(Juan Rubio)
Madrugada del sábado 22 de mayo. Mientras en la aldea de Almonte el pueblo canta a la Blanca Paloma, suenan atropellados mensajes de móvil: “El Banco de España interviene CajaSur. Fracasa la fusión con Unicaja”. La blanca paloma del logo de CajaSur entraba en la jaula del Banco de España. En la céntrica Ronda de Tejedores de Córdoba, seis canónigos con cara de agotados abandonan la sede de esta entidad fundada hace medio siglo por Medina Corella. En la zona de El Diamante, el canónigo Castillejo se debate entre la sonrisa y el dolor. Él, que había llevado al viejo Monte de Piedad al poder y la gloria, escucha ahora las campanas que doblan por su muerte. Y a nadie escapa que en la efímera gloria de CajaSur iba implícito el embrión de su miseria. Acosada por políticos, pivotando sobre un modelo presidencialista, azotada por la crisis del ladrillo y en manos de clérigos poco experimentados, CajaSur era blanco perfecto a abatir o instrumentalizar. El Banco de España llevaba tiempo con la escopeta cargada. Ahora, cada palo tiene que aguantar su vela: el Cabildo, la Junta de Andalucía y Unicaja.
Mucho se habla del “Banco de la Iglesia” en titulares de prensa. Hay que hablar con propiedad. Unos pocos canónigos no son la Iglesia andaluza, aunque sí son imagen de Iglesia. En el clero cordobés y andaluz se vive más de espaldas a CajaSur de lo que muchos piensan. A los últimos obispos les ha tocado lidiar con un tema espinoso. El actual arzobispo de Granada, Javier Martínez, tuvo enfrentamientos en su deseo de poner remedio al ya enfermo banco. Juan José Asenjo, hoy arzobispo de Sevilla, mareó la perdiz con esa su sonriente duda. A los dos les llegó el traslado. Promoveatur ut removeatur (promocionar para quitarse a alguien del escenario). El actual obispo ha buscado una ventana para escaparse: la defensa de los puestos de trabajo. El problema es poliédrico y no tan simplista, pero Demetrio Fernández es así de impulsivo y ve rojos por doquier. Las cosas son más complejas, monseñor.
Por otro lado, están los responsables de Unicaja. Braulio Medel está en su derecho, amparándose en la Ley de Cajas Andaluzas, a aspirar a la expansión por la fusión con Caja de Jaén ( ya realizada) y con CajaSur (abortada). La Caja malagueña se debe a sus impositores, y lo que ha hecho es defender su legítima expansión. También en Unicaja hay un consejero, canónigo de Almería, que votó a favor de la fusión. El banquero no tiene por qué entender de reinos que no son de este mundo. El suyo es la cuenta de resultados. Pero volverá a la carga y también acudirá a la subasta. A Unicaja le interesa este banco en números rojos y no cejará en su empeño.
Los terceros en litigio son socialistas y populares. Pierden la posibilidad de controlar una gran Caja Andaluza, auspiciada por Magdalena Álvarez por medio de la Ley de Cajas. Ahora hay barra libre para que otros entren victoriosos sobre los despojos. A mar revuelto… El PSOE ha presionado, y mucho. Clave ha sido la figura de Griñán, como también la de Juan Ojeda, del PP, uno de los que más saben de lo que pasa entre las bambalinas. Los intereses políticos no han sido ajenos a este fin de comedia en la que sólo ganarán los espabilados y listillos de turno.
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En el nº 2.709 de Vida Nueva.
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