este tiempo no comprenden que las religiones, que quieren honrar a Dios –cada una a su manera, es cierto–, puedan representar una de las causas de tensión entre los hombres en el mundo actual. Las últimas iniciativas de responsables musulmanes (cf. Carta al Papa de 138 líderes musulmanes, octubre de 2007) ponen de manifiesto que actualmente son numerosos los musulmanes que quieren trabajar en esta relación pacificada entre cristianos y musulmanes.

Y por eso me he sentido feliz de poder comprometer mi vida entera en esta relación. Ciertamente, hoy en día existen fundamentalistas que desearían el repliegue sobre sí mismos de ambos colectivos, tanto de los cristianos como de los musulmanes.

Pero me siento alegre, después de sesenta años, al constatar que hay también musulmanes que buscan la amistad de los cristianos y que se comprometen en colaboraciones conjuntas en beneficio del bien común. Se trata de amistades que, para mí, han representado lo esencial de mi fidelidad al Evangelio, pero también de la manifestación de este Evangelio en nuestros colegas musulmanes. La amistad hace nacer la confianza, y ésta hace posible las colaboraciones en pro del bien común en los más diversos ámbitos: acción social, trabajo por la justicia y la paz, patrimonios culturales que se comparten, etc. La comunicación de experiencias espirituales representa uno de los hitos de estos momentos compartidos. En ciertas ocasiones se puede incluso llegar a la oración conjunta: en funerales, en momentos de prueba o alegrías vividos conjuntamente, etc.

Se ha confundido con demasiada frecuencia el diálogo islamo-cristiano con los coloquios universitarios. Éstos, ciertamente, forman parte del diálogo y aportan signos preciosos de respeto mutuo entre las dos comunidades. Pero el diálogo es, en primer lugar, esta relación en la base entre todas las personas de buena voluntad, relación a través de la cual se llega a la confianza y se establece la paz, sobre la base de la amistad entre esas personas.

En el nº 2.676 de Vida Nueva.

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