(Juan Rubio)
- La alegría es un don espléndido de la Pascua y una tarea urgente que la Iglesia ha de retomar cada día con ilusión. A ese gozo invita la Pascua de forma especial este año, cuando la Iglesia recorre un camino de tristeza, tras conocerse la traición de un grupo de consagrados que, con su pecado, han dañado a niños y jóvenes y han arrugado su rostro. En la mañana de la Resurrección, a la par de los levantes de la aurora, “vimos romper el día sobre su hermoso rostro y al sol abrirse paso por su frente”. El grito pascual le ha devuelto el gozo que ya nadie puede arrebatarle con su escandalosa traición. Cuentan que la Humanidad perdió el Tratado de la risa, de Aristóteles, y que aún hoy se afana en su búsqueda. La Iglesia lo ha encontrado en la tumba vacía. Aunque vivimos con las llagas, el amor, la verdad y la justicia las han cauterizado.
- Mientras que algunos medios de comunicación rastreaban titulares oscuros y “fuego amigo digital” busca y rebusca en su particular caza de brujas, en muchos rincones se vivía la alegría pascual. Jóvenes vibrando en celebraciones festivas, gentes sencillas que rejuvenecían en los pueblos, en el silencio de los claustros, en la solemnidad de las catedrales, en procesiones tradicionales o entre los pobres y los que sufren. En medio del desgarro, la Iglesia ha sido, de nuevo, fecundada por la Pascua y la tristeza se volvió alegría, convirtiéndose en el rabioso titular de actualidad de una Iglesia que ha abandonado las vendas y el sudario. Ahí están los presbiterios renovando sus promesas en la Misa Crismal o Cáritas, que el Jueves Santo, recogía ayuda fraterna para seguir limpiando heridas en los más pobres. Aconsejo una relectura de la Exhortación de Pablo VI sobre la alegría.
- Esta alegría se ve zarandeada no sólo por los zarpazos de un mundo hostil, sino también de la propia Iglesia, a veces tan falta de tacto, con anatema constante y con desabrida forma de exponer el mensaje con el cuchillo entre los dientes. Una nueva pléyade de agoreros de desgracias, hacen que la tristeza llegue al corazón de muchos creyentes, decepcionados por la campaña mediática contra la Iglesia, pero tristes también por el simplismo de muchas respuestas a estos ataques.
- La Iglesia continúa en España centrada en las próximas visitas del Papa. Sobre la Jornada Mundial de la Juventud parece que informará el cardenal Rilko en la próxima Plenaria, mientras quedan tareas que habrá que afrontar: Cajasur, en Andalucía, con flecos delicados; los bienes de La Franja en Aragón; la UCAM en Murcia; la Universidad Católica de Valencia; el proyecto de Universidad Católica en Sevilla; o los cambios en los Estatutos de la Pontificia de Salamanca. Se cerrará el asunto COPE con el nuevo equipo, en el que Giménez Barriocanal tiene carta blanca, y algunos proyectos mediáticos que los obispos tienen entre manos. Ojo avizor a la provisión de diócesis vacantes y a lo que resulte del silenciado tema Lumen Dei. Se verá el lugar de los obispos y Escuelas Católicas en el Pacto Escolar, y todo mira a las elecciones generales de marzo. También habrá elecciones a presidente de la CEE y la margarita se deshoja. Hay escasos datos para la esperanza en el panorama, pero sí hay fuertes razones para creer en ella.
‘Risus paschalis’
Era una vieja costumbre en la Iglesia. El risus paschalis devino en sarcasmo, mofa e, incluso, obscenidad. En su origen, era muestra del gozo pascual. Ratzinger, en 1984, decía sobre este rito obsoleto: “Antaño el risus paschalis formaba parte de la liturgia barroca. La prédica de Pascua debía contener una historia capaz de suscitar la risa; de modo que en la Iglesia sonaran alegres carcajadas. Era una forma superficial y primitiva de alegría cristiana. Pero ¿acaso no es espléndido y perfectamente lógico que la risa se haya convertido en símbolo litúrgico?”. Hubo quien reprochó a los cristianos su tristeza diciendo: “Qué poca cara de redimidos tienen estos redimidos”.
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En el nº 2.702 de Vida Nueva.