Entornos seguros para menores y personas vulnerables. Cauces operativos es el título de la II Jornada sobre Abusos que celebramos el pasado 10 de enero. Este es un tema que queremos abordar con amplitud, sabiéndonos conscientes de que, en nuestras manos, y en las manos de muchos que trabajan con nosotros, está el lograr ser un espacio de seguridad para las personas que acogemos.
Para la Vida Religiosa, la protección de menores no es una moda, no es un tema más. Es una cuestión que nos preocupa y ocupa, pero no queremos que la preocupación coarte nuestro modo de actuar de manera enérgica y efectiva, ni que la preocupación se convierta en obstáculo para la acción.
Somos conscientes de que generar espacios seguros es un trabajo constante que requiere nuestra atención y el esfuerzo para no bajar la guardia. Por eso, las personas que nos acompañaron en las Jornadas, iluminándonos desde su saber, su experiencia y su profundidad, nos han aportado algunas claves para mejorar el camino que debemos seguir cultivando en nuestros espacios.
Sabemos que las víctimas de abusos sexuales en nuestras instituciones son, y deben ser –por si alguien lo duda–, nuestra preocupación constante. Por ello, en aquellos casos donde no hemos obrado bien, seguimos pidiendo perdón porque no hemos sabido estar a la altura de lo que se nos pedía como seguidores de Jesús de Nazaret.
Como Iglesia, desde cada uno de nuestros carismas, no queremos que todo lo anterior se repita y queremos poner los medios para que así sea. Desde la CONFER fomentamos estos encuentros para ayudar a los distintos institutos –muchos con un largo recorrido y que sirven de inspiración a muchos otros– a que los entornos que generamos sean seguros y donde todos puedan estar confiados porque se encontrarán personas que saben del respeto, de la confianza y de poner los medios para una acción eficaz en prevención de situaciones no deseadas.
Por ello, redoblaremos nuestros esfuerzos en la prevención de estos hechos y volvemos a recordar a las víctimas nuestro compromiso para que ningún menor, en los que vemos siempre a Dios, pase por lo que ellos han vivido, al mismo tiempo que les ofrecemos nuestro acompañamiento de madres y padres que acogen al estilo del Padre bueno.
