Estar con ellos, abrir los ojos y ponerse en camino. El Sínodo sobre ‘los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’ ha abierto caminos en la Pastoral Juvenil Vocacional. Pero no ha concluido. Como camino, continúa vivo. Y en este caminar junto a los jóvenes de hoy, nosotros, como Vida Religiosa, nos seguimos sintiendo llamados a profundizar en cómo acompañarles en el gozo del seguimiento de Jesús para que puedan llegar a concretar la llamada universal a la santidad que todos compartimos.
Como religiosos, queremos ser cauce de esa Iglesia que escucha, una Iglesia que quiere hacer vida con ellos. Cada uno desde nuestros carismas, queremos descubrir junto a ellos el misterio de la vocación desde un acompañamiento sin direcciones, porque acompañar caminos requiere entregar a los jóvenes el don del discernimiento para que puedan ir tejiendo su propia vida.
El tiempo de los jóvenes no es mañana. Es hoy. Porque, como el papa Francisco ha dejado claro a los propios jóvenes en la JMJ de Panamá, ellos son el ahora de Dios. El sucesor de Pedro los quiere protagonistas. Protagonistas de sus vidas y de las de sus iguales, porque ellos son agentes evangelizadores de primer orden. Y, en esa tarea, ellos mismos se convierten en los mejores embajadores del Evangelio entre el continente ‘millennial’.
En ese hacerles protagonistas de la Iglesia, nosotros, como religiosos, también tenemos la responsabilidad de darles las herramientas para convertirlos en actores activos y no meros espectadores de una pastoral que es suya. Y es que nadie mejor que ellos para poder contagiar la fe a creyentes que aún no están suficientemente evangelizados.
Somos conscientes de que no podemos separar la pastoral vocacional de la juvenil, ya que la Iglesia no entiende de departamentos estanco. En este sentido, queremos continuar siendo testigos vivos del Evangelio, sin normas como puerta de entrada, conocedores de que las mejores reglas no son suficientes sin la novedad del Espíritu. Nosotros no solo queremos que entren en la Iglesia para que conozcan a Jesús, sino para que nos ayuden a cambiar y poder ser siempre vida nueva.
Estamos dispuestos a arriesgar en la pastoral, a atrevernos, a equivocarnos, pero siempre haciendo vida con ellos. Y siendo testimonio de una forma de vida que sigue y seguirá siendo actual y necesaria para el mundo. Nos sobra pasión y compromiso para seguir siendo presencia del amor de Dios entre los jóvenes. Para seguir abriendo ventanas cuando no se pueda entrar por la puerta y ser uno con cada joven, desde cada realidad y desde cada vida.