La Vida Religiosa se tiñe de purpura. El papa Francisco nos pone en el centro del tablero con los cardenalatos de Aquilino Bocos, CMF, y de Luis F. Ladaria, SJ. El P. Bocos ha sido la mente y la voz de la Vida Religiosa en sus años de acompañamiento a tantos institutos. Y hoy continúa siendo una voz profética, porque como el mismo recoge en entrevista a SomosCONFER: “La Vida Religiosa quiere seguir abriendo caminos”. Y esos caminos los queremos abrir desde la riqueza de nuestros carismas, acompañando al papa Francisco, siendo una Iglesia más misionera.
El claretiano, en el extraordinario trabajo realizado desde el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) y la revista Vida Religiosa, ha impulsado las mutuas relaciones entre obispos y religiosos. Unas relaciones que hoy son buenas y fluidas, conscientes ambos de que nos necesitamos los unos a los otros, del mismo modo que necesitamos de los laicos con los que compartimos vida y misión. Hoy somos la Vida Consagrada que dibujó Aquilino Bocos desde su servicio en la Unión de Superiores Generales (UISG) y en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) para hacer realidad una Iglesia posconciliar.
El regalo a nuestro hermano claretiano lo sentimos como un respaldo a toda la Vida Religiosa española, ya que seguimos viendo en el P. Bocos a un buen altavoz y, además, su nombramiento nos confirma en nuestra vocación y misión. Francisco ha demostrado una vez más que tiene a los religiosos muy en cuenta y nosotros solo podemos responder desde la entrega, situándonos en estado permanente de misión, demostrando que no nos arrugamos y nos quedamos lamentándonos en la escasez vocacional, sino que salimos al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro tiempo como la Vida Religiosa comprometida que somos.
El Papa recordó a los 14 cardenales creados en el consistorio del pasado 28 de junio que “la única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo”. Un llamado que hacemos también nuestro, porque los consagrados españoles no tenemos miedo a remangarnos y ensuciarnos las manos para mayor gloria de Dios. Así, continuaremos, como hasta ahora, al lado de los hambrientos, los olvidados, los presos, los enfermos, los migrantes y refugiados… para hacer realidad la reforma apuntada por el Papa para ser una Iglesia pobre para los pobres.