Misión compartida: un carisma, una huella común

Portada SOMOSConfer abril 2019 Número 13

Hace ya cinco años que la CONFER aceptó el reto de apostar por la Misión Compartida. En 2014 tuvo lugar el ‘I Encuentro de Laicos y Religiosos Juntos Somos Más’. Ya antes se venía reflexionando sobre el único modelo eclesial que tiene sentido: el que aúna a consagrados y seglares. Juntos, complementarios y sin categorías para abandonar el cliché de que los laicos trabajan para los religiosos y no con los religiosos. Y es que “siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo” (Rom 12, 3-5). Por eso, los seglares tienen cada vez más protagonismo en los Institutos, y no por cuotas, sino por el firme convencimiento de un camino marcado por el Concilio Vaticano II, que invitaba a los laicos a ser protagonistas del anuncio.

El decreto ‘Ad gentes divinitus’, uno de los nueve del Concilio, es una referencia para alumbrar el camino entre religiosos y seglares en el compromiso de compartir misión. Pero no solo misión, sino vida. Puesto que no hay misión compartida sin vida compartida.

En el olvido va quedando la idea de que la Misión Compartida es un parche ante la falta de vocaciones. De hecho, se va haciendo patente la conciencia de que la identidad de la Iglesia es comunión para la misión, de que todos, como bautizados, somos protagonistas de esta misión única que es la comunidad de los seguidores de Jesús de Nazaret.

Desde la CONFER miramos a la Misión Compartida como presente, convencidos de que se trata de una realidad que ya ha pasado a un punto de no retorno.

La Misión Compartida es un regalo del Espíritu a la Iglesia y al mundo. Somos conscientes del cambio de paradigma en el que la Iglesia ya no es un triángulo –con estructura piramidal–, para ser un círculo, una mesa redonda en el que laicos y religiosos hornean el carisma fruto de la audacia de nuestros fundadores.

En el camino recorrido no puede faltar la autocrítica. Nosotros, religiosos, no siempre hemos facilitado que los seglares asuman su responsabilidad en la misión. Así, hoy se hace inaplazable servir a los laicos de nuestros Institutos una adecuada formación.

La realidad es que el ánimo del papa Francisco a lanzarnos a la Misión Compartida ha provocado una mayor receptividad por parte de las Congregaciones. Es verdad que no hay una velocidad uniforme. Cada comunidad, desde su realidad, va avanzando, pero con la confianza de que juntos somos más.

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