(Lucía Ramón Carbonell– Profesora de la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad de Valencia)
“¿Habrá quizá relación entre esos ejércitos de buenos trabajadores que hemos formado dejando de lado los sentimientos, las emociones o los conflictos personales, y un siglo XX tan sangriento?”
¿Cómo aprender y enseñar a crecer desde dentro? El programa de TVE “Redes” daba cuenta hace unos meses de un congreso celebrado en Washington para intercambiar experiencias entre la ciencia occidental y la milenaria tradición religiosa contemplativa con el objetivo de educar intencionadamente personas compasivas. Tan importante como aprender matemáticas o física es el trabajo interior. La meditación apacigua la mente y ayuda a enfocar la atención. Favorece la autoconciencia, disminuye la frustración y aumenta la autonomía. Ayuda a regular las emociones y mejora el aprendizaje.
Linda Lantieri, experta en educación social y emocional, que ha aplicado sus programas de meditación en la escuela con éxito en los Estados Unidos y en otros países, hacía esta reflexión en una entrevista reciente a su paso por España: “Tenemos implantado un sistema educativo que se diseñó en la era industrial para responder a las necesidades del momento: niños bien preparados en una serie de materias, disciplinados, con horarios fabriles, actividades regladas como en una cadena de producción, buenos trabajadores. Hasta la arquitectura de muchos colegios recuerda a las fábricas. Se ha acomodado a los tiempos, pero, en lo sustancial, el sistema no ha variado.Es útil, aunque es una visión estrecha de la educación.
¿Habrá quizá relación entre esos ejércitos de buenos trabajadores que hemos formado dejando de lado los sentimientos, las emociones o los conflictos personales, y un siglo XX tan sangriento?”. Es una pregunta inquietante que nos obliga a plantearnos con más radicalidad una cuestión decisiva: educar/se, ¿para qué?
En el nº 2.706 de Vida Nueva.