Más que un mea culpa. Mucho más que una petición genérica de perdón. Hay que pasar a la acción. Esa constante llamada que realiza el Papa a toda la Iglesia cada vez que se refiere a la lacra de los abusos. La vida religiosa española ha tomado nota y por eso ha querido corresponder a la cumbre antiabusos celebrada el pasado mes de febrero en Roma con una jornada que ha buscado ir más allá de la empatía con las víctimas y de la concienciación de la realidad del problema.
Los supervivientes y la opinión pública esperan –y en alguna medida exigen– que la Iglesia actúe sin excusas y con determinación ante uno de los problemas más graves que han acontecido en su seno: el ataque a la dignidad de tantos niños y adultos vulnerables.
Una respuesta que debe ir de la mano con la colaboración con la justicia, el acompañamiento a las víctimas y la misericordia con todos los afectados. No es tiempo de mirar para otro lado, sino de toma de decisiones a la luz del Evangelio, para volver a mostrar al mundo la entrega de esa inmensa mayoría de religiosos, sacerdotes y laicos que desgastan su vida por los más pequeños y los últimos.
En la clausura del encuentro vaticano, el papa Francisco advirtió: “Debemos tomar todas las medidas prácticas que nos ofrece el sentido común, las ciencias y la sociedad, no debemos perder de vista esta realidad y tomar las medidas espirituales que el mismo Señor nos enseña: humillación, acto de contrición, oración, penitencia”. Para ello, no basta con las medidas que cada instituto debe adoptar para responder con honestidad a los monstruosos delitos del pasado, acompañar a las víctimas en el presente e implementar acciones de prevención con vistas al futuro.
Para erradicar los abusos de toda parroquia, colegio, residencia, centró médico o comunidad religiosa resulta insuficiente abordarlo como una batalla particular. Solo desde una propuesta conjunta, en verdadera comunión de toda la Iglesia en acción y oración, se podrá vencer esta guerra. Y el encuentro celebrado en Madrid en el que han colaborado CONFER, Conferencia Episcopal y Escuelas Católicas puede dibujarse como un primer boceto que permita rubricar un compromiso mayor para poder superar una de las páginas más dolorosas en la historia de la Iglesia.