“Para ser discípulos de Jesús no basta creer que Dios existe, sino que hay que involucrarse con Él”. Son palabras del papa Francisco de este 20 de junio antes de rezar el ángelus en la plaza de San Pedro. Una afirmación que entronca de lleno con el reconocimiento que la CONFER ha querido hacer a los galardonados en la segunda edición de los Premios Carisma.
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Estos galardones, cuyo objetivo es reconocer el trabajo que diferentes personas e instituciones realizan acorde al fin fundamental de la CONFER: animar, servir y promover la vida religiosa, no buscan poner a la CONFER en una situación de relevancia mediática, sino que pretenden ser una acción de gracias por tanta vida entregada al servicio de los más empobrecidos y de toda la sociedad con el fin de construir una comunidad más humana, una sola familia, como reclama el Santo Padre en ‘Fratelli Tutti’.
Por segundo año consecutivo, desde la CONFER vemos en los diez galardonados valores evangélicos en el ejercicio de su trabajo diario, ya sea en el ámbito de la formación y la espiritualidad, en el de la justicia y solidaridad, en cooperación, en educación, en pastoral juvenil, en el ámbito sanitario, en materia comunicativa o en el diálogo con la cultura.
La misma causa de Cristo
Sean o no creyentes, los diez galardonados construyen Reino, pues están comprometidos con la causa de los empobrecidos, que no es otra cosa que la misma causa de Cristo. Y este compromiso viene determinado por ese don gratuito que Dios le ha concedido en beneficio de la comunidad y que ninguno ha querido quedárselo para sí mismo.
La CONFER solo puede sentir orgullo por los premiados, merecedores, sin duda, de este reconocimiento. Ellos tienen ahora tarea por delante: seguir con su misión. Nosotros, por nuestra parte, les ofrecemos la máxima colaboración en sus iniciativas y desvelos.
Como Vida Religiosa, queremos seguir trabajando hoy por la dignidad de las personas para hacer realidad las palabras del Papa: “La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no solo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas” (FT, 141).