El árbol y el bosque

El árbol y el bosque

Ciriaco-Benaventep(+ Ciriaco Benavente– Obispo de Albacete)

“Es verdad que entre los miembros del clero e incluso del episcopado ha habido culpas y torpezas execrables. Aunque no nos exculpe, se trata, por lo general, de hechos puntuales, que, acumulados a lo largo de varias decenas de años y volcados de golpe, parecen identificarnos como el conjunto de todos los males”

Cuando uno se encuentra con personas de escasa vinculación eclesial, rara es la vez que no aflora la crítica a la Iglesia.

Y cuando dicen “Iglesia“ aluden directamente a curas y obispos. Te repiten los tópicos que manejan los medios de comunicación sin tener ni siquiera idea del trabajo ejemplar que se está realizando en la parroquia que tienen al lado de casa.

Es verdad que entre los miembros del clero e incluso del episcopado ha habido culpas y torpezas execrables. Aunque no nos exculpe, se trata, por lo general, de hechos puntuales, que, acumulados a lo largo de varias decenas de años y volcados de golpe, parecen identificarnos como el conjunto de todos los males.

Hace poco me tocó presidir el funeral de un cura de 82 años. Había sido mi profesor, el que a los entonces muchachos de pueblo, que habíamos llegado al Seminario unos años antes ‘con el pelo de la dehesa’, nos inició en la literatura y nos acercó a los grandes poetas, entonces silenciados. Impulsor fiel en la Iglesia placentina del Concilio Vaticano II, conjugó de manera admirable ser un cura de vanguardia con una fidelidad eclesial a prueba de martirio. Fue pobre y libre con la libertad de un profeta; leal sin halagos con los obispos; incansable, creativo y eficaz en todos los cargos ocupados. Trabajó hasta última hora, cuando la enfermedad abatió su cuerpo, que no su espíritu. Al final del funeral un compañero nos contaba conmovido lo que llamó “las siete palabras de la pasión de D. Demetrio”. ¡Admirables!

Conozco a millares de curas del mismo temple y forja, pero, ya sabemos: “Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece”.

¿Por qué no pararse alguna vez a escuchar “la música callada” de los bosques que crecen en “soledad sonora”?

En el nº 2.699 de Vida Nueva.

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