El don de la intraeclesialidad: Iglesia en red

Empieza a crecer el número de proyectos en los que colaboran diferentes institutos de Vida Consagrada en una nueva forma de trabajo en red: “intercongregacionalidad”.

portada Somos Confer intercongregacionalidad 3041 junio 2017

Migrantes con Derechos, Enlázate por la Justicia, Grupo Intereclesial contra la Trata de Personas, Grupo Intereclesial de Infancia y Adolescencia en Riesgo, Renate, Iglesia por el Trabajo Decente, Grupo de Ecología Integral, Campaña por las Vocaciones, Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales…

Estas son las principales redes en las que, a través de CONFER, trabaja la Vida Religiosa. Además, empieza a crecer el número de proyectos en los que colaboran diferentes institutos de Vida Consagrada en una nueva forma de trabajo en red: “intercongregacionalidad”.

Trabajamos en red no solo para aunar esfuerzos y desvelos. Sobre todo, para sacar el máximo rendimiento a los recursos: horas, bienes materiales, contactos y relaciones. Se podría decir que la fórmula del trabajo en red es una muestra de la abundancia con la que el Señor nos provee, porque compartir hace que se multipliquen los bienes; y colaborar hace que crezca el alcance de nuestros propósitos.

Pero, también, en el caso de la Iglesia y de la Vida Religiosa, la suma va más allá del número de brazos que se pueden juntar. Se trata, sobre todo, del modo en que se suman, de esa entrega que nos pide Jesús para cualquier cosa que hagamos.

La red, como sistema social de distribución del trabajo y los cuidados, es tan antigua como la propia humanidad. Desde la configuración de red social mínima, que sería la familia, hasta la más amplia, como son las grandes organizaciones, el concepto de red se puede ampliar en profundidad y en extensión, en propósito y en alcance. Hoy en día, a este estilo de trabajo se le llama también inteligencia colaborativa y se basa en la premisa de que juntos no solo somos más, sino que sabemos más, llegamos a más… De hecho, hay una sabiduría por encima de uno mismo que solo se hace patente cuando trabaja con sus hermanos.

Para los cristianos, la red es también uno de los símbolos del seguimiento a Jesús: “Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar’. Simón le respondió: ‘Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes’” (cfr. Lc, 5). La Iglesia es, en sí misma, una red que trabaja, que orienta su esfuerzo a hacer presente el Reino de Dios ahora, en cada momento de la Historia y en cada lugar en el que haya un hijo de Dios.

Por tanto, la Vida Religiosa es también una red, porque se basa en el reconocimiento de los pares, de los hermanos, desde la humildad y la diversidad. Somos red y somos más fuertes donde hacemos nudos, donde nos fundimos unos con otros.

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