Sor Eulalia, la última monja del convento de las Petras de Cuenca: “Es muy doloroso caminar sola por aquí”

  • La religiosa justiniana comparte su día a día con un equipo de la Cadena Ser: “Hay una mujer que viene a limpiar y se queda a dormir por las noches”
  • Según la reforma vaticana promovida por Francisco, se exige un mínimo de ocho religiosas para mantener abierta una comunidad contemplativa

Sor Eulalia, religiosa de Cuenca

Sor Eulalia es la única religiosa que reside hoy por hoy en el popular convento de las Petras de Cuenca, ubicado frente a la catedral de la ciudad castellana. Esta religiosa de 70 años está al frente del monasterio de las madres justinianas canónicas regulares fundado en 1509. Eso sí, sin comunidad alguna que la respalde.



La consagrada ha abierto las puertas del cenobio a un equipo de la Cadena Ser, a quien ha relatado su día a día. “Nos levantamos a las seis menos cuarto o antes”, expresa en un plural mayestático, sobre el comienzo de una jornada dedicada al ‘ora et labora’. Ella misma admite que “es muy doloroso caminar por este enorme edificio yo sola. Se echa mucho de menos a las hermanas con las que he convivido”. La soledad a veces la mitiga con una trabajadora del convento: “Hay una mujer que viene a hacer algunas tareas de limpieza y que se queda a dormir por las noches”.

Reforma papal

Lo cierto es que, hoy por hoy, tras la reforma implementada por el papa Francisco para la vida contemplativa, la consagrada no debería permanecer en soledad. Tal y como recoge la instrucción vaticana ‘Cor Orans’, un monasterio solo puede gozar de autonomía real cuando se cuenta con un mínimo de ocho religiosas de votos solemnes, con un requisito añadido: que la mayoría no sean de avanzada edad y con capacidad para asumir las responsabilidades propias que permitan un funcionamiento adecuado del convento.

Convento de Las Petras, en Cuenca

Convento de Las Petras, en Cuenca

Con más de medio siglo de vida religiosa a sus espaldas, recuerda que entonces “la comunidad era bastante numerosa”. “Seguían llegando vocaciones -reflexiona ante los micrófonos de la Ser-, pero con el paso del tiempo las mayores fueron falleciendo y ahora las jóvenes no quieren comprometerse y entrar a los conventos para dedicar una vida de clausura al Señor”.

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