La solidaridad, el nuevo nombre de Haití

La solidaridad, el nuevo nombre de Haití

Solidaridad-Haití(Jean Hérick Jasmin, OMI- Sacerdote haitiano. Miembro del Equipo de reflexión de la CLAR, Bogotá, Colombia) La destrucción de Puerto Príncipe a causa del terremoto del pasado 12 de enero ha sacado a la luz la precariedad de una nación construida solamente sobre el orgullo histórico, sobre las epopeyas pasadas, y que no tuvo la sabiduría de construir su casa sobre la roca de la organización, la disciplina y la visión de futuro, de la prevención eficaz y del desarrollo humano total de todos los haitianos. En su enseñanza a propósito de la prudencia, el evangelio de Mateo nos ha contado la anécdota del hombre que construyó su casa sobre la arena y las consecuencias que pagó por su imprudencia y su incapacidad para escuchar (cf. Mt 7, 24-27).

JasminDespués de 206 años de independencia, el Gobierno de Haití y los haitianos deben aprender a escuchar a Dios y a la comunidad internacional en materia de prevención y convivencia con la madre naturaleza. Nuestros gobiernos han sido siempre irresponsables y de una creatividad extremadamente incomprensible. La misma noche de la tragedia en Haití escuché en una entrevista de CNN en español que este terremoto fue previsto por los sismólogos muchos años antes, y que los gobiernos de Haití nunca tomaron en consideración esta previsión ni fomentaron una campaña de prevención nacional. Hoy en día, la incapacidad de Haití para aliviar los sufrimientos del pueblo angustiado por el seísmo refleja la inexistencia de estructuras e infraestructuras viables en el país, así como de una buena campaña de prevención.

Desde hace más de seis años que estoy viviendo fuera de mi país, como felizmente adoptado por Colombia, observo que en las reuniones y charlas entre amigos, a pesar de la poca distancia que separa la isla del resto de América Latina, pocos saben que Haití existe, dónde está, cómo está. Otros, para ubicarla, acuden a los buscadores de Internet, donde desafortunadamente las informaciones no son siempre buenas ni invitan a visitar nuestra preciosa isla. Muchos turistas conocen Santo Domingo (República Dominicana), pero ignoran que unos kilómetros más allá está la República de Haití. Muchos cruceros del Caribe se aproximan a las bellas playas de Labadee, pero desconocen que se encuentran al norte de Haití. ¡Qué lástima!

Un día alguien me dijo que “la crisis siempre ofrece una oportunidad”. Creo que esta frase dice la verdad. El desastre del terremoto en Haití es, por un lado, doloroso, pero, por otro, ha permitido a las naciones redescubrir que aquí, ante sus ojos, hay una nación empobrecida por la colonización, las violencias políticas y el olvido, que hoy más que nunca necesita de la ayuda de todos para salir de su laberinto de crisis humanitaria.

Haití es la primera nación negra independiente y la segunda del hemisferio después de los Estados Unidos. Ahora, gracias a la prensa internacional y a las revistas y boletines institucionales que están dedicando páginas y páginas al desastre humanitario, las personas de buena voluntad en todo el mundo se sienten especialmente motivadas para ayudar a mi país en este momento crucial que está viviendo la población.

Como haitiano, me quedo sorprendido y entusiasmado ante la pronta respuesta de solidaridad de las naciones vecinas, de la comunidad internacional y del mundo. Muy poco tiempo después del terremoto, China y los países de Asia, Inglaterra y toda Europa, República Dominicana, Colombia y toda América Latina, la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR), la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC) y toda la Vida Religiosa se levantan unánimes para apoyar todas las acciones en favor de la vida en Haití. Esta situación actual, por terrible que sea, nos permite descubrir que el mundo, día a día, se vuelve más humano y fraterno. La propuesta de construir un nuevo mundo más solidario e interconectado no sólo es posible, sino que está en marcha.

Por todo ello, pidámosle al Dios de la Vida, del amor y de la solidaridad entre los pueblos que derrame sus bendiciones sobre Haití y sobre todas las naciones en general, para que sigamos creciendo en humanidad y en respeto a la vida y el desarrollo espiritual. Finalmente, gracias a esta oportunidad que me ofrece Vida Nueva, solicito desde aquí el apoyo material y las oraciones de todos para Haití en este difícil momento que está viviendo. Y agradezco también a todos los que, de una manera u otra, han contribuido a salvar una vida de uno de mis compatriotas después de este trágico terremoto.

En el nº 2.692 de Vida Nueva.

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