La CONFER ha querido reconocer, por tercer año consecutivo, el trabajo que diferentes personas e instituciones realizan acorde a nuestro fin fundamental: animar, servir y promover la vida religiosa. En los diez galardonados con los Premios Carisma vemos valores evangélicos en el ejercicio de su trabajo diario, ya sea en el ámbito de la formación y la espiritualidad, en el de la justicia y solidaridad, en misión y cooperación, en educación, en pastoral juvenil, en el ámbito sanitario, en materia comunicativa o en el diálogo con la cultura, sean o no los premiados creyentes.
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Como recordó en la gala de entrega el presidente de la CONFER, Jesús Díaz Sariego, OP, haciendo referencia a la etimología del término que da nombre a los premios, los griegos, en su comunicación verbal y escrita, buscaron la palabra carisma para decir o nombrar experiencias cotidianas de la vida. “Aquellas que se representan cuando las personas somos capaces de ‘agradarnos unos a otros en el trato interpersonal y social’, cuando somos capaces de hacernos ‘favores desinteresados’ e incluso cuando tenemos el gesto de ‘regalarnos cosas que son importantes para la vida’. Es el ‘regalo’ que nos acompaña en nuestro crecimiento personal y el que nos ayuda a construir mayor armonía social”, explicó.
En definitiva, es como si el bien que un ser humano logra hacer en su existencia no se agotara en los propios recursos y necesitase el aval de alguna fuerza superior para hacerlo permanente. Con estos Premios Carisma, ya en su tercer edición, no buscamos otra cosa que el hecho de que el bien y la bondad, ‘la amistad social’ de la que nos habla el papa Francisco, sean permanentes.
