Hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso. Es la hora de la verdad: ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros?” (FT, 70). La respuesta no puede ser otra más que un ‘sí’. La Vida Religiosa, por vocación y convicción, lleva sobre sus hombros el peso del dolor de nuestra humanidad sufriente.
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En esta XXV Jornada de la Vida Consagrada, bajo el lema Parábola de fraternidad en un mundo herido, SomosCONFER se convierte, una vez más, en un monográfico con las reflexiones de los últimos presidentes y secretarios generales de la CONFER, por un lado, y de testimonios desde ocho prismas escritos por religiosos jóvenes, por otro, para celebrar el aniversario de este día que San Juan Pablo II dedicó a todos los consagrados y que Benedicto XVI continuó dando vida.
Desde 2014 lo celebramos junto a Francisco –primer religioso Sucesor de Pedro–. Es desde su vocación a la Vida Religiosa como podemos entender Fratelli Tutti, en la que se basa esta Jornada, que se celebrará el 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el templo.
Gratuidad
Aunque la encíclica del Papa busca agitar el mundo con una enmienda a la totalidad a un sistema que hemos construido bajo el paraguas del descarte (ancianos, mujeres, niños, migrantes, personas con discapacidad…), no podemos dejar de sentirnos reflejados en palabras que cada uno de nosotros, desde su carisma, vivimos en el día a día con tantos hermanos.
“No digo que tengo ‘prójimos’ a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros” (FT, 81). La Vida Religiosa, maestra en ‘aprojimarse’, es, por su propio carácter, entrega, sin pensar en el propio bien, porque “existe la gratuidad. Es la capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso, sin esperar inmediatamente algo a cambio” (139).