La CONFER busca sumar esfuerzos entre todos los institutos y caminar juntos, con la Iglesia y la sociedad, para dar respuesta a la lacra de los abusos sexuales en nuestro seno. Sean uno o 1.000 casos, debemos aceptar nuestra responsabilidad. Así lo hemos puesto de manifiesto en la reunión sobre esta cuestión celebrada en nuestra sede con distintos superiores mayores a comienzos de año.
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Una vez más, debemos pedir perdón a las víctimas por no haber obrado correctamente cuando deberíamos haber cuidado a nuestros niños, jóvenes y adultos vulnerables. Como Vida Religiosa, seguimos empeñados en ayudarnos unos a otros para encontrar caminos en la prevención de los abusos, porque nos mueve que nuestras realidades educativas, pastorales o asistenciales sean espacios seguros, de acompañamiento y crecimiento responsable.
La magnitud de un problema
Es nuestro compromiso con la radicalidad propia del Evangelio y queremos hacerlo con transparencia y con la verdad por bandera, aunque cueste y sea doloroso para todos. Y este empeño no nace con el fin de recuperar una supuesta reputación, sino por convencimiento. Debemos dar testimonio de esa Iglesia samaritana y acogedora, que repara el daño causado, al estilo de Jesús de Nazaret. Queremos seguir a la escucha del dolor de las víctimas, llorar con ellas y acompañarlas con un abrazo cálido.
En esta lucha por erradicar el mal de la pederastia nos apremia el deseo de ser servidores del Evangelio de manera convencida. En la defensa de la dignidad de las víctimas nos sentimos respaldados por el papa Francisco, quien ha trabajado en sus primeros nueve años de pontificado, de forma decidida y sin descanso, para que las víctimas estén en el centro y para que todo bautizado sea consciente de la magnitud de un problema ante el que no podemos mirar para otro lado.