Proaño o la impaciencia de un hombre tranquilo

Proaño(+ José Mario Ruiz Navas– Arzobispo emérito de Portoviejo, Ecuador) Sólo distinguidas personalidades pueden ser bandera: Leónidas Proaño, obispo de Riobamba (Ecuador), lo fue y lo sigue siendo. Las banderas suscitan adhesiones o rechazos; también producen sombras a su alrededor, pero ellas mismas no admiten sombras.

José-Mario-Ruiz-NavasConversé por primera vez con este hombre (cuyo centenario del nacimiento celebramos el 29 de enero) en Roma, en su primera visita a Europa. Hasta su muerte, siempre estuvo abriendo brecha, también en lo que consideraba secundario: el vestido. El primer obispo que en Ecuador usó el cuello clerical, pronto se adelantó a muchos presbíteros en abandonarlo. Hoy se expresa añoranza del pasado actualizando vestidos medievales. Leónidas fomentaba la superación de la irrenunciable distinción entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común, el paso de una “Iglesia piramidal a una Iglesia de base”. Tres iniciativas siguen esa misma dirección:

1. El plan de reconversión de la diócesis. Las parroquias serían reemplazadas por sectores pastorales hasta llegar a las diaconías. Entonces, bastarían trece presbíteros para asegurar la misión de la Iglesia en Riobamba. Aunque no se llevó a cabo, el plan fue evaluado laudatoriamente en Europa.

2. El plan de formación del clero, que reemplazaba el Seminario Mayor.

3. El servicio a los indígenas, confiado a sacerdotes y laicos europeos y a pocos ecuatorianos. Primó una orientación horizontal. Se hizo mucho por el pan, el techo, el agua, el alfabeto, pero no como fruto de la fraternidad cristiana. El vacío de una orientación trascendente, más propia de los indígenas, fue tan llenado por los “evangélicos” que éstos tienen en los indígenas de Chimborazo una proporción más alta que en otras diócesis. Se resistió hasta casi el fin de su ministerio a reconstruir la catedral, lo que ahondó su separación de los ciudadanos.

Los obispos, apreciando las dotes del obispo de Riobamba, lo pusieron al frente de algunas obras:

  • La reforma agraria, iniciada por el cardenal De la Torre, solicitada en 1963 al Gobierno en carta colectiva. El Ejecutivo promulgó la ley en 1964. Los obispos confiaron las tierras a la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas, una entidad creada para un acompañamiento técnico y financiero de la reforma. El Gobierno pagó con bonos las tierras de Riobamba.
  • La red de Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador fue encomendada y financiada por los obispos con fondos internos y externos. Durante años brindó un excelente servicio. Monseñor Proaño la dejó en propiedad de laicos.
  • El Instituto de Pastoral Latinoamericano, fundado en Quito por el obispo Manuel Larraín, tras comprobar, en la reunión conjunta de Comisiones del CELAM, la capacidad del clero ecuatoriano. Los obispos ecuatorianos lo financiaron inicialmente y fue confiado a la dirección de Leónidas Proaño. Pocos años después, el Centro fue trasladado a Bogotá.

Todos estos servicios son atribuidos a quien es conocido como el “obispo de los indios”. Los obispos que me precedieron dieron un testimonio de pastores con su reflexión: “La alabanza a un obispo es siempre, de alguna manera, alabanza a la Iglesia”. No aclararon, ni se aclara, si a pesar de que algunos alaban al obispo Proaño en una forma tal de presentarlo como la excepción. Las actas de la Conferencia Episcopal recogen la realidad.

En los años 70, la tensión entre “ortopraxis y ortodoxia” era fuerte. La nueva directiva del CELAM desconfiaba de la anterior. Una de las reuniones de los miembros del viejo equipo se realizó en Riobamba. Ese recelo llegó a oídos de los militares del Gobierno, quienes, temiendo que se tratase de un encuentro subversivo, condujeron a prisión a los participantes. Como en Ecuador, aun en dictaduras, queda un resquicio de libertad, la diócesis de Latacunga publicó una fuerte protesta. El Consejo Permanente respaldó a monseñor Proaño y a los reunidos en Riobamba.

Otros muchos rasgos dan cuenta de la personalidad de este obispo: autodidacta, incansable lector y escritor, fundador de diarios… Fue un hombre coherente, que vivió de acuerdo a lo que afirmaba, excepto probablemente en lo referente al diálogo: él mismo, en su biografía, se define como inflexible. Su fina sensibilidad de lo justo y de lo injusto es una explicación de la impaciencia de un hombre tranquilo. Y es que Proaño es representante de una etapa especialmente dinámica de la Iglesia latinoamericana. Hoy, calles, ciudadelas, programas… llevan su nombre.

En el nº 2.695 de Vida Nueva.

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